Los seguidores asiduos del blog saben que, en reiteradas ocasiones, vengo refiriéndome a la eficacia de los faros antiniebla de los coches probados. Bien es verdad que, en el 99% de los casos, los enjuicio para la función de “cuneteros”; y también en un amplio porcentaje, con un resultado francamente negativo, cuando no de absoluta inoperancia. Aunque de vez en cuando aparecen notables y sorprendentes (por lo raras) excepciones. Y ello se debe a que, o bien no abren suficientemente en sentido lateral, o alumbran demasiado cerca (no más de diez metros). Y también en la mayoría de los casos, el alumbrado de cruce del faro principal acaba cumpliendo mejor esta función; y también para los casos de niebla, puesto que el corte horizontal superior es muy limpio. Y de este modo se evita la dispersión de luz hacia arriba, que era la principal causa de deslumbramiento con el haz de cruce en los antiguos faros con lámpara de filamento incandescente.
En los últimos 40/50 años, los faros de serie han evolucionado mucho, pasando de la bombilla de filamentos incandescentes (cruce/larga de 40/45W) a las halógenas de yodo, primero con proyectores separados y lámparas H-1 (filamento longitudinal) o H-3 /transversal) de 55W, y poco después a la lámpara única H-4 con los dos haces unificados dentro de la misma parábola. Luego llegaron los elipsoidales, también de lámpara halógena pero óptica radicalmente distinta (semiesférica y mucho más pequeña); después los de xenón (también elipsoidales pero con lámpara HID de descarga en atmósfera de gas), y finalmente los de LEDs, que de nuevo aportan una fuente luminosa distinta. Y todavía no han llegado a la serie los de “láser”, pero ya están a la vuelta de la esquina. En cada salto se produce una disminución de consumo por unidad de luminosidad; lo cual permite, simultáneamente, optimizar un consumo eléctrico a la baja y un rendimiento lumínico al alza.
Volviendo a los orígenes, muy pocos coches traían de origen faros auxiliares; y no porque no hiciesen buena falta, en muchos casos. Pero es que, desde que apareció la carrocería “pontón” (o monocasco autoportante), los faros de serie vienen encastrados en la propia carrocería, mientras que los auxiliares (salvo los modernos antinieblas de serie de las dos o tres últimas décadas), van colocados fuera de la carrocería, y su sujeción es problemática. La excepción más llamativa, aunque no única, la constituyeron los primitivos Mini, en cuanto eran de un acabado superior al básico; traían unos pequeños “largo alcance”. Lo malo era que, dado lo plano de su frontal y lo poco que su mínimo parachoques sobresalía respecto a la parrilla cromada, los pobres faritos eran lo primero que topaba contra cualquier obstáculo; y muy en concreto, en las maniobra de aparcar. En consecuencia, casi todos acababan, al ir fijados por su parte inferior, apuntando a las copas de los árboles.
La popularización del montaje de faros auxiliares en los coches de uso normal (ya fuesen antiniebla o de largo alcance) vino con la lámpara halógena; y también más o menos en paralelo con la transición de la dinamo al alternador como generador eléctrico. Con un tallado específico del cristal, para conseguir un haz horizontal muy ancho y de controlada cota vertical, los antiniebla mejoraban de forma espectacular el alumbrado en caso de niebla; y también la visión lateral en zonas de curvas, puesto que su haz mucho más ancho desbordaba lateralmente respecto a la trayectoria del coche. Y otro tanto, pero en dirección opuesta, para los de largo alcance de haz troncocónico muy cerrado -sin llegar a cilíndrico-, que iluminaban (estando bien regulados) hasta 200 a 300 metros, en función del tamaño de la parábola y, por lo tanto, de la eficacia del faro.
En esta popularización del faro auxiliar tuvo mucha influencia el deseo de imitar a los coches de competición de rallye, que venían montando este tipo de alumbrado desde tiempo inmemorial, con el tipo de lámpara disponible en cada época. Pero aunque el objetivo era siempre el mismo (ver mejor y más lejos), tanto el uso como la instalación diferían mucho. Los de competición no tenían que preocuparse de golpecitos al aparcar; la mayoría de ellos no eran coches para pasear. Y los que lo eran (Grupo 1 Turismo de Serie y Grupo 3 GT de participante “privado”) llevaban faros desmontables; lo mismo que se hacía con los de Grupo 2, 4 y 5 cuando el rallye no era nocturno. Porque, cuando no había necesidad de usarlos, los faros eran un estorbo: peso añadido inútil y muy al extremo delantero de coche, y riesgo de romperlos en una pequeña (y no digamos grande) salida de carretera.
