Casi todos los grupos sociales más o menos cerrados, ya sea por motivos raciales, profesionales, de nivel socio-económico o simplemente de afición compartida, tienden a crearse un pseudo-idioma para uso interno, que no llega a dialecto, sino que es más bien una jerga que sirve tanto como santo y seña para reconocerse entre los integrantes del grupo, como para que el resto de la sociedad tenga dificultades para entenderles o, en todo caso, se sienta extraño en dicha compañía. Se trata de dejar bien sentado quien pertenece y no pertenece al clan, al círculo íntimo.
Así, tenemos el “caló” de los gitanos, el “cheli” de los barrios populares del sur de Madrid (ya en decadencia para cuando Paco Umbral se lo apropió, con unos cuantos años de retraso), o el incalificable parloteo (con tonillo gangoso incluido) de los “pijos” del barrio de Salamanca, también de Madrid; aquél que saltó a la fama, hace nada menos que cincuenta años, en un famoso artículo del ABC sobre “los niños de Serrano”, con el que media España se descacharró de risa al leer aquello de “incinérame un cilindrín” para pedir fuego, o “me apestan las manos a volante”, o “vengo de tumbar la aguja bajando perdices”.
Ya más en serio, y en plan más profesional, el mundo de la náutica, sobre todo el de la vela, tiene su propio idioma, incomprensible para el profano, por muy culto que sea en otras materias. Así, una embarcación no tiene longitud, anchura y altura, sino eslora, manga y puntal, que no sé si es lo mismo que calado, o algo distinto. Y tampoco hay a bordo más cuerda que la del reloj, porque lo que sirve para sujetar las velas son cabos (y estachas, y calabrotes, y Dios sabe cuantos nombres más). Lo que me pregunto es como, a bordo del “Juan Sebastián Elcano”, distinguen entre uno de estos cabos y el que es más que marinero raso y menos que sargento; pero seguro que nuestros guardiamarinas tienen resuelto el problema. Y tampoco está de más saber, si te embarcan como invitado en un chisme impulsado a vela, que cuando alguien grita “¡trasluchar!”, hay que agachar la cabeza inmediatamente, porque llega un artefacto llamado botavara, girando a toda mecha al cambiar de un lado al otro la vela mayor, que te puede arrancar la mencionada cabeza, sobre todo si es una viga de aluminio de varios metros de longitud, de palmo y medio de alto y uno de grueso, como en un “Copa América”.
Pero desembarquemos y vayamos a las actividades de tierra firme, donde la mayoría nos sentimos más seguros y en un entorno menos hostil, en principio. Pero solo en principio, porque a diferencia de la náutica, cuyo arcano idioma no ha variado desde el siglo XVII, poco más o menos, las jergas de tierra firme tienden a irse modificando sobre la marcha, y además rápidamente, a fin de que quede claro quiénes son los que “están en la pomada” y dominan las últimas novedades llegadas a ese no escrito diccionario.
Un ejemplo es el de los cronistas futboleros, sobre todo en radio y TV (no es que yo le preste mucha atención a CR9 y compañía, pero sí algo por curiosidad sociológica); aquí el influjo de los colegas argentinos ha sido crucial. Antes, un delantero debía “regatear” al defensa que le entraba; ahora, no. Para empezar, el defensa “le aprieta”, por lo que el delantero debe “encarar el uno contra uno”. Y si consigue desembarazarse de lo que antes era el marcaje y ahora “la marca”, antiguamente buscaba el pase al hueco del compañero desmarcado, mientras que ahora “levanta la cabeza” (momento que debe ser crucial, porque el locutor pone un acento transcendente). Por lo visto, en tiempos de “Piru” Gaínza o Gento, el extremo centraba sin mirar, y que el balón cayese donde cayese; lo curioso es que, no sabemos si levantando la cabeza o no, el balón solía ir a parar a otra cabeza (la de Zarra) o a los pies de Di Stefano, que ya es mérito conseguirlo sin haber levantado la cabeza. Por otra parte, ahora la pelota ya no se centra o se chuta, sino que quien la impulsa “la deja”, “la pone” o “la toca”. ¡Ay, el dichoso “toque”, elevado por Guardiola a niveles casi místicos!; antiguamente, a eso se le llamaba “bailarle al contrario”, pero ahora es algo mucho más serio.
Claro que en el ambiente del automóvil tampoco nos quedamos cortos. Por supuesto que si alguien, en una conversación intranscendente, dice algo acerca del “bólido” que pilota Fernando Alonso, despierta una sonrisa piadosa y queda irremisiblemente marginado, porque ya sabemos que no es “uno de los nuestros”, como le ocurrió a Ray Liotta, el mafioso chivato de la película de Scorsese. Pero si dice un “torpedo”, entonces la cosa cuela, porque como señala algún cronista televisivo con arrobo, eso lo dice Alonso. Tiempo atrás, un coche con aceleración vertiginosa y buena velocidad punta era “un disparo”, “un tiro” o “una tralla”, mientras que ahora tiene “un motor que corre mucho”; por más que me empeño en hacer campaña entre los colegas, no consigo convencerles de que el que corre es el coche, no el motor; pero que ni por esas. Para demostrar que se forma parte del auténtico círculo iniciático hay que decirlo así; pero no es cuestión de preocuparse demasiado, porque como ya he dicho, la moda cambia rápidamente, y ahora ya casi nadie se acuerda de decir que “el coche se lo cree todo”, para indicar que tiene muy buena estabilidad y responde con nobleza incluso a las solicitaciones más bruscas. Pero el clásico “se agarra” o “se sujeta” seguirá, mal que bien, siendo un valor seguro, mientras que esos giros “sólo para iniciados” desaparecen en cuestión de dos o tres años.
Un último aspecto es el de la innecesaria introducción de galicismos o anglicismos para demostrar: uno, que se dominan idiomas; y dos, que se está al corriente del slang internacional. Puedo entender que a Pedro De la Rosa se le escape lo de grip para dar a entender agarre o adherencia, porque es como él lo está diciendo a diario dentro de su equipo, donde se habla en inglés; pero la palabreja inglesa no es, en modo alguno, más exacta que las dos castellanas, puesto que la traducción del verbo “to grip” es agarrar, coger, abrazar o sujetar con fuerza. Tiempo atrás, cuando lo que predominaba era el influjo francés, el aficionado que quería dárselas de entendido decía que un coche había hecho un “tetaqué” (pronunciación más o menos aproximada del original tête à queue), para indicar que había hecho un trompo o lo que los catalanes llaman una “virolla”, sustantivo cuya etimología desconozco, pero que aun así me parece muy definitoria del suceso. Quizás por ello, incluso en la jerga castellanoparlante se ha introducido lo de “envirollarse”, porque resulta muy expresivo. Por el contrario, no acabo de entender lo de “sacar marchas” en vez de reducir o bajar marchas; si las sacan, ¿dónde las meten? Coñas aparte, vamos a ir echando ya el cierre.
