La “espantada” de Bridgestone anunciando que, a partir de 2011, no seguiría suministrando neumáticos a la Fórmula 1, ha traído una serie de consecuencias (unas ya públicas y otra, al menos, escondida por ahora) que eran impensables hasta el día mismo de dicho anuncio. La verdad es que las grandes firmas japonesas tienen una forma de despedirse de la categoría reina de la competición que resulta, cuando menos, peculiar. Ocurrió con Honda, cuyo coche (pero sin su motor) pudo ser repescado “in extremis”, convirtiéndose en el Brawn que dominó la temporada 2009; y se volvió a repetir con Toyota un año después, aunque en esta ocasión no dio tiempo a la repesca, a pesar de que el embrionario equipo serbio Stefan le había comprado el coche y las instalaciones de Colonia. Y unos meses después, es Bridgestone quien se descuelga con el tercer abandono nipón.
Hubo un poco de desconcierto, pero no duró mucho, porque Michelin se ofreció para volver a ser suministrador de neumáticos, pero con tres condiciones: una, cobrar una pasta; dos, que hubiese otro suministrador, para garantizar la competencia (y hundir en la miseria al ingenuo novato que se postulase para hacerle frente); y tres, que para presumir de avances en el tema medioambiental y alinearse con competiciones de reglamentación más moderna, las llantas pasasen a ser de 18 pulgadas de diámetro, como para Le Mans, y los Sport y Prototipos en general. Las dos primeras exigencias recibieron una acogida más o menos unánime por parte de las escuderías: que de pagar, lo mínimo y si es posible, nada; que mejor un suministrador con experiencia y garantía que la aventura de uno o dos que fuesen “nuevos en esta plaza”, como se dice de los toreros. Y sobre la tercera condición vamos a extendernos a lo largo de este comentario.
El caso es que, en cuestión de unos días, aparecieron más aspirantes de los que se esperaba: Pirelli, también interesado en la llanta de 18” y, por el contrario, en ser suministrador único, al menos según sus últimas declaraciones; y luego Cooper-Avon, que ya tienen cierta experiencia en fórmulas potentes de monoplazas, y también las coreanas Kumho y Hankook. E incluso se está hablando de que Bridgestone podría reconsiderar a última hora su decisión, y seguir suministrando gomas durante al menos dos años más, hasta que llegue un profundo cambio de reglamentación para 2013. Esta posibilidad ha desencadenado un profundo suspiro de alivio en el “paddock” de la Fórmula 1. Ya veremos en qué queda el asunto, y mientras tanto vamos a entretenernos en analizar el último aspecto, el puramente técnico.
Porque lo curioso ha sido observar la oposición al cambio de tamaño de llanta; oposición cerrada en el fondo, pero que se ha procurado ocultar bajo formas suaves, para no dejar traslucir el terror producido por la posibilidad del cambio. Vamos a coger el tema desde un principio, porque como en muchas otras cuestiones, ésta de las llantas es como lo de las cerezas en un cesto: están tan enganchadas entre sí, que tiras de una y te llevas medio cesto. Los aficionados más perspicaces se han preguntado más de una vez: ¿qué sentido tiene que los coches de la fórmula de circuitos más puntera vayan con llanta 13”, como un 127 de hace 40 años, cuando en la producción actual los turismos oscilan entre 15” y 18”, los deportivos entre 17” y 20” (en ocasiones más por estética por necesidad, todo hay que decirlo), y los WRC del Mundial de Rallyes llevan 18” para asfalto? Con la consecuencia de que los F.1 deben conformarse con unos frenos, por muy de carbono que sean, de sólo 278 mm de diámetro, sometidos a enormes esfuerzos térmicos; y si no, que le pregunten a Vettel por lo ocurrido en Montmeló.