Porque los faros auxiliares del coche de competición suelen ser bastante más voluminosos que los montados por el usuario particular; un clásico Cibié Super Oscar es como medio melón de buen tamaño. Además solían ir colocados muy por delante de la carrocería; aunque ahora ya no tanto, desde que el Lancia Stratos y los Porsche 911 (de frontal bajito y afilado) lanzaron la moda de la batería de cuatro (y hasta seis) proyectores en un bloque situado encima del capó. Pero lo habitual era colocar los de largo alcance más o menos centrados y semi-obstruyendo la parrilla, y por debajo del teórico parachoques (porque ninguno lo llevaba) los antinieblas; y totalmente a los límites laterales, más arriba o abajo, los cuneteros.
Ese montaje era imposible de reproducir en un coche de utilización diaria, y acababan yendo todos (dos, o como mucho cuatro) anclados por encima del parachoques, sobre todo cuando éstos eran casi todos metálicos. Con lo cual surgía otro problema: la rigidez de la fijación, para evitar vibraciones; porque el faro de origen va anclado a la carrocería monocasco, y no vibra. Pero los que iban fijados al parachoques sí lo hacían con harta frecuencia, puesto que la chapa a la que se atornillaban (chapa de orientación básicamente horizontal) tenía buena resistencia a la flexión en golpes de trayectoria frontal, pero no a la torsión a la que le sometía el peso de los faros auxiliares. y cuando los antinieblas (sobre todo los rectangulares, de menor cota vertical) se montaban por debajo del parachoques, el problema seguía siendo el mismo, sólo que invertido 180º.
En competición, se anclaba fuertemente a la carrocería un robusto fleje transversal, y a él los faros (encima suyo o colgados por debajo). Y sobre todo a los de largo alcance, se les solía sujetar por encima con un tirante o varilla (regulable con rosca, para afinar el reglaje), fijado por atrás a la carrocería (o a la parrilla, si era robusta), para evitar las molestas vibraciones. Si un haz de luz afilado y muy direccional, con un alcance de 300 o más metros, no va rígidamente fijado y vibra aunque sólo sea un poco, te acaba mareando en cuestión de unos pocos segundos.
Y pasemos ya a analizar, aunque sea muy someramente, la cuestión de las ópticas. Para cualquier tipo de faro (incluso para los de LEDs y láser) debe haber una fuente luminosa -cuanto más pequeña mejor, a efectos de limpieza geométrica-, situada en el foco del paraboloide de revolución (o mejor sección inicial del mismo) que es el proyector. Todo el flujo luminoso que se refleje en dicha mal llamada parábola (es la denominación comúnmente aceptada) sale en forma de un haz luminoso casi perfectamente cilíndrico en teoría (recordemos los faros de costa). Esto puede ser adecuado (hasta ciertos límites) para un “largo alcance”, pero no para un faro normal; y ni tan siquiera para el haz de luz “larga”. Pero menos aún para el de “cruce”, que debe abrir algo más lateralmente, y además llevar un sistema corrector (espejos o chapitas) que elimine, o mejor reconduzca hacia abajo, ese aproximadamente 50% de flujo que sale, en principio, por encima de la horizontal.
Por ello, antiguamente el cristal que protegía frontalmente el faro llevaba un intrincado y muy preciso tallado que, básicamente en sentido horizontal, se encargaba -por refracción al atravesar dichos segmentos de sección trapezoidal o cilíndrica- de abrir lateralmente el campo iluminado, a cambio de perder profundidad de alcance. En la actualidad, el cristal ha pasado a ser liso, y el efecto de abrir en horizontal el haz luminoso se ha trasladado a la parábola, que ya no es geométricamente perfecta, sino que está formada por estrechos segmentos verticales que están ligeramente desfasados respecto a la orientación que generaría una reflexión perfectamente longitudinal, y de ese modo se abre el haz luminoso. Ese cambio no sé si se debe a que sale más barato estampar la parábola en pequeños segmentos que fabricar un cristal tallado (en realidad sale de un molde), o bien a que ópticamente se controla con más precisión la dispersión transversal del haz luminoso.