Y lo haré con un detalle en el que, por una vez, habría que mantener la expresión inglesa, mientras que los de la TV se han empeñado en castellanizarla. Se trata de lo que toda la vida, y en todos los idiomas, se han llamado siempre boxes o, en todo caso, pits. Y se hace así en todos los idiomas porque ese entorno espacial al que se quiere hacer referencia no tenía existencia funcional hasta que llegaron las carreras. Bueno, lo de boxes (o sea cajas, o mejor en este caso, cajones) se emplea en hípica para el carromato situado transversalmente en la pista donde se encajona a los caballos para dar la salida, abriendo todas las portillas a la vez. Pero empeñarse en llamarles garajes no tiene sentido, porque garaje (del francés garer, o sea, guardar) es donde se guarda un vehículo; que es lo que ocurre cuando el coche de carreras llega, averiado y a la pata coja, y lo meten para dentro, y entonces sí que cumple la función de garaje. Decir taller ya sería un poco más exacto, porque cambiar ruedas y repostar se puede asimilar a lo que se hace en taller; pero son ganas de complicarse la vida. De lo contrario, ¿por qué se sigue diciendo línea de boxes, para luego a dichos boxes llamarles garajes?
En cuanto a lo de pole position, todo el mundo (incluidos mis tantas veces mencionados comentaristas televisivos) sabe lo que es y lo menciona con toda naturalidad, pero muy pocos saben lo que significaba en su origen; y por lo tanto, no se han molestado en explicarlo en alguno de esos espacios didácticos con los que rellenan el tiempo (con gran acierto en la mayoría de los casos, todo hay que decirlo) previo a la competición. Como tantas otras cosas, la expresión viene de las carreras de caballos, y más concretamente de su versión americana, donde la competición clásica era el cuarto de milla, pero no en línea recta, lo que sería difícil de observar para el público, sino en un circuito con dos rectas y dos curvas. De ahí viene la raza de caballos, sprinters puros, conocida como quarter horse y originaria de Kentucky. O sea, que la pista era como la actual de atletismo, cuyos 400 metros también se derivan de los 402,34 metros que son el cuarto de milla.
Pues bien, la salida y la meta, que eran el mismo punto (recordemos Indianápolis), estaban a la mitad de una de las dos rectas (la más próxima al palco, cuando lo había, porque en las carreras de pueblo, ni palco ni nada), y no al final de la recta como en las pistas de atletismo actuales. Dicho punto estaba marcado por un pole (o sea, un poste), que servía para sujetar la cinta de salida (la llegada se calculaba a ojo, no con cinta como luego se hizo en atletismo). Por lo tanto, tener derecho a estar situado junto al poste (pole position) era importantísimo, ya que no había más que unos 50 metros hasta la primera curva, y si se tomaba por el interior, la ventaja era fundamental para la contrarrecta, y de nuevo la segunda y última curva, y a meta. Porque, evidentemente, no había compensación: todos salían detrás de la cinta transversal, y estar en el poste, por el interior, era una ventaja nada despreciable. Y se acabó.
http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1960/01/31/005.html
Creo que D. Arturo se refiere a este artículo.
Lo único que saco en claro de su artículo es que no le gusta la evolución del lenguaje.
Pues yo he aprendido el origen de «pole position».
Gracias Arturo. 🙂
Saludos,
Gabriel.
Me ha gustado leerlo.
«Q» ha dado en el clavo. Ese era el artículo de ABC. Recuerdo que lo estuvimos leyendo en en el Aula Magna de Físicas de la Ciudad Universitaria de Madrid (estaba yo entonces haciendo Selectivo), y nos partíamos de la risa.
En cuanto al comentario de «Chandler», le diré
«Q» ha dado en el clavo. Ese es el artículo de ABC al que hacía referencia.
En cuanto al comentario de «Chandler», y tal y como se titula otro blog de esta misma web, la evolución del lenguaje «ni me va, ni me viene». La cuestión es que el fenómeno al que ya hacía referencia no lo considero en absoluto evolución del lenguaje, que me parece que es algo bastante más serio. A lo que yo me refería, y me sigo refiriendo, es a ese intento, en ocasiones un tanto patético (sigue siendo mi opinión) de fabricarse una jerga para uso exclusivo y sobre todo diferenciador y excluyente, de un clan, grupo, profesión, mafia o lo que se quiera, pero siempre con la intención, no de crear ni evolucionar el idioma, sino de marcar terreno propio. ¿Por qué ya no se oye decir, tal y como estuvo de moda hace unos pocos años, aquello de «alucino en colores»? Pues porque ya se lo aprendió demasiada gente, y ya no sirve para demostrar que se «está en la pomada» (otra locución que ya ha caído en desuso). Es lo mismo que el anglicismo «cool», que dentro de poco ya no lo dirá nadie, porque lo están diciendo incluso aquellos que ni saben lo que significa en inglés. Creo que estos modismos que aparecen y desaparecen en bastante menos de una década no son evolución del lenguaje, que se supone es algo que va cambiando en función de necesidades de adecuación del mismo a nuevas situaciones de la realidad, ya sean sociológicas, tecnológicas o de cualquier otra índole; al menos, yo lo veo así.
La identificación de un grupo con un habla no se restringe a los grupos profesionales, las tribus urbanas o los círculos sociales. Es un fenómeno perfectamente natural y nada patético. Es el mismo que explica que existan muchos idiomas y que las comunidades de hablantes no quieran adoptar otro que el suyo (ahórrenme las arengas nacionalistas, que esto no va de eso).
El idioma, el dialecto, la jerga y el idiolecto son, entre otras muchas cosas, señas de identidad (colectiva en los tres primeros casos, e individual en el último). Y no puede ser de otro modo. Nunca ha sido de otro modo. Nunca será de otro modo.
Todas estas variedades marcan fronteras entre ellos y yo, o entre ellos y nosotros. El un fenómeno que tiene consecuencias deseables e indeseables, pero que es tan inevitable, natural y moralmente neutro (siempre que la política no lo mancilla), que me sorprende que alguien pueda oponerse a él. O calificarlo de patético.
Y no, la evolución del idioma (que no lenguaje), no es nada serio. Ni está en manos de nadie, ni puede acotarse, y mucho menos puede someterse a un período de carencia de un decenio (qué barbaridad). Todo vocablo y expresión se crea, prospera y cae en desuso tarde o temprano. Que ese ciclo tenga lugar en uno, diez, cien o doscientos años no importa. Sigue siendo evolución del idioma. A ver si dejamos de ponerle puertas al campo y empezamos, de una vez, a considerar que todos los hablantes (salvo los políticos) somos inocentes.
Resulta realmente asombroso que, en el corto espacio de 24 minutos desde que yo pegué mi aclaración a «Chandler», a «pgonzalezs» le haya dado tiempo a leerla, captar lo que en ella se dice (y sobre todo, lo que se quiere decir), escribir su comentario, y pegarlo. No sé si será un récord, pero cerca debe andarle. Pero la impresión que yo saco es que, con las prisas, no ha querido, o no ha querido entender, lo que yo creía haber comunicado con bastante claridad en la entrada inicial, y en la posterior aclaración. Más bien parece que el tema del idioma o el lenguaje es algo que le tiene muy preocupado (e incluso, por su estilo, encrespado) a «pgonzalezs», y ha aprovechado la ocasión para largar sus teorías sin pararse a analizar si tienen algo, poco o mucho que ver, con lo que yo vengo diciendo. Pero ya metidos en harina, vamos a ir hasta el fondo del asunto; estamos en las semi-vacaciones de Semana Santa, y se supone que tenemos algo más de tiempo.
