En un principio no me lo podía creer; la sensación de eso que en francés denominan como “déjà vu” (ya visto anteriormente) era total. La causa era un correo enviado por la Fundación Mapfre, con fecha 28 de Octubre de 2011 (o sea, escasamente dos meses y medio antes de cuando esta entrada aparezca publicada), bajo el titular de “Estudio sobre amaxofobia”. Pero si esto es de hace ya varios años, y juraría que también de Mapfre, pensé inmediatamente; y sin lugar a dudas, porque recordaba haber escrito una columna al respecto en “Automóvil” años atrás. Así que repiqué el correspondiente “doble click” sobre la noticia, y me encontré con el siguiente texto: “Después del estudio sobre amaxofobia que realizamos en el segundo semestre de 2005, y que fue el primero que se hizo en España, tratamos ahora, después de 5 años, de realizar una segunda edición desde el punto de vista cualitativo, incidiendo en casos concretos y personalizados, para estudiar y comprobar evolución y diferencias, y entender esta fobia desde experiencias personales concretas”. Pues ya han tardado en publicarlo, me dije, si es del segundo semestre de 2010 (5 años más que el primero) y lo envían como primicia a finales de Octubre de 2011.
Así que recurrí al archivo histórico de textos de mi ordenador, y en el segundo semestre de 2005 no había nada al respecto; consulté las seis revistas de dicha época, y las dos primeras de 2006, por si el estudio se había publicado en Diciembre y mi comentario en Enero o incluso Febrero, y tampoco. Como no estaba dispuesto a admitir, al menos tan pronto, ser víctima de alucinaciones, empecé a buscar en mi archivo marcha atrás, y ¡bingo!, para el nº 328 de “Automóvil” (correspondiente a Mayo de 2005) apareció el dichoso comentario, escrito y cerrado originalmente el martes 5 de Abril de 2005. Dado que es imposible escribir un comentario sobre algo todavía no publicado, es evidente que el estudio se debió publicar en Marzo de 2005 como muy tarde; porque entre acabar el estudio, editarlo, enviarlo a los medios de comunicación, que yo lo leyese y le dedicas el tiempo suficiente para acabar mi comentario el 5 de Abril, tuvo que pasar un cierto tiempo. Total, que de segundo semestre, nada de nada; mal empezamos.
Así que del comunicado pasé a abrir el documento completo, que ahora ya se titulaba “Estudio cualitativo sobre amaxofobia o miedo a conducir”; al menos ya no es el mismo, pensé, porque éste es cualitativo. Pero en el texto más extenso se seguía insistiendo en que fue realizado durante el segundo semestre de 2010; y es posible, ya que una cosa es el trabajo de campo, y otra convertirlo en un informe para publicar. Pero en tal caso, y por la misma razón, el informe original bien pudo haber sido realizado en el segundo semestre de 2004, y no de 2005, en cuyo caso la diferencia con el segundo pasaría a ser no de cinco, sino de seis o siete años, en función de que el último se hubiese realizado en el segundo semestre de 2010, o quizás del propio 2011. Y es que con ese calendario tan elástico que utilizan en Mapfre, cualquier cosa es posible.
Una vez relativamente aclarado el aspecto cronológico, me sumergí en la lectura de este nuevo estudio, ahora cualitativo, y llegué a la conclusión de que la primera parte no era más que un refrito del anterior, para ofrecer luego una segunda que era la nueva aportación cualitativa; o sea, profundizando en los aspectos psicológicos y clínicos del problema. A fin de poner en antecedentes a los lectores que, ni entonces ni ahora, hayan tenido ocasión (o paciencia) de leerse semejante montón de páginas (casi 40 el primero y 26 el segundo), presentaré a continuación un resumen de lo que, en el segundo estudio, se dice respecto a la manifestación de los síntomas de la amaxofobia, dejando para el final el análisis clínico y mi posterior comentario.
Así que allá va lo que es la amaxofobia, utilizando retazos, unas veces literales y otras resumidos, de este segundo y más nuevo informe:
La amaxofobia es el miedo a conducir; ¿por qué se sufre este miedo y qué rasgos presentan estas personas? La mayoría de los afectados tiene carné de conducir desde hace más de 15 años, ya no conduce con frecuencia, y admite que comenzó a tener miedo a ponerse al volante a los pocos años de obtener el permiso. El porcentaje de mujeres con amaxofobia es casi doble que el de hombres; la mayoría son mujeres de más de 40 años que han sufrido o presenciado un accidente de tráfico grave, o que actúan con inseguridad porque necesitan controlar múltiples facetas de su vida, incluida la conducción. La amaxofobia también la sufren los hombres, aunque en un porcentaje mucho menor, a una edad más tardía (a partir de los 60 años) y siempre por aspectos relacionados con la limitación de sus capacidades.