Otro problema es que todo el flujo que emana del foco luminoso hacia delante, superando el borde frontal de la parábola, saldría en forma de cono muy abierto y se pierde de forma casi inútil; puesto que, a efectos prácticos, sólo podría interesar (y más bien poco) lo que ilumine, y a muy corta distancia, hacia abajo y los laterales. Porque todo lo que sale por encima de la horizontal sólo sirve para deslumbrar a quien (peatón, ciclista, motorista o conductor) venga de frente. Y también al propio conductor en caso de que haya neblina y no digamos niebla, porque la reflexión y refracción contra los minúsculas gotitas de agua producen un deslumbramiento (parece que estemos dentro de una masa de algodón) mucho peor que la propia niebla sin alumbrado alguno.
Por ello, las lámparas clásicas (filamento incandescente o halógenas) llevan un pequeño espejo más o menos semiesférico situado por delante del foco luminoso, que recoge ese flujo de luz que se perdería, y lo rebota de nuevo hacia el interior, para que se refleje en la parábola y salga, más o menos, de nuevo en la dirección del eje de dicha parábola, aunque ahora ya no resulta tan geométricamente perfecto como para el propio foco. A partir de la aparición de las ópticas elipsoidales esto se resuelve de modo similar, pero en el interior y por detrás de la lente semiesférica que es lo que está a la vista. Y con esto ya tenemos definidos, mejor o peor, los cuatro tipos de haz luminoso que pueden emanar de un faro: haces de “largas” y “cortas” del faro de origen encastrado en el frontal de la carrocería, y los auxiliares de “largo alcance” y “antiniebla”.
Pero si volvemos a lo que comentábamos en los primeros párrafos respecto al enorme progreso que se ha producido en el campo de las ópticas de serie, nos encontramos con que la necesidad de los faros auxiliares ha disminuido en la misma proporción. Aunque con variaciones en la tonalidad cromática de la luz generada, los faros de serie han ido aumentando en alcance y luminosidad a lo largo de estas cinco últimas décadas. Los de filamento incandescente daban una luz claramente amarillenta (y más en Francia, donde el cristal frontal ya era amarillo durante bastantes años); los halógenos todavía mantienen esa misma tonalidad, que en sus primeros años nos parecía blanca del todo, hasta que llegaron los de xenón con un tono ligeramente azulado. Y por fin, los de LEDs nos han demostrado que la luz auténticamente blanca es la suya, y no la de los halógenos.
De todos modos, tonalidades al margen, lo importante es el aumento que se ha producido en el alcance, la potencia luminosa y la amplitud del campo iluminado. Y por ello, el faro auxiliar ha perdido bastante del predicamento que tuvo en las décadas de los 60s a los 90s del pasado siglo. Y tanto más cuanto que, por cuestiones creo que más estéticas que funcionales, a las marcas les ha dado por incorporar antinieblas de muy reducido tamaño en el faldón delantero de los frontales de sus coches. Y es que, como a partir de la proliferación de la óptica elipsoidal (y de xenón, que son geométricamente idénticas), el tamaño real del faro pasó a ser mucho más pequeño que antes, y los diseñadores se enfrentaron al problema de rellenar de algún modo el frontal del coche.
La entrada principal de aire para el radiador suele ir por debajo del parachoques; y arriba, la parrilla que ya sólo oculta parcialmente el radiador, se queda un poco perdida, ya que no tiene el apoyo de los grandes faros circulares o rectangulares de antaño. Y para compensar, pues se colocan esos antinieblas, que colaboran a darle variedad al conjunto. Del mismo modo que también se recurre a aumentar, en ocasiones hasta casi lo ridículo, el tamaño de las ópticas principales, acumulando funciones que antes iban independientes, como es el desdoblamiento de cruce y largas en dos proyectores, más los intermitente y los pilotos de posición.