«La identificación de un grupo con un habla no se restringe a los grupos profesionales, las tribus urbanas o los círculos sociales. Es un fenómeno perfectamente natural y nada patético. Es el mismo que explica que existan muchos idiomas y que las comunidades de hablantes no quieran adoptar otro que el suyo» (y efectivamente, nos ahorraremos las arengas nacionalistas, porque esto no va de eso, hasta que «pgonzalezs», no sé a cuento de qué, las ha citado). Pues me parece muy bien o, mejor dicho, ni me molesto en comentarlo, porque no tiene nada que ver con lo que yo estoy defendiendo.
«El idioma, el dialecto, la jerga y el idiolecto son, entre otras muchas cosas, señas de identidad (colectiva en los tres primeros casos, e individual en el último). Y no puede ser de otro modo. Nunca ha sido de otro modo. Nunca será de otro modo.» Me reafirmo en lo antes dicho, no sin antes manifestar mi admiración por la fe que «pgonzalezs» tiene en sus arraigadas ideas; esos «nunca» indican que estamos ante un auténtico militante o creyente, aunque no tengo nada claro en qué creencia.
«Todas estas variedades marcan fronteras entre ellos y yo, o entre ellos y nosotros. El un fenómeno que tiene consecuencias deseables e indeseables, pero que es tan inevitable, natural y moralmente neutro (siempre que la política no lo mancilla), que me sorprende que alguien pueda oponerse a él. O calificarlo de patético.» De nuevo a vueltas con la política; empiezo a sospechar que por ahí viene el origen del encrespamiento der «pgonzalezs».
Llega ya mi turno; con el comentario al último párrafo volveré sobre lo que yo quiero decir, pero ahora voy a aclarar (desde mi punto de vista) el tema de los idiomas como tales, y no el de esas jergas de uso interno a las que hacía referencia. El idioma es, antes que nada y por encima de cualquier otra consideración (me voy a poner yo también enfático, ¡qué carambia!), un medio de comunicación; creo que, sin duda alguna, el medio de comunicación más importante entre los seres humanos. A partir de ahí, y junto con el arte culinario, el folklore artístico, y los usos y costumbres más variados, conforman esas señas de identidad (grupal, racial o nacional) a las que «pgonzalezs» hace referencia. Pero no olvidemos el origen: ante todo, el idioma es un medio de comunicación. Y por ello mismo, fue una desgracia lo de la Torre de Babel, porque con aquel supuesto idioma único (que, evidentemente, nunca existió) nos hubiésemos entendido todos mucho mejor desde hace siglos y siglos. Yo no soy de los que se rasgan las vestiduras porque, cada vez que se muere algún viejecito en una pequeña isla de la Micronesia, desaparece un idioma. Los idiomas (puesto que existern muchos), están para comunicarnos, y no para separarnos; pero como hay que ser práctico, esto lo dice alguien que se maneja con aceptable soltura en tres idiomas diferentes al suyo propio, y conste que en estos tres no entran ni los cuatro años de latín que estudié en el bachillerato, ni el portugés que entiendo bastante bien pero no lo hablo, nu mucho menos el euskera que, por mis orígenes, podría haber tenido la curiosidad de intentar aprender. Pero fiel a mi teoría de que los idiomas son para unir, y no para separar, he preferido dedicarles el tiempo al francés, el inglés y el italiano.
«Y no, la evolución del idioma (que no lenguaje), no es nada serio. Ni está en manos de nadie, ni puede acotarse, y mucho menos puede someterse a un período de carencia de un decenio (qué barbaridad). Todo vocablo y expresión se crea, prospera y cae en desuso tarde o temprano. Que ese ciclo tenga lugar en uno, diez, cien o doscientos años no importa. Sigue siendo evolución del idioma. A ver si dejamos de ponerle puertas al campo y empezamos, de una vez, a considerar que todos los hablantes (salvo los políticos) somos inocentes.» Ahora ya puedo volver alo que yo, desde el primer momento, quería expresar. Esas pequeñas jergas están hechas (consciente o inconscientemente) para separar a un grupo, más o menos pequeño, dentro de su propia sociedad y de su propia idioma; no crean idioma, puesto que las palabras que utilizan vienen todas (o casi todas) en el diccionario; es la acepción que se les da la que intenta crear esa barrera entre el grupo y el resto de la sociedad en la que está inmerso. Y eso, mal que le pese a «pgonzalezs», a mí me parece patético. Y lo es tanto en lo inútil de su intento (siguen siendo un grupo inmerso en una sociedad más general) como en lo corto de su duración; porque, y me reafirmo en lo dicho desde el primer momento, muchos de esos giros no sobreviven ni una década. Porque «pgonzalezs» ha preferrido pasar como sobre ascuas sobre los ejemplos que yo he puesto; clarto que no sé si los conoce, porque al no saber cuál es su edad, es posible que algunos de ellos sean anteriores a su experiencia. Al fin y al cabo, el artículo de ABC que otro bloguero recuperó hábilmente, es de hace cincuenta años.
Cuestionar la comprensión de sus lectores en vez de debatir o rebatirles is such a wrong move, querido blogger. Se trata de una argumentación ad hominem y eso, es un FAIL!.
Obs.
Sr. de Andrés: Para tener la capacidad de entenderse hablando con tantas personas de tan diversa procedencia en el idioma natal de estas, y por la experiencia vital que atesora, me da la impresión de que tiene ud. poca correa.
Por cierto, su capacidad de entender lo que dice pgonzalez y replicar también lo es en tiempo record.
No se lo tome como una afrenta, es solo una inocente opinión.
Un saludo.
My dear «Observador»: Si, a juzgar por lo que ha escrito, me parece que un blogger no ha querido o no ha sabido entender lo que yo decía, me parece absolutamente correcto cuestionar su respuesta, lo cual no es cuestionar su capacidad intelectual para entender esta o cualquier otra cuestión, sobre todo si hubiera puesto más atención en leer con detenimiento lo que en principio yo escribí, o no hubiera estado nublado por su intento de relatarnos una serie de conceptos con los que se puede estar de acuerdo o no, pero que nada tienen que ver con mi entrada original. Lo que me asombra mucho es que Vd considere que no le he rebatido sus argumentos (que cada cual juzgue si con eficacia o no), porque me parece que toda mi respuesta estaba centrada precisamente en primero en debatir y luego en rebatir lo dicho por «pgonzalezs». Así que I can’t see the wrong move por ninguna parte, porque la dialéctica tiene sus normas, y yo no creo haber infringido ninguna de ellas. A ver si al final va a resultar que en un blog todo el mundo puede decir lo que le parezca excepto el titular del mismo, siempre que se guarden las formas.