También afecta a personas que tienen miedo a la falta de control, que son inseguras y que sufren estrés y depresión habitualmente. Y también suele presentarse en personas que han dejado de conducir durante un periodo de tiempo y que padecen otras fobias, como miedo a volar o a permanecer en espacios cerrados. Personas responsables, autoexigentes, perfeccionistas, a quienes les gusta tener bajo su control todas las posibles variables, incluida la conducción. A la mínima sensación de riesgo prefieren no conducir, y ponen cualquier excusa para no salir de casa; eso les convierte en muy dependientes, y acostumbran a cambiar de planes continuamente. En consecuencia se sienten frustradas, tristes, impotentes y con la autoestima baja. Cuando se ven obligadas a ponerse al volante, lo hacen siempre con ansiedad, nerviosismo, taquicardia, palpitaciones, sudoración en las manos, vértigo, nervios en el estómago, temblor en las extremidades, dolores musculares y de cervicales, e hiperventilación (falta de aire). Más de la mitad de las personas con amaxofobia conduce de forma esporádica, realiza los mismos recorridos y se impone ciertas limitaciones, como no conducir sin acompañante, por autopista o autovía, con mucho tráfico o por la noche.
Hasta aquí, el resumen de los signos externos y la tipología de personas que sufren esta dolencia; y puesto que el primer informe, muy en resumen, venía a decir prácticamente lo mismo, me dio pie a publicar el siguiente y ya citado comentario, que reproduzco a continuación, para ahorrarme trabajo, y quizás evitar decirlo peor que hace seis años:
“La palabreja ha tenido éxito: apenas difundido el informe Mapfre titulado “Amaxofobia: miedo a conducir”, muchos medios de información lo reprodujeron. Al margen de su etimología griega, habría una razón (aunque no la he oído ni leído) para interesarse por la amaxofobia: tras de oir durante años que el automóvil convierte al conductor en un ser agresivo (lo cual es cierto en bastantes casos), ahora resulta que un tercio de los conductores lo que tiene es miedo a conducir; al menos en la Comunidad de Madrid, donde se ha realizado el estudio.
Entre 1.502 encuestados, 501 (justo un tercio) reconocen sufrir, en mayor o menor grado, esta patología; de ellos, el 64% son mujeres, lo que equivale a una de cada cinco conductoras. Para los hombres, la proporción se rebaja a uno de cada ocho. La gravedad oscila desde sentir miedo al conducir hasta el nivel incapacitante, que les impide ponerse al volante; este nivel afecta al 18% de dichos pacientes, y en doble proporción a las mujeres que a los hombres. ¿Cuándo se manifiestan los síntomas?: con climatología adversa (niebla, lluvia), de noche, en tráfico intenso (fin de semana, ciudades grandes), en vías desconocidas, en carretera más que en autovía o autopista, llevando pasajeros (sobre todo niños), conduciendo un coche prestado y, muy especialmente, por el modo de conducir de los demás. O sea, exactamente igual que el conductor novato.
¿Y a qué lo atribuyen los propios afectados? Según lo anterior, lo lógico sería que a su pésimo nivel de conducción respecto al nivel medio (que tampoco es para tirar cohetes, añado yo); pues no, señor. Los hombres lo achacan a disminución de capacidades físicas, bien sea por la edad (sobre todo si no han conducido bien ni de jóvenes, afirmo, o empezaron ya mayores) o por el alcohol (por lo visto, a los amaxofóbicos este último no les produce la euforia que se asocia con el beber, sino justo lo contrario), o bien al hecho de haber presenciado o sufrido un accidente. En el caso de la mujer, esto último también afecta, pero sobre todo influye sentir una baja autoestima al ser criticadas por parte de los que consideran familiares dominantes (es decir, la que no da pie con bola al volante, y se lo dicen de modo más bien poco diplomático).
Mal está, aunque sea comprensible, que los afectados no citen como concausa digna de mención el reconocimiento de su casi nula habilidad a los mandos de un coche; de hacerlo, el paso siguiente sería acudir a un cursillo de perfeccionamiento. Pero peor aún es que, según la psicóloga autora del informe, la solución sea (¡naturalmente!) un tratamiento psicológico, y para nada se cite una mejora de la técnica de conducción. O sea que se les tumba en un diván, se les convence de que ya son Fernando Alonso, y se les vuelve a lanzar en pleno tráfico. ¡Pues qué bien! Pregunta final: ¿cuántos de ellos son de los que van dando luces y agitando las manos contra el resto de conductores que conducen con algo más de soltura?”