Empezaremos por las suspensiones: como todo monoplaza, y con mayor razón en un F.1, estos coches necesitan llevar una suspensión muy rígida al balanceo, para poder iniciar el apoyo, y no digamos los cambios del mismo, con una rapidez vertiginosa. Esas décimas de segundo que pasan desde que se tira del volante y las ruedas delanteras giran, hasta que los muelles y la estabilizadora alcanzan la posición de equilibrio y transmiten a la rueda exterior (la que se lleva la parte dura del trabajo) el máximo apoyo, es tiempo perdido, y da lugar a un subviraje inicial, porque el coche, por inercia, se resiste a girar sobre su eje, pero la rueda delantera exterior todavía no recibe suficiente carga vertical, y presenta una mayor deriva. Basta con fijarse en la “perra” que cogió Michael Schumacher con el nuevo Mercedes, porque el morro no tenía una respuesta lo bastante instantánea; no paró hasta que cambiaron el bastidor, haciéndole de paso la puñeta a Nico Rosberg, que se apañaba bien con un poco de subviraje inicial, como se ha demostrado al volver al chasis corto para Mónaco, donde en entrenos y carrera le ha vuelto a mojar la oreja al Kaiser.
Todo esto era así para los F.1 de hace 50 años, y lo sigue siendo para los monoplazas actuales de las fórmulas de promoción (los GP2 copian a la F.1, llantas incluidas, pero con mucho menos apoyo aerodinámico); de este modo, los pilotos en ciernes aprenden a combinar los reglajes de muelles, estabilizadoras, amortiguación, cotas (básicamente del tren delantero) y lo que es regulable de los elementos aerodinámicos que llevan. Acabamos de nombrar la palabra clave: aerodinámica. Porque hace ya varias décadas que a un diseñador se le ocurrió la siguiente idea: si en vez de obsesionarnos por conseguir una buena penetración longitudinal (o sea, rebajar el coeficiente Cx), que siempre será muy mala con las ruedas obligatoriamente al aire, ¿no será mejor conseguir un incremento de apoyo vertical, y en las curvas, sobre todo las rápidas, ganamos en velocidad de paso y de salida a la recta siguiente mucho más de lo que perdemos al aumentar la resistencia al avance?
Dicho y hecho: aparecieron los primeros alerones realmente eficaces, montado a casi dos metros el posterior, que mediante unos pilares verticales, apoyaba directamente sobre los portabujes de las manguetas, transmitiendo el apoyo directamente a la rueda, y dejaba la suspensión libre para jugar con el peso del coche y los cambios de apoyo en aceleración, frenada y curva. Como se aprecia en la foto del Lotus 49 de 1969, entonces la llanta era de 15”.
Diseñados por ingenieros aeronáuticos, y trabajando en “aire limpio” a gran altura (al menos si no seguían muy de cerca de otro coche), dichos alerones tenían una eficacia impresionante. Por ello cuando se prohibieron, se intentó compensar en lo posible dicha pérdida con el “efecto suelo” del fondo plano, reforzado por las faldillas laterales móviles e incluso (aunque sólo corrió una sola carrera, en Suecia), por la “aspiradora” del Brabham BT-46B, que consumía 50 CV, pero que pegaba el coche al suelo como una lapa, y de paso le disparaba al coche de atrás toda la suciedad (restos metálicos y de todo tipo de plástico incluidos) que aspiraba del suelo. Pero volvamos a los alerones montados muy en alto, que es lo que nos interesa.
Su eficacia era enorme, pero su peligro todavía mayor: para sujetarlos allá arriba, había que atirantarlos, tanto longitudinal como transversalmente, mediante cables que antes o después acababan cediendo o soltándose. Todavía recuerdo el accidente de Stommelen en Montjuich (que fue la gota que colmó el vaso y dio lugar a la prohibición), que pude observar casi en directo desde la tribuna de prensa en lo alto del Estadio: al coger el brusco rasante, el alerón posterior cogió portancia positiva, como un ala de avión, y pudimos ver volar el coche y, al momento, el ruido del golpe y la polvareda del accidente (que causó dos o tres muertos).
Muy bien: se prohíben los alerones montados al aire y apoyados en los portabujes; pero los diseñadores no se daban tan fácilmente por vencidos. Así que, pura y simplemente, los colocaron en la carrocería; y aquí empezó un juego del ratón y el gato entre diseñadores y comisarios técnicos: que si tantos centímetros para aquí, que si cuantos para acá. Y según se iban prohibiendo elementos auxiliares, como fondo plano y faldillas, más preponderancia iban adquiriendo los alerones incorporados a la carrocería, hasta llegar a la situación presente, en la que el fondo plano ha sido sustituido, no sé sin con ventaja, por el difusor trasero, que ya no sabemos si es doble o triple, y que para el año que viene pasará a ser de un solo elemento (como estaba legislado en principio, hasta que Ross Brawn contorneó un reglamento que él mismo había colaborado a redactar). Y también para el año que viene se prohíbe el “F-duct”, que desactiva el alerón en recta a alta velocidad, para que no haga succión y frene al coche, ya que el apoyo vertical no es necesario en esos momentos.