Estimado e inocente JJPDB: Está Vd en su pleno derecho de opinar acerca de mi capacidad de aguante, pero acaba Vd de incurrir en un desliz que precisamente indica su obsesión por «pillarme», al decir que mi respuesta también fue en un tiempo récord. Porque si se hubiese tomado la molestia de mirar con atención el encabezamiento, en lugar de atacar a toda velocidad, habría observado que mi respuesta a «pgonzalezs» está hecha no con un retraso de 17 minutos, sino de un día y 17 minutos; lo cual es tiempo suficiente, creo yo, para haber meditado un poco. Espero que esta corrección en cuanto a los tiempos no le parezca, nuevamente, una falta de correa. Lo siento, pero me lo ha puesto Vd. muy fácil.
A. de A., tengo la sensación de que este formato de comunicación y usted aún están en una fase de descubrimiento mutuo y andan palpándose los contornos; ignoro por completo si ha tenido experiencias anteriores en blogs pero su reacción es la propia de los acostumbrados a la docilidad y pasividad del público al que se dirigen.
Un blog es interactivo, a veces lo es injustamente, y además horizontal. Internet nos iguala a todos, a los asnos y a la gente brillante, a los cultos y a los que escriben con dificultad el propio nombre y todos tienen igualdad de oportunidades para debatir o avergonzar a la concurrencia con sus ocurrencias.
Es así, no sé si para bien o no: antes uno se informaba de las fuentes con mayor y mejor conocimiento y hoy en día esto de internet es un magma calentorro de comentarios desinformados donde hay que saber reconocer dónde está el conocimiento para apartarlos de los que hablan de oídas.
Es mi impresión que el comentario de pgonzalezs le ha sorprendido con el paso cambiado, y sé que consejos no necesita, pero en lo que valga le doy uno: si quiere sobrevivir al magma de reacciones que sus entradas suscitarán, ha de medir sus intervenciones con exquisito tino para hacerlas todo lo redondas e inexpugnables que pueda, pues cualquier arista en sus comentarios será ferozmente contestada por la asombrosamente reactiva y escasamente dócil población de internet.
Lo bueno es que Internet le enseña a uno las virtudes castradoras de la autocensura.
Algo bueno tenía que tener, supongo.
JM
Se queja usted de las jergas, y en uno de sus comentarios escribe «Así que I can’t see the wrong move por ninguna parte». De verdad que, por más que lo pienso (para que luego no diga que he contestado precipitadamente), no lo entiendo.
Y, respecto a lo que usted propone, cada profesión tiene su lenguaje. Pregúntele a cualquiera de la calle no interesado en los coches qué significa sobreviraje (que no viene en el DRAE, por cierto).
La respuesta de A de A a mi comentario no es un ataque ad hominem, o al menos yo no lo siento así. Ello no significa que la intervención nº 8 sea trigo limpio. La mitad de lo que dice en ella se refiere a mí, y no a lo que yo digo. A de A pone en cuestión mi voluntad de entender lo que él dice, hace alusión a mi edad (quizá porque supone que es mayor que yo y, de algún modo, eso resta credibilidad a mis argumentos), me acusa de ser militante de una ideología sin especificar, o adepto de un credo misterioso, y, de pasada, me informa con intrigante detalle de su facilidad para los idiomas.
Todas estas reflexiones exomacetales (en mis ratos libres me dedico a la neología de salón) nada tienen que ver con el fondo del debate y las pasaré por alto por dos motivos. En primer lugar, porque soy un caballero y no tengo por costumbre sacar la cinta métrica para intimidar al personal; y en segundo lugar, porque sospecho que A de A se dejó llevar por la impresión de que yo era un exaltado irrespetuoso. Pelillos a la mar, pues.
Pasando a cosas más pertinentes, observará usted, don A de A, que yo dije que los idiomas, dialectos, jergas etc. eran instrumentos de identidad «entre otras cosas». Coincidimos plenamente en que su función primordial es la comunicación.
Dice A de A «Esas pequeñas jergas están hechas (consciente o inconscientemente) para separar a un grupo, más o menos pequeño, dentro de su propia sociedad y de su propia idioma; no crean idioma, puesto que las palabras que utilizan vienen todas (o casi todas) en el diccionario; es la acepción que se les da la que intenta crear esa barrera entre el grupo y el resto de la sociedad en la que está inmerso.»
Dudo que pueda encontrar usted a un lingüista que esté de acuerdo con usted en lo que dice ahí. Las jergas, los dialectos, los idiolectos y demás familia SON el idioma, pertenecen a él, no son derivados, no toman las palabras del idioma, porque el idioma es todo. El DRAE, como cualquier diccionario de cualquier idioma, es una recopilación (hecha con un criterio más o menos aleatorio) de un manojito de palabras y expresiones de la lengua general, pero el idioma es mucho más rico. Contiene la jerga de los juristas, la de los periodistas del motor, el dialecto de Palencia, el idiolecto de Chandler, el habla de las pescaderas de Sanlúcar… y todas estas hablas evolucionan con el idioma, indisociablemente. Que los académicos de la lengua escojan las que les parecen más comunes, y les atribuyan las acepciones que consideren más generales no las transforma en la totalidad del léxico de un idioma, ni las consagran en modo alguno. Mal que le pese a usted.
A usted le parece «patético» que, muchas veces, la evolución se produzca porque un término de la jerga se populariza. En realidad, es un fenómeno que me parece enriquecedor (significa que un término ha pasado al repertorio del habla general) y perfectamente natural y neutro. Es normal que los hablantes de una jerga utilicen esa jerga para reconocerse entre ellos. ¿Qué tiene eso de malo? ¿No se hace lo mismo con la ropa, el peinado, los bailes regionales, los cantos populares y el rock&roll? ¿Qué tiene de sagrado e intocable el idioma?
Usted se inventa que la aparición de una jerga se debe sobre todo a un intento de diferenciarse. Algo de eso hay, pero un lenguaje especializado tiene por propósito principal la comunicación (¿recuerda?) y, más concretamente, la comunicación unívoca. Un lenguaje especializado no se presta a interpretaciones ni a equívocos, y es necesario en muchas profesiones y grupos para conseguir que la comunicación sea eficaz. Es cierto que hay grupos que crean formas de comunicarse que tienen como objetivo casi exclusivo la identificación de otros miembros del «clan». ¿Y qué? ¿Qué tiene de patético, si al mismo tiempo enriquecen el idioma y contribuyen a generar léxico?
Claro que ahora que lo dice, no me cuesta imaginar que cuando, en tiempos, las clases altas empezaron a utilizar «abandonar» en lugar del castizo «desamparar», debieron ser muchos los que tacharon de «patética» dicha frivolidad (en la que incurría el mismísimo Garcilaso). Poco sabían ellos, claro.
Sr. De Andrés: Lleva ud. razón en que me he equivocado totalmente en cuanto a la rapidez en contestar. Le pido disculpas.
En cambio es ud. el que se equivoca al atribuirse tanta importancia como para ser una obsesión para mi, le aseguro que mi comentario es fruto de que su actitud me llamara la atención por la falta de delicadeza (a mi entender) hacia personas que se toman la molestia de comentar una entrada de su blog.
A lo mejor en esto tambien estoy equivocado, ya que según leo en sus entradas y los comentarios correspondientes, es ud. una persona muy importante. Para mi era totalmente desconocido, por lo que ahora le prestaré mas atención a esta mi obsesión desconocida para apreciarle.