¿Un poco duro mi alegato? No lo creo; lo que ocurre es que el informe va por la senda de lo psicológico y yo, sin despreciarlo, no olvido lo más básico: lo que ocurre en el asfalto, que es lo que salpica al resto de usuarios de la vía. Me resultaba incomprensible, al leer el primer informe, que un cierto porcentaje de mujeres se sintiesen afectadas por las críticas de sus familiares respecto a su bajo nivel de conducción, pero no por dicho bajo nivel, para intentar superarlo. Del mismo modo que la realizadora del informe lo arregla todo sugestionando a los pacientes para que vuelvan a lanzarse al asfalto, para que a los primeros 500 metros se les reproduzcan los mismos síntomas; porque si no hemos quitado la causa básica y original (bajo nivel de conducción) malamente podrán sentirse a gusto en el tráfico.
Pero ahora nos llega la segunda parte del estudio, consistente en un análisis sobre un grupo de 30 personas que padecen amaxofobia: de las 30, 27 son mujeres y 3 hombres. Hay muchas más mujeres, y este dato encaja con el estudio estadístico de 2005. La media de edad era de 42 años; la media de años con permiso de conducir era de 17; y 13 años de media es el tiempo que las personas reconocen llevar sufriendo amaxofobia. De las 30 personas, 17 conducen de forma más o menos esporádica o por recorridos conocidos y siempre los mismos, o con limitaciones como no conducir por autopista o autovía (¿pero no era al revés?); otros 13 no conducen en ninguna ocasión.
Seguiremos por el acotamiento del tipo de personas que sufren esta dolencia. Básicamente hay dos grupos:
a) Personas que lo que sufren es un estrés postraumático, es decir, que han tenido un accidente, o lo han presenciado, o alguien de su familia o una persona muy allegada, ha tenido uno grave, incluso con muerte.
b) Personas que tienen la fobia a causa de sus rasgos específicos de personalidad, su manera de afrontar el estrés y de resolver los conflictos.
Hay un rasgo común para a) y b): en todos los casos de las personas encuestadas, hay un patrón de conducta temerosa aprendido en familia, desde pequeños. Es decir, en todos los casos, los padres o los hermanos, aunque generalmente las madres, son o han sido personas miedosas, con fobias diversas, lanzando mensajes de “cuidado, riesgo, peligro, etc”, con un umbral de preocupación y de anticipación de futuro en negativo.
Se ha encontrado un dato relevante, y es que 25 de las 30 personas reconocen que en su familia hay patrones de miedos y fobias, y que algunos parientes también sufren amaxofobia o fobia a otras situaciones (tormentas, vértigo a las alturas, agorafobia, claustrofobia, fobia a las ratas, a las serpientes, a las cucarachas, a los perros, a volar, miedo a ahogarse, a los ascensores, etc). Además, 25 de las 30 personas sufren fobia en otras circunstancias de la vida cotidiana; reconocen tener, además de amaxofobia, alguna o varias de las fobias antes enumeradas.
En cuanto a ciertos rasgos de personalidad, las definiciones más habituales, que ellos mismos han elegido para sí, han sido: personas muy precisas, detallistas, minuciosas, responsables y autoexigentes, a las que les gusta tenerlo “todo controlado” (en ocasiones les cuesta delegar). Así mismo, en general es una fobia que suelen padecer personas que antes de conducir no les gustaba o les resultaba indiferente el hacerlo, y menos las personas a las que les gustaba mucho conducir, aunque también hay casos de estos. A la mayoría de los 30 encuestados, antes de sufrir este miedo, les resultaba indiferente conducir o no les gustaba; sólo 4 personas comentan que les gustaba mucho.
Y llegamos a las conclusiones del informe: el objetivo es comprender y encontrar denominadores comunes en las personas que sufren miedo a conducir, entenderlo mejor, tratarlo correctamente y ayudar a prevenirlo. Al igual que otras fobias, la amaxofobia también se puede tratar y superar: con el tratamiento adecuado por parte de un psicólogo especializado en fobias, estas personas pueden volver a conducir en poco tiempo. Otros consejos básicos para superar este miedo son: ponerse en manos de un profesor de autoescuela o de familiares para ganar confianza en la conducción, y solicitar tratamiento psicológico cuando se sufre un accidente. Recibir la ayuda conveniente para superar el estrés postraumático cuando se ha sufrido, presenciado o perdido a un ser querido en un accidente de tráfico, también contribuye a ganar la batalla a la amaxofobia.