Pero, ¿cuál es el problema de los alerones montados en la carrocería, al margen de la historieta del “aire limpio” o “aire sucio”? Pues que aplastan la suspensión, hasta el punto de que ésta (y aquí está la madre del cordero) tiene que ser, no ya dura, sino durísima, para que no se vaya a tope a partir de cierta velocidad. Según los circuitos, el ala trasera se pone con mayor o menor incidencia (en realidad son alas distintas), y en circuitos como Mónaco, relativamente lentos, a poco más de 200 km/h ya se dispone de un apoyo tan fuerte como el propio peso del coche. Y a más de 300 km/h, como en Monza y varios sitios más, y aunque allí llevan menos incidencia, el peso aparente del coche casi se triplica (el suyo propio, y casi el doble por aerodinámica). Eso sí, las curvas rápidas las pasan con un apoyo lateral de cuatro veces y media la fuerza de la gravedad, lo mismo que la frenada inicial a altísima velocidad bordea los 5 “g”, entre los frenos y la resistencia aerodinámica.
Por lo tanto, la suspensión tiene que servir tanto para no ir demasiado alta en la horquilla Loew’s en Mónaco como para que le quede un mínimo juego a toda velocidad para absorber eso que los pilotos llaman “baches”, y que no pasan de ondulaciones que con un turismo normal ni se notan. Total, que la suspensión no tiene más allá de una pulgada de recorrido hacia arriba y otra hacia abajo, a partir de la posición estática; o sea, dura como una piedra. Hasta el punto de que los F.1 actuales no llevan barras estabilizadoras, ni falta que les hace, pues con lo duros que son los muelles (barras de torsión para ser exactos), el balanceo en curva es, pura y simplemente, casi inexistente. Entonces, ¿dónde está la suspensión? Pues como acabamos de decir, un poco en sus propios resortes, y otro poco, y quizás algo más, en los flancos del neumático. Y ya hemos cerrado el círculo del que hablábamos cuando lo del cesto de cerezas; ya hemos vuelto a la dichosa llanta de 13 pulgadas.
Vamos a echar una mirada a lo que se estila en diversos tipos de competición, e incluso en los coches de calle, concretamente en los superdeportivos. En éstos lo habitual es encontrarse, en llanta de diámetro que va de 18” a 21”, perfiles del orden de 30 a 45%. Ya en competición, y para los WRC de rallye, que deben pisar un asfalto que en ocasiones no está en muy buenas condiciones, las Pirelli P-Zero son unas 235/40-18, con un diámetro de 645 milímetros, ya que la reglamentación no permite más de 650 mm para asfalto. Pasando a circuitos de máxima velocidad, y específicamente para Le Mans y los LMP1 de máxima prestación, Michelin (que en competición utiliza un marcaje distinto) tiene unos enormes 31/71-18, cuya denominación significa 31 centímetros de anchura del contacto de la banda de rodadura con el pavimento (315 exactos, y 347 mm de sección) y un diámetro total de 71 cm (708 mm exactos); en llanta de 13” de ancho de garganta, corresponden a un perfil 36, exactamente. Pero los más normales, ya para los LMP2 y GTs “gordos”, son unos 30/68-18, con una sección real de 341 mm, y cuyo perfil corresponde a un 33%. Avon, que también se postula como suministrador para el próximo año, tiene unos gigantescos “rodillos” 475/35-13 para Sport históricos, y unos perfilados 455/30-15, ya con llanta de mayor diámetro. Y Dunlop, para el DTM alemán, ofrece unas 280/660-18 de perfil 35.