Pero hace ya décadas, y para ser utilizados no tanto en competición como por parte del usuario aficionado, se desarrolló un faro auxiliar de tipo mixto: el denominado “driving”; o sea para conducir, lo cual no deja de ser una definición perogrullesca. Se trata de que dentro de la misma parábola, y jugando con el tallado del cristal, se disponga de un haz luminoso que reúna los dos o incluso tres tipos de funciones básicas de un faro auxiliar: largo alcance, antiniebla y cuneteros (estos dos últimos van cogidos de la mano). En cada una de las funciones, su eficacia es menor que si todo el faro fuese para una sola de ellas; pero con las actuales lámparas de 100W (ya sean halógenas, de xenón o de LEDs), y un diámetro eficaz de 180 o 200 mm, el efecto es muy potente, y con un único par de proyectores se refuerza de modo notable el alumbrado de un coche cuyos faros principales no acaben de ofrecer plena satisfacción.
Esta cuestión de no multiplicar alegremente la cantidad de faros, y por lo tanto el consumo eléctrico, no es ninguna tontería. Tengamos en cuenta que 736W de consumo son un caballo de potencia; pero la generación necesaria es bastante superior, con las pérdidas en el cableado desde el generador a la batería, y la salida de ésta hacia el faro, pasando por el cuadro de instrumentos y la palanca para el cambio cortas/largas. Por ello, los faros auxiliares bien instalados deben llevar relés, para que el cable desde la batería al faro sea lo más corto posible, y sobre todo evitar el calentamiento excesivo de los cables de la instalación eléctrica básica (pensada para unos amperajes más discretos), y los chisporroteos constantes en el interruptor de luces en el cuadro y en la palanca de cambio a cortas, puesto que al cruzarse con otro coche es preciso apagar simultáneamente todo lo que no sea cruce (o antinieblas).
En tiempos, cuando llevábamos dinamo y todavía no estaba generalizado el alternador -bastante más potente que la dinamo- los faros auxiliares planteaban un serio problema de consumo. Yo, por ejemplo, le instalé a mi 600 del ’67 dos Hella antiniebla amarillos creo que de 135 mm, y un único largo alcance blanco de 160 mm, colocado en el centro, recortando un poco de chapa en el orificio del escudo de Seat, por delante de la bocina. Las lámparas eran todas halógenas H-3 de 55W. El Código (entonces todavía no se llamaba Reglamento, si mal no recuerdo) sólo decía que los faros debían ser simétricos respecto al centro de coche, y uno central lo es. Y con su único haz –muy superior al de los todavía de pequeño diámetro de mi coche- mejoraba mucho la visión a más de 200 metros. Y por supuesto, nunca iba conectado todo a la vez: el de largo alcance para carreteras rectilíneas y rápidas, y los antinieblas (orientados un poco “bizcos” hacia fuera para actuar también de cuneteros) para carreteras con curvas.
Hay en día, las luces de serie de xenón o de LEDs –e incluso las halógenas, si el reflector o parábola es lo bastante grande- ofrecen un alumbrado más que suficiente para un uso nocturno turístico e incluso rápido. Y si la carretera tiene las rayas blancas laterales bien pintadas, son más que sobradas; y en caso de niebla, como ya se ha dicho antes, en la mayoría de los casos la luz de cruce es más eficaz que los pequeños antinieblas, aunque repito que hay excepciones. De hecho, creo que la clientela para estos grandes faros auxiliares se ha desplazado del turismo al vehículo de transporte, y muy en concreto a los grandes camiones para trayectos largos nacionales y no digamos internacionales. Desde hace ya unos cuantos años estamos acostumbrados a cruzarnos con camiones (un alto porcentaje de ellos con matrícula extranjera, y en concreto de Alemania para arriba) que llevan encima de la cabina un auténtico festival de faros, que puede oscilar de cuatro a ocho unidades.
Estos faros, en la casi totalidad de los casos, son de largo alcance, aunque los exteriores pueden ser de tipo “driving” para optimizar en cierto modo la corta distancia, y suelen llevar lámparas de 100W cuando son halógenas. El alternador (o alternadores, pues suelen llevar montajes duplicados o incluso triplicados, con correas trapezoidales independientes, por si acaso) pueden con los amperajes exigidos por esos consumos, y con bastante más. Eso sí, el montaje del que estamos hablando no es utilizable en autopistas y no digamos en carreteras convencionales importantes, a poco que haya una mínima densidad de tráfico.