Es más que evidente que, en este como en tantos otros casos, cada cual tira para su lado, y que tanto el primer como el segundo informe de Mapfre está realizado por psicólogos, que no sólo creen que la solución a la amaxofobia se alcanza por métodos casi exclusivamente psicológicos, sino que también parecen creer que conducir es algo innato para el ser humano, que todo el mundo conduce igual, y que las dos únicas causas del trauma del que estamos hablando se debe a la impresión por un accidente propio o ajeno o bien al influjo de una familia con más traumas de los que salen en las películas de Cronenberg o Greenaway, de Bigas Luna o de Almodóvar. Pero como yo soy del otro lado, es decir, del asiento del conductor y no del diván del psicoanalista, voy a arrimar el ascua a mi sardina, y señalaré unas serie de lo que me parecen incoherencias, tanto en los informes como en las posturas declaradas por los encuestados; y ello, al margen de lo que ya comenté en mi columna de “Automóvil”, y que no voy a repetir.
Nada que objetar a los dos tipos a) y b) de potenciales “clientes” de la amaxofobia; pero me sigue faltando un dato importante: ¿cuántos de esos 30 (o del colectivo entero nacional) eran buenos y hábiles conductores antes de caer en la dolencia? Y digo buenos y hábiles, y no los cuatro que dicen que antes “les gustaba mucho” conducir; porque podría gustarles mucho pero ser unos auténticos “piernas” (o no; no se sabe). Pero creo que sería un dato a tener en cuenta, aunque su origen subjetivo no sería muy fiable. En cuanto al tipo de personalidad, a mí me tienen mis íntimos por preciso, detallista, minucioso y controlador; me cuesta delegar (soy de los que prefiere hacer que mandar hacer), y por ello mismo, prefiero conducir yo a que me lleven. La mayoría de los grandes pilotos son auténtico maniáticos, y sumamente controladores, pero ni ellos ni yo padecemos amaxofobia.
En cuanto a las conclusiones del informe, me asombra que uno de los objetivos sea ayudar a prevenir la dolencia, salvo que considere como tal ayuda lo de ir al psicólogo después de ver, sufrir o tener un accidente en la familia; yo he tenido ejemplos de los tres, y voy tirando, aunque no dudo que habrá gente a quien le venga bien. Pero lo que le vendría bien a todo el mundo, antes de eso, es haber aprendido a conducir bien, para no tener que ir ahora a ponerse de nuevo en manos del profesor de autoescuela (¿querría decir perfeccionamiento de conducción?) o de familiares sin más cualificación que la consanguinidad (¡qué peligro!); por lo visto, para enseñar a conducir cualquiera vale, al menos para un psicólogo.
Un auténtico contrasentido es que los amaxofóbicos sientan más miedo cuando viajan solos (luego conduciendo), pero a su vez una encuestada dice que el que conduzca otro “me libra de la responsabilidad de que pase algo y yo sea la culpable”. Luego cuando tienen que llevar a alguien que a su vez no conduce (no tiene permiso) tienen menos miedo porque ya van acompañados, lo cual equivale a sentir menos temor a ser responsables de un accidente, pese a llevar la vida de un inocente entre sus manos. Pues no lo entiendo; parece que alguien se ha trabucado al tabular la encuesta.
Pero lo mejor es la ingenua a la par que sincera expansión de otra encuestada: “Propongo que nos dejen llevar un cartel, como la “L” de los principiantes, para que los demás sepan y nos reconozcan como personas que conducimos con miedo, y nos respeten y nos dejen tranquilos”. Miedo debería darles a los que viesen semejante cartel, por si las moscas, porque la capacidad de maniobra de uno de estos conductores, en un momento critico, no parece que sea la más fiable, y pueden salir por los cerros de Úbeda. O sea que lo que la buena señora pretende es que circulemos todos dejándole libres unos tres o cuatro metros a lo ancho por cada lado, y unos quince a veinte por delante y detrás, para “dejarle tranquila”. Y eso en plena hora punta; ¿no es pedir demasiado? Y a eso llama respetarles; pero de respetar ella el razonable desenvolvimiento del tráfico de todo el resto de usuarios de la vía, ni palabra; y si tienen que tardar más, para dejarle libre su “crisálida” de tranquilidad, pues que tarden, y asunto resuelto.