Reciba un cordial e inocente saludo.
Ratifico la sospecha mía de que usted resulta misacantano en un medio en el que, a diferencia de otros medios, el artículo no es el principio y el fin de la comunicación sino el punto de partida de un debate en el que podrá participar o no y con la intensidad y extensión que crea más oportunos.
En mi opinión y por ello, creo D. A de A., que desacostumbrado a la réplica ha reaccionado con inesperada dureza a aquellos que han dignificado su entrada con sus comentarios, pues en un blog, el alimento espiritual del autor se mide por la cantidad y calidad de las reacciones que suscita y no siendo pocos y aunque uno no sea objetivo valorándose, parece habernos valorado como peones en su tablero y no como los caballos que le acompañamos en su aventura digital.
pgonzalezs es hombre en lo que se lee de letras muchas, de ingenio templado y humor vivo e inmerecido de la aspereza dispensada. JJPDB es colega en los códigos y sus artículos aunque pisamos jurisdicciones distintas y desde luego su animosidad es cualquiera otra menos molestandi.
Ea. Que le quieren, que le queremos, pero que la carrera de su pistón debe ser un poco más larga, D. A de A., que ralentizar a 5.000 rpm le va a generar mucho calor que disipar.
JM
Amén, compañero.
Estoy absolutamente de acuerdo con los tres primeros párrafos del comentario 13 de JotaEme; ahora bien, que Internet tenga de bueno enseñar las virtudes castradoras de la autocensura es algo que no casa muy bien con lo expresado en dichos tres párrafos. ¿O es que dicha autocensura la debe aplicar el titular del blog, mientras que hay barra libre para el resto de blogueros? Siempre he tenido tendencia a decir lo que pienso, y cada vez más tiendo a ser eso que ahora se viene llamando «políticamente incorrecto». Si va a resultar que a estas alturas de la película, cuando por primera vez entro en el mundo internauta, tengo que aplicarme la autocensura, pues apaga y vámonos.
En cuanto al comentario 14 de Chandler, tal parece que no hubiese leído previamente el 9 de Observador, en el que introduce los términos ingleses «wrong move» y «fail». Pero si, siguiéndole humorísticamente la corriente, yo digo «I can’t see», ¡anatema!, estoy cayendo en mi horrenda aversión a las jergas. Si a esto no se le puede llamar ir a cazarle a uno, que venga Dios y lo vea. Por otra parte, todos estamos utilizando locuciones latinas del tipo «ad hominem», y nadie se encrespa por ello; y con razón, ya que ni ellas (ni las mínimas incursiones en el inglés por parte de Observador y mía), pretenden crear un arcano sistema de comunicación que nos aisle del resto de la comunidad. Y por cierto, acabo de ver el Gran Premio de Malasia por la tele, y en repetidas ocasiones Lobato nos ha transmitido que Buemi se quejaba de que su coche tenía un «subviraje» tremendo. Así que gracias a La Sexta, ya se van popularizando esos términos, que por otra parte no son jerga, sino correctas denominaciones de un fenómeno físico en el comportamiento rutero de un vehículo.
Respecto al comentario 15 de «pgonzalezs», ya hemos empezado a entendernos en cuanto a que la función primoridal del idioma es la comunicación, y a que dicho idioma va evolucionanado, de una forma más o menos natural, debido a la presión de condicionamientos sociológicos, históricos y tecnológicos. Pero mi interlocutor, al margen de ilustrarnos con unos muy acertados conceptos respecto a los idiomas en general, se niega a entrar en el meollo del asunto que yo planteé, y que él ha derivado a un campo mucho más general. Cuando alguien dice eso de «este motor corre mucho», ¿está contribuyendo, ni tan siquiera mínimamente, a enriquecer o a evolucionar el idioma? En primer lugar, es una incorrección, puesto que lo que corre es el coche (con el motor dentro, por supuesto), y en segundo lugar, no aporta ningún vocablo, ni tan siquiera giro del lenguaje, que suponga una aportación al mismo. No; simplemente emplea una locución que sirve para marcar terreno y demostrar que forma parte del «círculo interior» de los «enterados»; y además, con la voluntad implícita de abandonar el uso de dicha locución en cuanto empiece a hacerse demasiado usual, y ya no sean sólo los ocupantes de lo que él considera el «sancta sanctorum» del conjunto de aficionados, los que lo utilizan. Al respecto, puse unos cuantos ejemplos prácticos, que mi interlocutor ha desdeñado olímpicamente. Y espero que esto no se considere un argumento «ad hominem», pero no veo forma de obviar lo que voy a decir: este es, en principio, un blog de coches, y en él, y hablando de coches (y de lo que yo, con mayor o menor acierto, pero de modo marginal respecto al asunto, denominé «jergas para enterados») hemos acabado pasando a los idiomas. Y aquí de lo que se trata es de si alguien en la tertulia de este blog, aparte de mí, ha sido testigo de esa aparición y desaparición (en períodos inferiores a la década, mal que le pese a quien no haya sido testigo de ello) de este tipo de locuciones. Porque el que no lo haya advertido podrá entender mucho de idiomas, pero no está metido en el mundillo del automóvil, al menos con la suficiente perspectiva histórica; porque todo lo que, desde la primera entrada, he escrito respecto a las apariciones y desapariciones de ese tipo de expresiones, es fruto de la observación directa, y eso no hay quien lo mueva.
Lo cual nos lleva al comentario 16 de JJPDB, cuyas disculpas (innecesarias, por otra parte) están aceptadas, pero que introduce una frase que da pie para cerrar este comentario. Dice así: «… según leo en sus entradas y los comentarios correspondientes, es ud. una persona muy importante. Para mi era totalmente desconocido, por lo que ahora le prestaré mas atención…». Qusiera hacer notar, en primer lugar, que sobre la mayor o menor importancia de mi persona han sido los comentarios lo primero, y mis explicaciones lo segundo; pero, que yo recuerde y acabo de releerlas, en ningún momento me he autoadjudicado la calificación de importante; simplemente he comentado anécdotas y circunstancias de mi ejecutoria profesional. Si a Vd eso le parece ser importante, es su opinión, no la mía.
Y lo segundo interesante es cuando dice «para mí era totalmente desconocido», aspecto que han señalado algunos otros blogueros; y no sé por qué, sospecho que alguno que otro de aquellos con los que estoy manteniendo ciertas controversias. De lo que no puedo pedir perdón es de acabar de cumplir 70 años de edad, de cumplir en este mes exactamente 48 años de mi primer artículo publicado, de ser hijo y nieto de profesionales del mundo de la automoción, de haber tenido unos estudios que me suministran una siempre insuficiente pero aceptable base técnica, y de que mi ejecutoria no sólo profesional, sino incluso vital, está íntimamente ligada al automóvil.