Pero en plena noche, cuanto se coge una carretera convencional que no sea prioritaria, el tráfico disminuye mucho, y ver a gran distancia es un factor de seguridad para estos “bichos” de varias decenas de toneladas, cuya manejabilidad y capacidad de frenada (por mucho ABS que lleven) no es igual que la de un turismo; lo mismo que no lo es la altura de su centro de gravedad. Los grandes faros de 200 mm y lámparas de LEDs son su última y definitiva arma, pues tienen capacidad para iluminar, con una luz muy blanca, hasta 600 metros de distancia. Y aquí tenemos el motivo para montarlos, y en número por lo general superior a cuatro, en lo alto de la cabina, a cerca de cuatro metros de altura. Porque enfocar a gran distancia un “largo alcance” de haz muy afilado sería complicadísimo situándolo a la altura de un faro normal; cuanto más alto vaya, más preciso es el reglaje.
Por lo general, los dos más centrales van casi horizontales, apuntando a medio kilómetro de distancia; los dos siguientes hacia fuera pongamos que a 350 metros, y la siguiente pareja, a 150/200 metros. De este modo, la carretera está iluminada de modo eficaz, y muy por igual, desde el morro del camión hasta más de medio kilómetro. En las largas y frías noches invernales de los países nórdicos, circular por una carretera nevada exige ver muy bien y muy lejos, pues cualquier disminución de velocidad es muy delicada. Para retener, y no digamos frenar antes de una curva, necesitan cientos de metros; y por ello en esas carreteras la señal de curva está colocada a una distancia superior a la que estamos acostumbrados por aquí.
Y cuando te cruzas con uno de esos aparatos, no levantan el pie ni apenas se arriman un poco más a la cuneta cubierta de nieve; es el turismo que viene de cara el que debe orillarse al lado contrario. Y si los que se cruzan son dos camiones, esas luces tan potentes que llevan ya les indican lo que viene de frente, y empiezan a reducir velocidad cuando están a un kilómetro de distancia uno del otro. De modo que esos cruceros de 80/90 km/h que mantienen en carreteras nevadas (y que a los meridionales nos parecen espeluznantes) serían imposibles, al menos con seguridad, sin esas baterías de faros auxiliares que llevan montados en lo alto de la cabina. Lo que para los automovilistas mediterráneos era un montaje de luces con el objetivo de ayudar a una conducción nocturna deportiva, para el transportista escandinavo es una herramienta fundamental de trabajo.
«después los de xenón (también elipsoidales pero con lámpara HID de descarga en atmósfera de gas), y finalmente los de LEDs, que de nuevo aportan una fuente luminosa distinta. Y todavía no han llegado a la serie los de “láser”, pero ya están a la vuelta de la esquina.»
1. Hay faros de xenon en reflector parabolico. Preguntele a sus amigos de Citroen, Honda o Renault.
2. Los faros laser ya se pueden comprar. Audi y BMW pugnaron por ser los primeros en ofrecerlos (el i8 le gano por poco al R8). Ahora los puede ver tambien en un Range Rover Velar.
Entre esto y la que lio con los faros de Opel, vemos que desde luego en asuntos de iluminacion no es que vd. este a la ultima, que digamos.
@1 Slayer
1.- De acuerdo con usted
2.- Entiendo que el autor se refiere a «gran serie» aunque es cierto que es una tecnología que un usuario pudiente podría disfrutar ya mismo.
Muy curiosa la utilización que describe sobre este tipo de elementos que yo ya consideraba en desuso.
@2,
No defienda lo indefendible en su punto 2. El dia en el cual el autor se entere que existen faros matrix led con conexion a la sensorica del coche y a mapas predictivos, y que pronto veremos verdadero pixel light, es capaz de llamar a la santa inquisicion.
La verdad es que salvo para usos nórdicos, los faros auxiliares en camiones tienen mucho más de postureo que de utilidad real; si se ponen con buen gusto quedan muy bien pero estropean la aerodinámica, dan problemas en la ITV y los camiones modernos alumbran suficientemente bien hacia adelante.
Hay otro uso de faros auxiliares que tiene mucho éxito, los faros que se ponen para ir marcha atrás, incluso en los laterales del camión. Dan una luz de potencia desconocida hace años en faros tan compactos y facilitan muchísimo las maniobras.