Y para cerrar, un aspecto colateral siempre candente, sobre el cual ya tuvimos un interesante coloquio hace algo más de un año: ¿conducen mejor las mujeres que los hombres? A juzgar por los síntomas, los amaxofóbicos manifiestan algunas de las características que habitualmente se asocian con un conductor prudente, por más que por dentro ellos lo vayan pasando fatal. Pero para los que somos el núcleo principal de conductores, sin necesidad siquiera de tener un alto nivel de manejo, su sintomatología coincide punto por punto con la un novato irresoluto y atemorizado; ¿esto es ser un buen conductor? Y el hecho de que el número de amaxofóbicas sea porcentualmente el doble que el de sus equivalentes masculinos (y ello, pese a que todavía actualmente hay más carnés de conducir en manos de hombres que de mujeres) me parece un dato a tener muy en cuenta. En cualquier caso, lo que sí indicaría es que ellas son capaces de reconocer sus carencias con mayor sinceridad de lo que nosotros lo hacemos; en cuanto a lo ponerles el adecuado remedio, parece que ni con los psicólogos nos ponemos de acuerdo.
El penultimo parrafo me recuerda a una discusion familiar que en ocasiones tengo. Sucede cuando hay un coche que circula al limite de velocidad de una autopista o autovia y va adelantando vehiculos que circulan mas despacio por el carril de la derecha (en el caso de dos carriles por sentido) o por el central (en el caso de 3 carriles) y que estan relativamente juntos pero suficientemente separados para volver al carril central o derecho si por detras viene un coche que circula mas deprisa.
Ellos siempre argumentan que el conductor que va respetando el limite de velocidad hace bien porque aunque podria apartarse, como teoricamente no se puede circular mas deprisa no molesta a nadie circulando por el carril izquierdo, aun teniendo suficiente espacio para apartarse.
Personalmente estoy totalmente en desacuerdo puesto que es un comportamiento sumamente eogista, como el que se describe en el penultimo parrafo.
Veo correcto el ritmo, melodia y armonia.
Y de lo mio que.
Atte. «Chevi» Camaro.
Ultimamente hasta Marca Motor. Enero 2012
El Chevi que se lo coman los yankis con patatas. Aqui solo se prueban coches modernos.
Uff, menos mal.
Yo creía que la culpa de que la gente le tenga miedo a conducir la tiene la DGT y en especial, su todavía jefazo Pere Navarro.
La amaxofobia es un trastorno mental, como todas las fobias, y cuando es incapacitante y no un «que mierda tener que conducir hoy con el frio que hace» parece mas adecuado que la trate un sicólogo que no un autoescuelista o un periodista del motor.
Y el último parrafo: ¿conducen mejor las mujeres que los hombres?
Fantastico tema para discutir en la barra del bar, al calor de unos pacharanes, y entre risotadas.
Pero la pregunta se debe matizar algo mas, yo le ayudo:
¿llegan mas tarde las mujeres que los hombres cuando les toca conducir?
¿es mas vistoso ver conducir a una mujer o a un hombre?
¿provocan mas accidentes (por km recorrido)?
¿provocan mas heridos y/o muertos (idem anterior)?
¿son mas desconsideradas?
¿ayudan los estrogenos a conducir mejor?
¿conduce mejor una mujer cuando lleva al maromo al lado?
o el hombre cuando lleva a la churri?
¿que es conducir mejor?
Ahi queda eso.
Lo siento pero no puedo estar de acuerdo con el artículo ni con reducirlo todo a la falta de pericia al volante. Sin haberme visto de momento en la situación, pienso que para superar las fobias es mejor contar con la ayuda de un buen sicólogo.
Tengo en mi entorno cercano un caso de estos, protagonizado por una mujer joven (27) con unos 5 años de antigüedad de carnet. Sus rasgos de personalidad coinciden con la descripción de persona con un alto nivel de exigencia para sí misma y en todo lo que hace, perfeccionista en extremo e incapaz de delegar. Es la típica persona que se saca el carnet para incluirlo en su curriculum con el objetivo de facilitar la consecución de un empleo, a la que nunca le llamó la atención la conducción de vehículos y que además está muy escasamente dotada para dicha actividad.
En la práctica dicha persona es incapaz de circular por una autovía o autopista porque siente autentico pánico a la maniobra de incorporación a dicho tipo de vía. Según explica, siente que no domina el vehículo y que va a la deriva. Diariamente realiza un trayecto de unos veinte minutos para ir a trabajar, por una carretera sin arcén de trazado muy virado y escasísimo tráfico; dicho trayecto lo podría hacer en diez minutos por una autovía.
Aunque algunos familiares nos hemos ofrecido a acompañarla e instruirla para que mejore su técnica y supere la fobia, ella no muestra interés y, aunque no lo reconoce, asume de forma implícita que es incapaz de alcanzar la pericia suficiente para ello, a lo que se une su falta de motivación por la actividad en sí -la de conducir-, cayendo en un circulo vicioso del cual es incapaz de salir.
Personalmente soy de la opinión que lo primero que necesita es la ayuda de un sicólogo especializado en la materia y después de alguien que la ayude a mejorar un poco su técnica de conducción.