El periodismo del motor, por el simple hecho de que Gutenberg es muy anterior a Bil Gates, empezó con el papel, y ahora se ha abierto al mundo electrónico; santo y bueno. Pero todos los que reconocen no haber oido nunca mi nombre, al menos deberán reconocer que el resto de blogueros que sí lo han hecho al menos las llevan la ventaja de tener una panorámica más amplia del periodismo del motor. Aunque no sea más que «por chuscos» (como en tiempos se decía en la mili) sí que soy bastante conocido en ese ambiente; lo que parece ser que le ha rechinado a más de uno es que, al menos hasta el momento, los comentarios de quienes dicen conocerme (por mi trabajo, que no personalmente) hayan sido elogiosos (en ocasiones, lo reconozco, incluso excesivamente entusiastas, pero este es un medio libre, ¿no?). Casi espero con ansia que alguien escriba diciendo «llevo 30 años leyéndole, y no me gusta nada lo que escribe, ni su estilo, ni los contenidos, ni la fiabilidad de sus opiniones»; al menos, opinaría sobre mí con cierto conocimiento de causa. Como ya he dicho, el mundo del periodismo del motor es bastante más amplio que un blog: también existen las revistas, los periódicos (deportivos o diarios), las radios e incluso las teles. Y creo que en una de mis anteriores entradas ya dejé meridianamente claro que no soy nada corporativista.
Hola amigos
Permitidme un inciso, o que al menos haga un comentario sobre la carrera de hoy.
En alguna parte de este blog, no se si por A de A se ha mencionado, con otras palabras, que Lobato se pasa tres pueblos en las retransmisiones cuando habla de los rivales de F. Alonso y los hace aparecer como “los malos de la película”. Hoy lo he vuelto a constatar; si se hubiera titulado la retransmisión “GP de Alonso en Malasia” quizás hubiéramos dado en el clavo.
No solo corre F A, ni solamente es importante su carrera. Personalmente creo que hoy, había muchas otras cosas destacables que retransmitir aparte de “las peripecias de los nuestros”
Me ha parecido tan meritoria la labor de Kubica con el, en principio “costroño” de coche que lleva, y del que en principio tan poco se esperaba, como la sorprendente (para mi) fiabilidad de los Hispania. También Rosberg ha estado muy sólido, y la carrera de Vettel la hubiera firmado hasta el Schumacher de los buenos tiempos (para él)
Es que Massa, Kobayashi y Buemi ¿deben dejarse adelantar por nuestros compatriotas hasta en los libres? Pues tal parece en los comentarios del Sr. Lobato, al que no corrigen en este aspecto sus colaboradores deportistas, me refiero a Pedro, Gené o al debutante Carlos Sainz.
Recuerdo hace años unas retransmisiones modélicas en Eurosport del Mundial de motos, en las que participaba Dennis Noyes, y que eran tan informativas como didácticas.
Otra cuestión: ¿Alguien tiene datos sobre precocidad en puntuar en F-1? Me refiero, claro está, a Algersuari, y si ha batido otro record.
Me hizo gracia en la retransmisión del GP anterior, cuando en tono de broma, Pedro aspiraba a ser el Campeón del mundo de más edad. Por mi parte le animo a que lo intente.
Saludos
pgonzalezs, ¿idiolecto?
A. de A., en ningún momento he intentado «ir a por nadie», ni generar mal rollo. Pero, a mi entender, no puede quejarse de algo en un primer momento y luego seguir el juego de eso mismo.
Y si en lo de «con los que mantengo ciertas controversias» se refiere a mí, yo sí que conozco su nombre desde hace bastantes años. Basta con decir que hojeaba y ojeaba revistas de coches antes incluso de aprender a leer. Pero, aunque no le conociese de nada, ¿importaría en algo? ¿Significa eso que, por ser alguien conocido en este mundillo, no puedo estar en desacuerdo con sus opiniones?
Por último, creo que antes de seguir debatiendo, tendríamos que acotar un poquito más el término «jerga». Porque cada profesión tiene su vocabulario, que es el que se utiliza. ¿Para qué quiero conocer yo el nombre técnico de las herramientas de exploración en una mina, por ejemplo? (aparte del propio interés por el conocimiento, claro).
Chandler, no se preocupe, que no le he dicho nada feo. El idiolecto es la forma de hablar de cada persona (sus elecciones léxicas, las formas gramaticales que utiliza, etc.). Aunque usted y yo hablemos el mismo idioma, no lo utilizamos de la misma manera. En cierto sentido, el idiolecto es la pieza más pequeña del mosaico del idioma. Y esa última oración es una ñoñería de la que me arrepentiré amargamente.
A. de A. yo no le discuto los cambios que usted ha observado en el idioma. Ni desdeño sus ejemplos, ni los sorteo con olimpismo alguno. Mi intervención se debe a que usted utilizó el adjetivo «patético» para describir un fenómeno lingüístico que a mi entender es natural y moralmente neutro. Además, usted hizo afirmaciones sobre el idioma y las palabras que son, en el mejor de los casos, discutibles. Yo, que en circunstancias normales no me atrevería ni a tocarle una coma de lo que usted pueda decir sobre coches y demás automoticidades, me sentí obligado a aportar mi granito de arena. Quizá si yo hubiera adoptado un tono algo más alejado de mi vehemencia habitual, y hubiera mencionado menos a los políticos (cosa que hice, no para acusarlo a usted de nada, sino para protegerme de los territorialismos catetos, tanto centrípetos como centrífugos, que pululan por Internet) usted habría encontrado mi primer mensaje más digerible, y en el debate habría habido menos efusión de se sangre. También habría sido menos divertido, claro.
Por último, y para que no crea que sus ejemplos caen en saco roto, discrepo con usted en que lo de que «este motor corre mucho» sea un error. Es una metonimia. Es lo mismo que si usted se fuma una pipa (en lugar de «fumar tabaco en pipa» que sería lo «correcto»), o yo voy a admirar un Goya al museo (en lugar de «un cuadro de Goya»), o si los dos decidiéramos olvidar la amargura de esta conversación bebiéndonos una copa (en lugar de su contenido). Salud.
Bueno, parece ser que, por fin, las aguas están volviendo a su cauce. Las dos últimas intervenciones de Chandler y pgonzalezs así parecen indicarlo; talmente como si hubiesen vuelto a releer mis comentarios 6, 8 y 19, y se hubiesen percatado, por fin, de la cantidad de «me parece», «en mi opinión» y «desde mi punto de vista» que antecedían a bastantes de mis opiniones. Las cuales, en los comentarios de diversos blogueros, eran respondidas con afirmaciones tajantes, y en ocasiones acusándome de no tener correa o de no adaptarme al mundo internauta, cuando era yo quien había empezado con los «me parece», «en mi opinón» y «desde mi punto de vista». Porque considero que tengo tanto derecho a que un fenómeno me parezca patético (sobre todo si lo razono, como creo que he hecho ya tres veces), como que a pgonzalezs le parezca neutro; no son más que opiniones. Pero si van apoyadas en razonamientos, mejor que mejor.