Estas son unas referencias comparativas, y ahora veamos qué es lo que montan los F.1 de 2010; nos referiremos siempre a las gomas de seco, pues las de agua son algo distintas y, desde luego, mucho más marginales de cara a lo que nos interesa. La llanta es siempre de 13” de diámetro, con una anchura de garganta de 12” delante y 13,7” (348 mm; extraña medida, vive Dios) detrás. En cuanto a los neumáticos en sí, no pueden sobrepasar los 660 mm de diámetro, en frío e hinchados a 1,4 bar, y su sección máxima es de 355 mm delante y 380 mm detrás. Aún hay una norma más, que me ha traído loco durante meses hasta dar con ella: todos los aficionados saben que este año los neumáticos delanteros son más estrechos que en años pasados, pero en el Reglamento Técnico de la FIA no aparece nada al respecto; las cotas son las mismas que acabo de nombrar, y son las de años anteriores.
Y se trata de que hay que ir al concepto que utiliza Michelin: la anchura de la banda de rodadura, y no la sección. Para las gomas traseras no hay norma respecto a la forma de la sección del neumático, visto de frente; pero en los delanteros, hasta el año pasado la banda de rodadura estaba limitada a un máximo de 270 mm, mientras que para este año se ha limitado a 245 mm. Es decir, que las cotas de sección, diámetro y ancho de llanta se mantienen, pero el neumático es menos “cuadrado” hacia su diámetro exterior, lo cual se consigue utilizando un molde distinto al vulcanizar. Seguro que algunos aficionados recuerdan el pequeño revuelo que se montó hace unos años, cuando todavía competían conjuntamente Michelin y Bridgestone, ya que hubo unas reclamaciones por parte de la firma nipona contra la francesa, porque si bien sus neumáticos nuevos cumplían los 270 mm de anchura máxima de banda cuando estaban nuevos, en cuanto se desgastaban un poquito aumentaban de forma notable la anchura de la huella real, ya que el perfil del hombro estaba diseñado muy suave, casi paralelo al pavimento, y en cuanto perdía un milímetro de goma, ya se ensanchaba la huella.
Total, que tanto con la norma actual como con la antigua, las gomas delanteras de un F.1 tienen un perfil de 46,5%, mientras que el de las traseras baja ligeramente, al ser de igual diámetro pero más anchas, hasta un 43,4%. En promedio, un 45%, como un Ibiza Sport de andar por casa. Ahora bien, como son neumáticos muy anchos, lo que aquí nos interesa es la altura de su flanco, mucho más que el perfil, que no es sino la división de altura por anchura. Pero no todo es auténtico flanco en el sentido que aquí nos importa, es decir, con elasticidad suficiente para aplastarse y colaborar a la suspensión y amortiguación del vehículo. La banda de rodadura no es absolutamente plana, y hacia cada hombro vamos a admitir que, como poco, pierde un centímetro de altura (dos de diámetro); el cual ahí ya es de 640 mm. Restando de dicho diámetro de 640 mm los 330 mm que corresponden a las 13” de la llanta, y dividiendo por dos, nos queda una altura de flanco de 155 mm; esto es igual para delanteras o traseras.
Por norma técnica, la pestaña de la llanta debe tener una altura de 14 mm, con lo cual ya no nos quedan más que 141 mm útiles. Vamos a conceder que el espesor de goma no supere el centímetro, con lo cual el diámetro de la carcasa, en el hombro del neumático, pierde ese centímetro, y ya estamos en 131 mm. Y más aún: dicho hombro está reforzado, y no pasa directamente de la rígida banda de rodaje al flexible flanco, sino que hay una zona de disminución progresiva de la rigidez; vamos a ser generosos y, por lo corto, aceptaremos que esta zona que todavía no flexiona de forma eficaz, entre el grosor de la propia carcasa y la zona en disminución, tenga tan sólo un centímetro y medio de altura; quedan 116 mm. Y del mismo modo, el talón que engancha en la llanta también va reforzado, y no sólo hasta el borde de la pestaña (se rompería por ahí) sino que el refuerzo entra en el flanco unos cuantos milímetros, que también echando por lo bajo, vamos a suponer que sean seis. Es decir que, la zona eficaz del flanco se nos rebaja a 110 mm, que es la zona capaz de absorber cierta deformación.