Saludos.
6@Mi pregunta es,¿como pudo obtener el permiso de conducción?;esto demuestra lo importante que sería una especie de reválida a un cierto tiempo después,pera valorando la desenvoltura y actitud al volante,más que fijándose en pequeñas nimiedades.
Más que una reválida lo que necesita es una forma totalmente nueva de aprender a circular…
@7: Mi respuesta es.., haciendo correctamente – a juicio del examinador de turno-, lo que en ese momento se le pedia. Cosas entrenadas en las practicas y en lugares mas o menos conocidos. Las carreteras estan llenas de gente con estas carencias.
Es lo de siempre, en la autoescuela se va para aprobar unos examenes, punto. Luego hace falta lo que comentas de un segundo examen mas a fondo.
Luego que estas personas tuvieran un poco mas de consciencia de lo que hacen; porque una persona con este panico dentro es un peligro para el y para los demas.
Todos hemos sido novatos, y es evidente que cuando te sacas el carnet, aun te falta mucha practica, pero lo bueno es que por lo menos se ponga interes en mejorar.
A mi por ejemplo, puede no gustarme e incluso darme miedo tirarme en paracaidas, por lo tanto, a poco que pueda, intentare evitar esta actividad. Pero si no tengo mas remedio que hacerlo, al menos intentare informarme bien de las mejores tecnicas para hacerla y con el tiempo procurare perfeccionarme..; pues en la conduccion igual, solo que si te tiras en paracaidas y haces algo mal lo mas normal es que solo le pueda pasar algo al que se tira, en la conduccion puede afectar a muchas otras personas.
@7 Sencillo, durante el aprendizaje, incluyendo el examen, iba acompañada de un profesor que en última instancia podía tomar el control. Además el examinador valora que cumplas las normas y que tengas un mínimo dominio del vehículo durante la prueba, que como todos sabemos tiene una duración limitada y en ella no se dan, ni mucho menos, todos los casos posibles.
Saludos.
Igual que vosotros, pienso que la formación es fundamental y que los conocimientos necesarios para aprobar el carnet de conducir son totalmente insuficientes, pero nosotros estamos viendo el tema desde el punto de vista del aficionado a los coches y a la conducción. Las fobias son miedos irracionales. Si yo sólo tuviera miedo a saltar en paracaídas, podría interesarme en aprender la técnica, pero si tuviera fobia por saltar en paracaídas quizá el rechazo fuera tan grande que me pondría malo solamente de pensar en el tema o en un salto de prácticas. Pienso que la gente con fobias lo pasa realmente mal y son a menudo incomprendidos por lo demás, que frecuentemente los consideramos de todo menos realmente enfermos.
Yo no creo que la gente que realmente tiene fobia a conducir la supere adquiriendo mejor técnica, y no porque esta no importe, sino porque los mecanismos de la fobia van por otro sitio. Después, si consiguen superarla, ya podrán conducir mejor o peor, como cualquiera.
Lo que pasa es que dudo que muchos de los que se declaran amaxofóbicos en el estudio lo sean «clínicamente», es como quien dice que lo pasa mal en los ascensores, diciendo que tiene claustrofobia, o el que es maniático del orden y va por ahí diciendo que tiene trastorno obsesivo-compulsivo. El hecho de que algo te de miedo no te convierte en un fóbico, pero si tienes una fobia tienes un tipo de trastorno mental, y tienes que ir al médico, o al psicólogo.
Dudo mucho que quien tenga realmente amaxofobia coja el coche para ir de compras, o a la huerta, y que viva en el extrarradio en lugar de en la ciudad. O que no se les ocurriera buscarse un trabajo al que no tuvieran que ir en coche, que antes no era tan difícil como ahora.
A una amiga mía le da mucho miedo freír cosas, por lo de las salpicaduras de aceite hirviendo y tal. Fijo que algún día veremos un estudio sobre la fritangafobia, para que vaya al psicológo.
Muchas mujeres(y también bastantes hombres aunque muchos menos que mujeres) no conducen bien porque no les interesa el tema en absoluto,porque no tienen necesidad de conducir,porque no les gusta,es casi un tema cultural,de costumbres.
Bien es verdad que ese tipo de personas mejorarían mucho su vida,e incluso su ansiedad si supiesen conducir bien y relajadamente.Un curso de conducción sería de gran ayuda para ellos,les enseñaría a sentarse correctamente al volante,a cambiar de marcha cuando se debe,a tomar las curvas como se debe,a incorporarse a una vía rápida,a conducir eficientemente,a saber sacar el máximo partido del motor cuando así se necesite.