Tiene mucha razón Chandler cuando dice que habría que acotar un poquito más el término «jerga»; lo que pasa es que algún sustantivo tenía que poner en el titular de la entrada que tanto juego nos ha dado. Después de mucho recapitular, considero que el fenómeno al que yo hacía referencia, muy en concreto ligado al mundillo del motor (porque en lo relativo a lo balompédico yo no decía nada de patético, sino simplemente hacía notar la evolución, por influjo de los colegas argentinos), ni tan siquiera llega a ser jerga, entendiendo por tal una especie de subproducto del idioma, sino una serie concreta de expresiones ideadas «ex profeso» para diferenciar, de modo excluyente (aunque quizás no siempre voluntario) a los del círculo interior del resto, incluso aunque también sean del mundillo, pero no tan a fondo. Metonimias al margen, tradicionalmente se venía diciendo, desde que yo alcanzo a recordar, que «un motor empuja mucho», lo cual es bastante más expresivo y correcto; lo de que «corre mucho» no es ya solo que no perfecciona la claridad expositiva (más bien al contrario), sino que ha surgido con ese afán diferenciador y un tanto excluyente al que vengo haciendo referencia de modo constante.
Volviendo a mi primera entrada, es evidente que, al margen del hablar gangoso, los «pijos» de Serrano de hoy en día no introducen en su idiolecto ninguna de las expresiones de aquel artículo de ABC de hace 50 años. Y es que la intención de quienes las utilizaban no era, ni consciente, ni inconsciente, ni subconscientemente, crear ni evolucionar el idioma, sino distinguirse del resto de los mortales, reconocerse entre ellos y marcar la «delgada línea roja» que mantenía apartados a quienes no eran del grupo. O sea, todo lo contrario del fin primigenio de un idioma, que ya estamos de acuerdo en que es, ante todo y sobre todo, comunicarse. Claro que, entre ellos se comunicaban, pero procurando que los demás no les entendiesen, o malamente.
Me parece que, y con esto cierro, un ejemplo todavía más claro es el del lenguaje del mundo de la maleancia, el que antes se llamaba de «la gente del bronce». Cuando, a punto de cometer un acto delictivo, o simplemente para quitarse de enmedio, gritan «¡agua!», no se están refiriendo al líquido elemento, sino a que, con o sin uniforme, hay policía a la vista, y conviene coger el portante. Ya, ya sé que esto viene del clásico «¡agua va!» con el que siglos atrás, y antes de utilizarse el alcantarillado, se avisaba (por lo que se cuenta, con un margen de poquísimos segundos) de que se iba a tirar a la calle desde la ventana el contenido de un lebrillo que, en el mejor de los casos, era sólo agua sucia. Me parece evidente que cuando un maleante actual utiliza lo del ¡agua!, no lo hace por crear o enriquecer el idioma, sino para advertir a sus colegas de un peligro, sin que el resto de los viandantes se enteren. O sea, nuevamente, todo lo contrario de comunicar. A este tipo de jerga es al que, desde un principio, he pretendido referirme; y en este último ejemplo, desde luego no me parece patético, sino simplemente coadyuvante a un acto delictivo.
Por mi parte, doy por terminada la cuestión. Espero ansioso las opiniones, y por supuesto que también las críticas; y como antes he dicho, si razonadas, miel sobre hojuelas. Es de esperar que todo el futuro intercambio sea sobre cuestiones más o menos relacionadas, por tangencialmente que sea, sobre el automóvil en todos sus aspectos; esta incursión en el campo idiomático,de la que yo fui responsable, me ha dejado un tanto exhausto. Y me reservo el derecho de retrucar dichas opiniones y críticas, si considero que son infundadas o tienen el punto de mira desviado; y no lo haré por pretender tener más o menos autoridad moral ni por ser más o menos veterano, sino apoyándome en argumentos.
Sr. de Ándres, si esto le ha dejado un poco exhausto le invito que se una a comentar la entrada de IVA y la corrupciòn del Sr. N
Moltó, es como una sopita liugera, vamos, perfecta para la hora de la cena 🙂
Un saludo.
pgonzalezs, gracias, no conocía dicho vocablo.
A. de A., ahora me ha quedado mucho más claro a qué se refería desde el principio. Es cierto que en algunos círculos sigue ocurriendo, pero en el mundo del automóvil de hoy no creo que sea así. Si te interesa la F1, por ejemplo, pues en un breve espacio de tiempo aprenderás lo que es «la pole», «el grip»…
Y para ser quisquilloso: más que un motor «empuja», yo diría que, si va delante, «tira».
Sr. Chandler, no sabe cuanto celebro que, por fin, se le haya aclarado lo que yo quería decir desde un principio; y espero que lo mismo haya ocurrido con unos cuantos blogueros más, puesto que mi único interés, desde la primera contrarréplica, era dejar aclarada mi intención, no polemizar por el gusto de polemizar. Aunque ahora, ya en este ambiente distendido, sí le polemizo, por aquello de entretenernos como los bizantinos discutiendo el sexo de los ángeles, respecto a lo de «empujar» o «tirar». Las ruedas del tren delantero, si el coche es de tracción a las mismas, efectivamente «tiran»; y las del tren posterior, si el coche es de propulsión trasera, «empujan» o, quizás más correctamente, «propulsan». Pero el pobre motor, escondido dentro de su vano, no sabe donde acaba yendo a parar el par motor que, en cad momento, genera y entrega. Así que él «empuja», en lenguaje un tanto coloquial, puesto que lo que realmente hace, como acabo de decir, es entregar un cierto par motor a través de la transmisón, y luego ésta lo distribuye a donde corresponda.
Respecto a los anglicismos, estoy absolutamente de acuerdo con Vd en que cualquier aficionado pronto acaba por entender lo que significan ciertos vocablos, aunque no tenga ni la menor noción del idioma al que corresponden. Pero esto es, justamente, lo diametralmente opuesto a lo que yo criticaba: dichos anglicismos sirven para mejorar la comunicación entre todos los aficionados del mundo mediante la utilización de una «jerga» común, mientras que las «jergas» que yo critico son las que se fabrican en plan más o menos restrictivo para uso exclusivo y excluyente de todos los demás.
Sin duda recordará que yo defendía la utilización del concepto «boxes» porque en castellano no hemos definido, al menos suficientemente a tiempo, la utilización de un término de nuestro propio idioma que defina tanto el lugar como el tipo de trabajo que se desempeña en dichos «boxes»; porque garaje ya tiene una acepción muy clara y desde mucho tiempo atrás, y no cuadra adecuadamente, mientras que «boxes» ya está ahí y la utiliza todo el mundo, lo cual mejora la comunicación entre técnicos, informadores y aficionados de todo el mundo.
Ahora bien, también soy partidario de defender y utilizar, en lo posible, nuestro propio idioma, y por ello creo que se debe decir «agarre» o «adherencia» porque significan exactamente lo mismo que «grip», y en este caso no hay necesidad de meter un anglicismo donde ya tenemos sustantivos nuestros perfectamente válidos.
Don Arturo. Si le hablo a usted del mundo de las carreras, me diría que lo conoce sobradamente y sin duda que ello sería así, pero permítame que le puntualice.
En las carreras, resulta frecuente que bajo un mismo «box» convivan mecánicos, ingenieros, pilotos y personal de oficios varios de las más distintas nacionalidades. Yo he tenido mecánicos italianos, españoles y algún portugués. Y al final, todos tenemos que ponernos de acuerdo en algo común. ¿Y qué es común?: el inglés. Así que todos acabamos diciendo «grip» porque es lo que entendemos todos aunque yo, nacido en Madrid se lo comunique a un mecánico nacido en Murcia.