Y lo cierto es que, en las tomas televisivas a cámara lenta, cuando los pilotos cortan los pianos, se observa perfectamente que los brazos de suspensión prácticamente no oscilan respecto al bastidor del coche, sino que es éste el que salta el obstáculo poco menos que como un kart, mientras que el flanco flanea y se aplasta, haciendo de improvisado resorte. Esta ayuda resulta particularmente interesante al pisar los pianos de las “chicanes” rápidas, como puedan ser la de Monza a fin de recta antes del Curvone, o la de la Piscina en Mónaco, por donde van a pasar dentro de cuatro horas a partir de cuando estoy escribiendo esto. Y ello porque, a una velocidad ya respetable, el apoyo aerodinámico ya le ha restado unos cuantos milímetros al juego de la suspensión, aplastándola; mientras que, por el efecto de centrifugación, el neumático tiende a mantenerse redondo, y conserva su capacidad de aplastamiento para un impacto seco, como el del piano. Pues bien, vamos a ver qué ocurriría si se pasa a llanta 18”, como han pedido tanto Michelin como Pirelli, que no sólo exigen neumáticos más actuales, sino que así aprovechan su experiencia en competición, ya sea en rallyes o en Sport. Claro que falta un dato: con 18”, ¿seguiría el diámetro siendo 660 mm?
Porque ahí radica el nudo gordiano. Si se mantiene el mismo diámetro, y sería lógico por dos razones, entonces la zona eficaz del flanco se nos reduce drásticamente. Todos los cálculos antes hechos, respecto al hombro y la zona de la pestaña siguen igual, pero puesto que el diámetro interior aumenta en 5”, que son prácticamente 130 mm, el flanco eficaz y elástico se nos acorta en la mitad de dicha cantidad, o sea en 65 mm, quedándose en 45 mm mondos y lirondos, con unos perfiles que ahora serían de 28,6% delante y 26,7% detrás, si también se mantiene las anchuras máximas de sección. En otras palabras: un desastre. Y por ello en las escuderías se les abren las carnes pensando en que tendrían que replantear por completo todo el diseño de suspensiones, su flexibilidad e incluso reducir el apoyo aerodinámico, porque los coches se les iban a quedar casi sin suspensión. Algo de apoyo van a perder para el año que viene, al prohibir el doble difusor, pero mientras no se recorten drásticamente las cotas de anchura y altura de los alerones, el problema seguirá latente.
Otra cosa sería si el paso a 18” conllevase un diámetro máximo de 680 mm, como en muchos neumáticos de circuito; con ello se ganaba un centímetro en el flanco: mejor 55 que 45 mm, pero sigue siendo insuficiente. Por otra parte, el efecto negativo de unas ruedas más grandes sería demoledor para la aerodinámica, y no sólo por aumentar la sección frontal, sino porque al llevar las ruedas al aire, no hay que olvidar que la zona superior del neumático viaja a una velocidad doble que la del coche (el centro de la huella está quieto, el buje va a la velocidad del coche, luego el punto más alto, justo al doble), y su rozamiento con el aire es muy superior al de una zona estática, como es la carrocería.
Y cuanto más brazo de palanca respecto al buje tenga esta zona, al ser mayor el diámetro, más frena el avance. Por todo ello, las presiones para convencer a Bridgestone de que siga al menos durante un par de años son enormes, tanto por evitarse todo lo antes dicho, como por ser ya un fabricante con experiencia. Pero para entender en profundidad el rigodón que se va a bailar durante las próximas semanas respecto a este asunto, conviene tener muy presente el problema del cambio de diámetro de llanta. Porque soñar con que, de un plumazo, se decidiesen a eliminar drásticamente que los F.1 sean como aviones volando a la inversa, sería demasiado pedir.
El tema de los coches de Le Mans es otra historia: son bastante más pesados, sus suspensiones están ya diseñadas desde un principio para ir con neumáticos de perfil bajo, y su efecto aerodinámico, con ser importante, no es tan determinante como el de un F.1. Dependen mucho más del fondo plano, que no tiene la misma eficacia que los alerones, y cuyo efecto no se puede exagerar porque hay el peligro, como ya se ha comprobado en diversas ocasiones, de que cuando el coche se levanta más de la cuenta respecto al pavimento, por la causa que sea, puede echar a volar. Recordemos aquellas tomas de hace unos años cuando un Mercedes, en plena recta de Les Hunaudières, salió volando y aterrizó entre los árboles, después de dar varias vueltas por el aire. Y a Marc Gené, hace un par de años con un Peugeot, le ocurrió algo parecido, aunque no tan espectacular. Además, en los Sport la velocidad punta es muy importante, sobre todo en Le Mans, y no se puede sacrificar a la búsqueda de una carga vertical enorme para mejorar la adherencia, pero al precio de disminuir la velocidad en recta.