La realidad es que quienes realizas cursos de conducción en general ya saben conducir bastante bien pues se trata de profesionales del volante,cuerpos de seguridad o de aficionados.
Es una lástima que los que más lo necesitan y más podrían aprovecharlos no los hagan.
Prácticamente todo el mundo no duda en acudir al médico,al fontanero,al mecánico,en fin al especialista cuando algo no funciona bien.Pero ah,reconocer que se conduce mal y con peligro en muchas ocasiones eso nunca.
Es lamentable ver personas de mediana edad (excluyo novatos y gente muy mayor que tienen pocas capacidades) ver cómo se sientan al volante muy cerca o muy separados ,cómo cogen el volante,por dentro del aro o con las dos manos juntas o con una sóla mano,cómo cambian de marcha a destiempo fastidiando la transmisión,el rendimiento o el consumo.Es penoso ver arrancar a algunos castigando embrague y motor,ver dar marcha atrás sin girar la cabeza por el lado adecuado.Triste y peligroso que las presiones de los neumáticos mucha gente no las revise.¿Cómo no van a tener miedo a conducir,por qué no le ponen remedio,les está complicando su existencia)
Y ojo, y esto sobre gente que ya no es novata,que está en su madurez como persona.Los que están aún aprendiendo o los que ya la edad ha hecho mella en sus capacidades mejor no hablar.
Todo lo anterior es un problema y un peligro y no el ir a 150 en una autopista con poco tráfico y buena climatología en un coche moderno en buen estado.
@12 valmo: Creo que tienes razon; asi explicado creo que queda bastante claro que lo mejor es ir primero a la raiz del problema, a interesarse por el porque de dicha fobia y una vez se ha hecho esto poner los medios para empezar a conducir de la forma mas correcta posible.
Coincido plenamente con la entrada de D. Arturo y con buena parte de los comentarios aquí vertidos, hay algunos que en absoluto, pero lo que diga respecto a ellos lo dejaré para el final.
De la palabra amaxofobia lo que más me gusta es su raíz etimológica de la cultura clásica griega. Pero detesto que se utilice para llenar la boca de tantos psicólogos que parapetados solamente tras un título y con ínfimos conocimientos de la materia que se supone deberían dominar, llenan tediosos y largos discursos de palabras técnicas sin sentido alguno -por no saber ni cómo usarlas- para disfrazar su ignorancia. El citado estudio de Mapfre es una auténtica chapuza, perdón por la expresión, pero es muy gráfica. Conozco personalmente y bien a unos cuantos excelentes psicólogos, a otros por leer sus buenos y admirables trabajos; tengo un especial buen recuerdo de una mujer que tuve como profesora en mayo (todo el mes) de 1990 en las instalaciones que la DGT tiene en Móstoles cuando realicé el curso de Director de Autoescuela, en los tres aspectos en los que tuve la suerte de conocerla (como profesora, psicóloga y persona) me pareció excelente y aprendí mucho de ella, lamento que mi flaca memoria me impida recordar su nombre. Pero, desafortunadamene, parecen ser muchos más los psicólogos que sólo dicen sandeces y, que muchas veces lo hacen como protagonistas y portavoces de estudios encargados por departamentos oficiales o semi-oficiales. La voz de su amo, vaya. Para dejar esto, sólo diré, a modo de ejemplo, que en una ocasión estudié un trabajo que habían hecho dos psicólogos norteamericanos -en un montón de folios- para explicar cómo se lleva un coche en línea recta. Parecía una burla, francamente. Menos mal que para entonces ya me defendía bastante bien con los automóviles, porque si no, seguramente hubiese sido incapaz de llevar un coche en línea recta el resto de mi vida, lo digo muy en serio.
Sobre el miedo a conducir, entre otras cosas, siempre decía a mis alumnos: “Hombre, si yo decido tirarme a una piscina que sé que me cubre y no sé nadar, o apenas… miedo no, tendría pánico.” Claro, que tengo dos opciones: aprender a nadar o no tirarme. El miedo a conducir, al menos, en el 90 % de los casos radica en que ni se sabe ni se quiere aprender. También es cierto que el miedo que nos inculcan, constantemente, desde los medios de comunicación y la DGT (retroalimentándose mutuamente, especialmente, desde que Pere Navarro está al frente de ésta) cala en el subconsciente de muchas personas añadiendo una dificultad nada desdeñable al aprendizaje y a su posterior práctica y perfeccionamiento.
¿Padecen más las mujeres el miedo a conducir? No, categóricamente. Lo que ocurre es que ellas lo reconocen y ellos no.
Accidentes de tráfico casi todo el mundo ha visto alguno; personas muy próximas víctimas de los mismos, también.