También hay un tipo de faro auxiliar que se esta poniendo de moda ahora, y que a Arturo se le escapa, ese tan feo que es simplemente una «tira» de leds, no queda chulo pero alumbra muy bien y no estropea la aerodinámica tanto.
Lo que es innegable para mi es que casi cualquier coche anterior a los 80 queda mucho mas bonito con uno o dos pares de faros adosados al frontal, tanto como queen la calle jamás vi un coche con faros de estos impolutos y no desviados.
El mundo de los faros auxiliares en turismos es el de mi infancia. Aquellos Minis, 1430, etc. con faros auxiliares sobre los parachoques. O aquellos R12 S que llevaban faros de «iodo» integrados.
Nunca, hasta hoy, había reparado en las razones de su uso -más allá de lo ovbio- ni en la complejidad inherente a su intalación.
Sí me intriga más, y es un asunto que don Arturo aborda de refilón, hacia dónde se encamina el diseño automovilístico. Los «faros» como tales, y a pesar de algunas paradójicas exageraciones en su diseño durante los últimos años, son una especie camino de la extinción. Y la necesidad de grandes «morros» ventilados para alojar motores es algo que, en los eléctricos, deja de ser necesario. Si acaso por incluir zonas de deformación. Pero los Tesla ya meten ahí un portamaletas, al estilo de los viejos Dauphine u 850, pero que sólo auxilia al de verdad, el trasero.
¿Veremos cambios radicales en el diseño de los automóviles durante los próximos años? ¿Quizá algunos prototipos aerodinámicos de Mercedes, como alquel coche «biónico» de hace más de una década, o el recientisimo Terzo Milennio anticipen tendencias?
¿Estaremos ante un cambio en el diseño similar al que usted apunta de cuando a finales de los 40 se lanzaron a gran escala las carrocerías pontón?
Y a propósito de los pontón ¿está seguro de que estaban ligados a carrocerías autoportantes?
@3 que hablamos de un faro, hombre, no se las quiera dar como si fuese aquello el programa espacial.
@6
Hablamos de un faro. Es lo que lleva. Si a vd. le parece complicado, igual es que no tiene la capacidad suficiente para entenderlo. No se preocupe, de todo tiene que haber.
«…y los diseñadores se enfrentaron al problema de rellenar de algún modo el frontal del coche.
La entrada principal de aire para el radiador suele ir por debajo del parachoques; y arriba, la parrilla que ya sólo oculta parcialmente el radiador, se queda un poco perdida, ya que no tiene el apoyo de los grandes faros circulares o rectangulares de antaño. Y para compensar, pues se colocan esos antinieblas, que colaboran a darle variedad al conjunto. Del mismo modo que también se recurre a aumentar, en ocasiones hasta casi lo ridículo, el tamaño de las ópticas principales, acumulando funciones que antes iban independientes, como es el desdoblamiento de cruce y largas en dos proyectores, más los intermitente y los pilotos de posición»
Digo yo, que hoy en día los diseñadores se estrujan más la cabeza con la ubicación y diseño de las luces diurnas que con los antiniebla. Al ser estrechas tiras de ledes, dan mucho juego y permiten infinidad de posibilidades, confiriendo hasta cierto aspecto de rostro (cejas, bigotes…).
Decir que se hace uso de los antinieblas para compensar factores estéticos me parece bastante atrevido. Y más cuando con frecuencia un mismo modelo de coche monta faros antiniebla en sus versiones de mayor equipamiento y una mera silueta allí donde deberían ir montados, en sus versiones básicas.
Donde se pongan unos buenos faros de carburo, como los del Model T, que se quiten estas moderneces.
me ha gustado mucho mas este articulo que las pruebas de los coches, impresionante , es un pozo de sabiduria, muchas gracias por compartir sus conocimientos, aunque le critiquen desde la barra del bar a golpe de movil.
Los siguientes acertijos pueden ser mostrados a niños de todas las edades escolares, aunque cuanto más pequeños, mayores serán sus dificultades para encontrar la solución.
Aunque se trata de acertijos orientados al público infantil, no por ello deben considerarse más fáciles. A menudo, una mente joven imaginativa, puede llegar a ser más capaz de encontrar una solución que las mentes de los adultos.
https://acertijoscortos.net/para-ninos/
Muy agradecido por las explicaciones. Todo en el contexto de la competición y la época descrita tiene todo el sentido.