Sin ánimo de hacer de menos la encomiable labor del Sr. Mansanet, usted debería hablar más de Fórmula 1, Don Arturo.
He aprendido un montón.
Ya se que es por reglamento, pero, ¿Por que no pueden tener carenadas las ruedas los F1?, a no ser que los avances técnicos de esta situación sirvan para la evolución de los tractores y maquinaria de obras públicas, que hoy por hoy son las únicas que van con los rodillos al descubierto.
Un artículo muy interesante, soy de los que siempre pensé que la llanta de 13′ era ridícula para un F1 que es el máximo exponente del automovilismo de pista y que estaba tan desfasada como exagerada y estúpida es la 18′ de un Mondeo diesel de 140cv.
Ahora entiendo perfectamente el porqué de esas 13 pulgadas. En la F1, como también pasa en MotoGP y Moto2 (sobre los cuales podría explayarme felizmente), se arrastran errores de normativa de bulto y por raro que parezca no tienen fácil solución una vez que se ha dejado hacer a los fabricantes.
Visto lo analizado, parece que si la normativa cambiase en F1 a 18 pulgadas, los coches no se parecerían en nada a lo que hoy conocemos. No se concibe un Formula1 sin alas, pero eso los hace tan diferentes de los coches del mundo real que quizás no sería una mala idea …
Salu222
¿Y que errores de bulto hay en moto GP?, por que a parte de una normativa limitada en los 800 c.c. que impusieron los señores de Honda, no tienen nada grave que impida un desarrollo tecnológico importante.
Impresionante tratado…
¿Hasta que punto un rediseño del coche tan radical favorecería el espectáculo? Unos neumáticos de 18″, con algo más de perfil y de anchura (para compensar por agarre mecánico lo que se pierda de aerodinámico) y unos coches con suspensiones de más recorrido y menos carga en los alerones, junto a los futuros motores turbo de baja cilindrada, deberían ser más «jugones»… Comportamiento algo menos predecible, velocidad de paso por curva más lento y menos «calcado» de vuelta a vuelta, diferencias de comportamiento entre vacío y cargado, y entre neumáticos nuevos y gastados muy marcadas… Igual las escuderías están asustadas por el reto técnico (años de inversión en aerodinámica para nada) pero la F1 gana en conjunto…
El problema es que no han sabido gestionar el cambio de las 500cc de dos tiempos a nuevos motores de 4 tiempos. Lo primero fue duplicar la cilindrada, pero muy pronto la potencia pasó de los 180-190cv de las 500 a mas de 240cv en las 1000. Bajaron la capacidad del depósito, y no sirvió de nada. Redujeron la cilindrada a 800cc para intentar limitar la escalada de potencia, y no lo consiguieron. Esto obligó a las fábricas a desarrollar nuevos motores y chasis desde cero con un coste enorme (tirando de la parrilla a mas de un fabricante) con el problema añadido de que es una cilindrada no extrapolable a las motos de calle porque no existen deportivas de 800cc ni las habrá. Añadieron sofisticadísimos controles electrónicos de tracción y se cargaron el espectáculo una buena temporada, ya que podías tener toda una carrera a las 5 primeras motos a medio segundo unas de otras y no moverse un pelo de ahí por ir al límite de forma electrónica. Ahora van a volver a 1000cc con restrictores y posiblemente sin electrónica … Es de una falta de coherencia inadmisible.
Peor todavía lo han hecho con Moto2, pero ese es otro capítulo.
Salu222
Uff Fanso, creo que confundes el espectaculo con MotoGp, hay un texto muy bueno de Max Oxley en el que explica por que la Nascar mató la evolucion tecnica y su declive en la industria automovilistica de los Usa.
Moto GP (y la F1 por definición) es un laboratorio de soluciones técnicas, donde no tiene por que primar razones comerciales de cilindrada o electrónica.