Setup, reset, update, download, save, config…el lenguaje universal en las carreras es también el inglés, y por ello todas las aplicaciones electrónicas que yo conozca que se utilizan en este medio están también en inglés porque son aplicaciones que no tiene sentido traducir dada su escasa difusión y en un medio especializado que se comunica en inglés.
JM
Totalmente de acuerdo, JotaEme, en cuanto a que el inglés es prácticamente imprescindible en el mundo de la competición, sobre todo moviéndose al nivel al que, por lo que explica, se ha venido moviendo Vd. Pero a nivel algo más humilde, en el Jarama yo he oido hablar en castellano mucho más que en cualquier otro idioma. Y desde luego, en los boxes de Ferrari (en los tiempos en que los periodistas podíamos tener acceso a ellos sin hacernos una prueba de limpieza de sangre) los mecánicos hablaban entre ellos en italiano. Y cuando el ambiente no es tan variopinto como el de un box en una carrera internacional, creo que el idioma nativo del equipo todavía sigue teniendo su vigencia. Por no hablar de la comunicación piloto/copiloto en un rallye: descontando parejas de nacionalidades distintas (las menos), que acaban teniendo que recurrir al ingés como territorio común, la rapidez y claridad de comunicación se consigue mejor en la común lengua materna. Pero quede claro que comparto la evidencia de que el inglés es la «lingua franca» universal no sólo en el mundillo del automóvil, sino en prácticamente cualquier otro.
No obstante, mi postura está condicionada por mi profesión: comunicador. Y mi punto de vista es que, en un artículo escrito para una revista, periódico o blog, o en una retransmisión radiofónica o televisiva, todas ellas destinadas al público carpetovetónico, no me acaba de parecer adecuado introducir barbarismos cuando tenemos vocablos propios perfectamente válidos; no sé yo si una retransmisión para el gran público es el terreno más adecuado para intentar introducirle en el lenguaje técnico de una actividad en la que probablemente nunca va a participar más que a través de la pantalla del televisor. Ahora bien, en varias ocasiones he defendido la utilización de boxes, porque no hay ningún sustantivo castellano que lo sustituya con la adecuada precisión. Lo malo de cuando mezclamos idiomas es que acaba asomando la oreja la dislexia: en el pasado Gran Premio, Marc Gené se pasó la retransmisión comentando la «usura» de los neumáticos, porque ya no era capaz de encontrar la muy usual y corriente palabra «desgaste»; entre el inglés, el italiano en Ferrari y el castellano en el que estaba comentando, acabó hecho un lío.
Hablando del lenguaje automovilístico, siempre me han divertido bastante los comentarios realizados por Arturo de Andrés en sus artículos acerca de las cursiladas reflejadas en las carpetas de prensa de los diversos fabricantes con motivo de la presentación de nuevos automóviles. Según parece, sea cual sea el tipo de vehículo, todos ellos se dirigen a potenciales compradores entre 30 y 45 años, muy deportistas, con estilos de vida super activos,etc…
Y digo yo, sobre el total de las personas con carnet de conducir vigente, ¿qué porcentaje pueden representar los que responden a dicho perfil?. Seguro que Don Arturo puede ilustrarnos más sobre esas absurdas parrafadas.
Saludos.
Mire Stelvio, ahora que lo dice, algunas marcas del automóvil parece que se han dado cuenta, y empiezan a corregir esa tendencia:
http://www.eloctanopasajero.com/
Comentario final: En efecto, tal y como señala Stelvio en el comentario 29, los fabricantes se ponen muy líricos y, sobre todo, selectivos a la hora de enjuiciar a su potencial clientela. O bien ésta es joven, dinámica, culta y deportista, o si se trata de padres de familia, también lo son, pero además tienen un «lifestyle» (lo dicen así ellos, porque yo me conformo con decir estilo de vida) que incluye, como en el caso de los solteros, montar en bicicleta de montaña, o hacer surfing, windsurfing, parapente o cosas similares (véanse las fotos y videos publicitarios). Con decir que la actual cubicación de los maleteros se mide actualmente no en litros, sino por su capacidad para albergar de una a ni se sabe cuántas bolsas de palos de golf, está dicho todo. Llevo años preguntando en las ruedas de prensa a qué se debe que el que se considera público objetivo, para cualquier modelo, acaba misteriosamente en 49 años; la cifra 50, con el cinco por delante, no la citan ni bajo tortura, como si los de dicha edad en adelante no comprasen coches, y de los más caros. Tan sólo en una ocasión he oido admitir, pero se trataba de Cadillac, que su clientela incluía también a los que habían superado el medio siglo.
Respecto al descacharrante link que JFKa nos sugiere en el comentario 30, tengo bastante claro que el autor del desaguisado es un colega de la prensa del motor que, como unos cuantos más y yo mismo, asistimos a la presentación del renovado Qashqai en un curioso local (antiguo taller) situado en Madrid en la zona entre Atocha y Neptuno. En dicha presentación, nuestro buen amigo Francesc Andreu, jefe de prensa de Nissan, intentó convencernos de que el indudable éxito del Qashqai no era un milagro ( aunque reconoció que la marca fue la primera sorprendida, teniendo que aumentar drásticamente las cifras de producción), sino producto de un refinado estudio de mercado previo a la definición del modelo, ya que Nissan es experta en el campo del «crossover»; como si el llamarle de un modo u otro, tanto a un vehículo como a su segmento, sirviese para atraer como las moscas a la miel a la clientela. Mi información posterior la titulé «Modernizando el «milagro» de Nissan», para subrayar (o enfatizar, como se dice ahora) que lo del Qashqai ha sido y esperemos que siga siendo un milagro, pues tanto el coche como la marca lo merecen.
Tan sólo recuerdo un caso de absoluta sinceridad, si bien fue en una conversación cara a cara y sin testigos, y no en plena conferencia de prensa, en que un representante de una marca dijo toda la verdad, sin circunloquios. Fue en Francia, con motivo del lanzamiento del primer Twingo; lo que aquel directivo me dijo fue, poco más o menos, lo siguiente: «Hemos hecho un coche que nos parece lógico y atractivo; pero no tenemos ni la más remota idea acerca de quién nos lo va a comprar. Esperemos que sean muchos». Y el coche, efectivamente, pegó bien en el mercado, a pesar de una serie de fallos de nacimiento: el motor todavía era el veterano Sierra de balancines, y no el monoárbol en culata que ya existía, no disponía de servodirección, no había aire acondicionado ni en opción (y cuando se puso, era muy poco potente y en Fasa-Renault tuvieron que modificarlo y poner uno más eficaz), y la gama de colores pastel de lanzamiento dejaba bastante que desear. Pero el coche en sí tenía potencial, como el Qashqai, y el milagro más o menos llamativo vino a continuación.
Quiero ser breve. El artículo me parece ameno y de fácil lectura, lo cual es de agradecer. No estoy completamente de acuerdo con lo que dice en autor, pero no me apetece iniciar ningún tipo de debate escrito porque me gusta más hablar. Ahora viene la razón de mi comentario: en francés «garer» no significa guardar, sino aparacar. Guardar en francés se dice «garder».
Eso es todo. Saludos.