En primer lugar deseo felicitar al autor por este buen artículo que me confirma lo que ya leí (o acaso escuché) al respecto, que la mayor parte del trabajo de suspensión de un F1 la desarrolla el neumático. De hecho, eso lo leí en algún artículo de motociclismo o solo moto 30 que ya no conservo. Con lo que enlazo con la siguiente pregunta a Fanso ¿Qué problema le ve a Moto2? Tal vez se pueda discutir su categoría como prototipos de carrera al llevar un motor derivado de la serie, pero el igualar el motor obliga a los fabricantes de chasis y suspensiones a esforzarse muchísimo y a los pilotos a aprender a configurar el vehículo para aprovecharlo al máximo. Cierto es que ruedan claramente a unos 2 segundos de las anteriores 250cc, pero es una fórmula mucho más abierta, económica y espectacular. Por otro lado, ya hace dos años, Álex Debón estaba probando en carrera un control de tracción en la Aprilia oficial y 250cc llevaba el mismo camino que MotoGP 800. Seamos claros, las antiguas screamer de 500c con sus salvajes cowboys ya no volverán, por mucho que añoremos a Lawson, Schwantz, Gardner y Rainey (no me olvido de Roberts padre, Spencer ni Doohan) No me parece mal el retorno a 1000cc para MotoGP y estoy totalmente de acuerdo con las opiniones de Dennis Noyes sobre los peligros de permitir a los ingenieros regular las normas deportivas.
Interesantísimo artículo. Yo no sigo mucho la F1, la verdad, pero siempre me ha provocado mucha curiosidad el imparable crecimiento de las ruedas en los últimos años. Cualquier utilitario de hoy en día lleva unos neumáticos que ya los hubieran querido para sí coches de gama alta hace no tantos años. Un 127 monta unos neumáticos de 13″, pero un Corsa de hace 10 también. Sin embargo, que un Mégane normalito de hoy monte 17″, ya no extraña a casi nadie… No sé si esta evolución es positiva o negativa (supongo que según para qué cosas), pero me resulta muy llamativa.
¡Gran artículo!
La incorporación de alerones y demás artilugios aerodinámicos a la F1 fue simplemente genial, pero yo creo que los coches y la competición serían más interesantes sin esos alerones tan desmesurados. Dicho esto, no confío en que el reglamento cambie demasiado en este sentido.
Saludos.
Fanso, la 500 cc screamer de Mick Doohan (para mi el único que sería capaz de batir a Rossi, pero eso es harina de otro costal) llegó a unos 220 cv (con gasolina con plomo, después metieron la sin plomo y se quedaron en unos 210), y la honda rcv 211 de 5 cilindros daba en su ultima evolución la friolera de 270 cv… Y lo del control de tracción, Ezpeleta ya ha dicho que nanai de quitarlo, que la seguridad prima sobre lo demás.
El artículo, maravilloso, hay que leerlo un par de veces para poder comprender todo lo que dice.
Un saludo.
Sus palabras que para mí resultan ser una gran fuente de conocimiento.
Pero… ¿Cual es su opinión? Si tuviese poder de decisión en los “Órganos de Poder” (Llamados FIA, asociación de constructores…) ¿Qué solución apoyaría? ¿Por qué motivo?
Muchas gracias por dedicar su tiempo en compartir con nosotros sus conocimientos atesorados tras muchos años de pasión y trabajo.
Gracias a este artículo he dicho adiós a una duda que me rondaba hace lustros.
Yo pensaba que era un contrasentido tener tanto margen de absorción elástico, y no controlable, en vez de unas suspensiones algo mas largas pero ajustables en multitud de parámetros.
Leo sus escritos con interés enfermizo. Gracias por compartir sus conocimientos.
Un afectuoso saludo.
Javier
Creo que hay un error en la referencia temporal del GP de Montjuich. En el GP de 1969 hubo varios accidentes muy graves por roturas de los soportes de los alerones pero Rolf Stommelem no estuvo implicado en ellos. Rolf Stommelem tuvo el accidente de 1975 que fue el que termino con la F-1 en Montjuich.
Stommelem murio por una rotura de aleron trasero en un Porsche 935 Kremer (K4?).
oalfonso, estoy horrorizado de que usted pueda saber todo eso.
Quizá una evolución lenta de varias temporadas hacia llantas más grandes sería la solución, menos costosa y de menos quebraderos de cabeza para los equipos para no pasar de golpe a la llanta de 18″; por ejemplo en 2011 llanta de 15″, en 2013 o 2014 de 17″ etc.
15pgonzalezs, en esta página encuentras las crónicas de casi todas las carreras de F-1.
http://translate.google.es/translate?hl=es&sl=en&u=http://www.grandprix.com/&ei=Z2DjSr65GZL14Aady7yKAg&sa=X&oi=translate&ct=result&resnum=1&ved=0CBUQ7gEwAA&prev=/search%3Fq%3D%2522grandprix%2522%26hl%3Des%26lr%3D%26sa%3DG%26as_qdr%3Dall
Muchas gracias, eledeluis.
Juanma, un cambio de llantas cada pocos años me parece que sería aún más costoso que dar el salto directamente a las 18″ porque obligaría a cambiar neumáticos, suspensiones, chasis, etc cada pocos años para adaptarse a las distintas medidas.
Creo que la mejor opción sería avisar a los equipos con tiempo (unos cuantos años), permitir una temporada de «transición» y garantizar una vigencia mínima del reglamento para que los equipos puedan amortizar el costo de desarrollar todo desde cero, que es lo que implica un cambio de esta envergadura.
No me imagino cómo puede ser un Formula 1 con llantas de 18 y bajo perfil. Entiendo que el peso del conjunto llanra-neumático subiría considerablemente, aunque reconozco que no sé cual es el peso de los neumáticos de F1 actuales. No creo que Bridgestone se vaya a final de temporada.
Muchas gracias por el artículo, era un tema que me despertaba gran curiosidad.
Saludos
Gracias por el artículo, que me parece excelente, a falta de comprobar, supongo que estarán bien, un par de cuentas. Y aprovechando que ha salido el tema de la F1, propongo que cada uno aporte, al menos, una idea para que la F1 vuelva a ser una competición de velocidad, y no de a ver quién es el que tiene menos vergüenza -con perdón- y para menos en boxes, como pasa ahora. Aquí cito algunas, sin más intención que la de ser un punto de partida:
1.- En lugar de una carrera de 70 vueltas, tres carreras de 18.
2.- Prohibido parar en boxes. Parar supone la descalificación de esa carrera.
3.- Se pueden cambiar neumáticos, repostar, y todo lo que se considere oportuno, pero sólo entre carrera y carrera, donde se podrían cronometrar los cambios de neumáticos, repostajes, etc; puntuables para el Mundial de Constructores.
4.- Asignar puntos a cada puesto conseguido en la parrilla de salida, a las vueltas rápidas, incluso a los adelantamientos (aunque sólo sea para tenerlos en cuenta en caso de empate).
5.- Que el piloto perseguido vea una luz en su cuadro cuando quien le persigue consiga poner a la par de su eje trasero el delantero, de modo que quien va delante tenga obligación, no de ceder el adelantamiento, pero sí de dejarle una trazada libre por esa zona (interior o exterior) por la que le han «apuntado» el morro.
6.- Los 10 primeros clasificados invierten sus posiciones en la parrilla de salida de la siguiente carrera y son penalizados con lastres que van, de cinco en cinco, de los 50 a los 5 kgf.
7.- Organizar una copa monomarca, previa a las carreras, con los pilotos de F1. Un amigo acaba de recordarme que la que, ya hace algunos años, se organizó con los 190 2.3 16V la solía ganar un «desconocido» que ocupaba los últimos lugares de la parrilla con su Toleman-Hart.
Un saludo,
José Ángel Chasco.
«Rolf Stommelem tuvo el accidente de 1975 que fue el que termino con la F-1 en Montjuich.»
Correcto. Por rizar ya el rizo, revisando fotos y tirando de archivo, era en el 69 cuando los coches equipaban esos alerones a casi 2 metros de altura, y cuando G.Hill se accidentó por rotura de ese gran alerón trasero durante el GP de Barcelona. (el coche no se retiró de la pista y más tarde Rindt que lideraba la carrer, se estrellaba con el coche abandonado).
Hill:
http://i38.tinypic.com/30n7wxz.jpg
Rindt:
Quitar 30n7wxz.jpg del link anterior y sustituirlo por 1zqv9rd.jpg
En el 75 los coches se caracterizaban ya por las grandes tomas de aire tipo caja encima de la cabeza, que un año más tarde quedaron prohibidas pasando a canalizarse el aire minuciosamente junto al cockpit.