Que las autoescuelas sólo enseñan a aprobar, es una falacia. Aunque sorprendentemente se pueda oír en boca de algunos colegas y examinadores. Por supuesto, de todo hay en la viña del Señor mas, en mi experiencia, la mayoría de colegas y examinadores son personas que hacen su trabajo honestamente. Cuando fui por primera vez a la autoescuela (para el permiso B) di 20 clases prácticas de 30’ con dos profesores; el primero, que me daría más o menos la mitad, me tuvo durante unas siete clases en una explanada al lado del campo de fútbol -abierta al tráfico, pero con muy poco- dejándome aprender solo. Llegábamos, pintaba unas rayas con escayola en el suelo, me indicaba los ejercicios que debía de hacer, todo muy rápido, se iba al bar (más o menos próximo pero desde el que no podía verme) y ahí nos quedábamos el 600 y yo dale que te pego hasta el momento de irnos. Y, bueno, no me ha ido tan mal. Se aprendía. Por supuesto que se puede y debe mejorar el sistema para acceder al manejo de automóviles, pero es muy cierto que casi todos empleamos el mismo y sin embargo hay personas que lo hacen muy bien y otras no.
He visto a niños que apenas sabían andar haciendo maniobras complejas con cochecitos de pedales irreprochablemente bien sin que nadie les enseñase. He visto a perros, sí lo digo bien, que en cuanto les abrías la puerta de atrás del coche montaban, pero sin cerrarla, dependiendo de quién se pusiese al volante salían de inmediato o se quedaban. Curioso, ¿verdad? He oído que los perros huelen el miedo, quizá algunos psicólogos deberían servirse de ellos. A unos cuantos alumnos, después de suspender reiteradamente exámenes a sabiendas de que acudían a ellos sin “mis bendiciones” preguntándome “¿Qué me pasa?” Les respondía: “Tú no quieres conducir”. Y asentían, todos a los que les dije esto, ni uno me dijo que estaba equivocado. ¿Por qué estaban en la autoescuela? Se sentían obligados, nada más. La mayoría seguían hasta obtener el permiso, pasaban un calvario, pero conseguían aprobar. ¿Cómo conducirán? Pues si no han cambiado de actitud, seguro que muy poco y muy mal.
Ir de pasajero en un coche de autoescuela durante las clases prácticas, debería de ser un trabajo de campo imprescindible antes de adoptar muchas decisiones políticas. ¡Son muy reveladoras!
Podría seguir escribiendo días, pero acabo, y muy agradecido a quien lea estas líneas, con dos citas y dos enlaces.
«Enseñar no es una función vital, porque no tiene el fin en sí misma; la función vital es aprender». Aristóteles.
“Lo que natura no da Salamanca no lo presta”
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Ah, una última cosa muy importante que se olvida mucho. Todo el mundo sabe, que el hecho de conducir un automóvil puede derivar en causar daños muy graves -incluida la muerte- a otras personas. Lo siento, en esto soy intransigente, no cabe alegar ignorancia. Quien maneja siempre tiene mayoría de edad, es inexcusable eludir la responsabilidad, es imperativo hacerlo bien. Alguna vez, algún alumno, nada más aprobar me decía irónicamente y no sin cierta malicia: “Aprobé, pero no sé conducir” Pues no lo hagas, le respondía, no quiero ir a tu funeral, sigue aprendiendo, pero igual mejor con otro profesor u otra autoescuela porque si yo no te he enseñado… Además, deberías exigirme que te devuelva el dinero y te indemnice, ¿no? ¿Por qué no lo haces? Nunca lo hizo nadie.
Hola, soy mujer, tengo 43 años y me incluyo en ese grupo de perfeccionistas que no saben delegar. Aprobé a los 18 el teórico a la primera y el práctico a la segunda. Al principio iba muy insegura y con mucha prudencia porque nunca había conducido y (se añadía el miedo de mi padre al coche, que me influía, pero que nunca me contagió). En 6 meses más o menos (fui un poco lentita al principio) cogí una absoluta seguridad en cualquier tipo de carretera y a cualquier velocidad. Precisamente, no era de las que iba despacio y, además, no niego que me gustaba jugar a las carreras. Me encantaba conducir y pasaba, por mi trabajo, muchas horas al volante. Hasta ahí genial. El detonante, creo, vino cuando después de 10 años conduciendo un coche me dio por detrás en un semáforo, no íbamos ni a 40. No pasó nada, pero entonces me confirmé a mí misma que aunque yo controlaba perfectamente, no podía controlar lo que otros hacían. Desde entonces, empezaron, sin explicación alguna, los calores, los sudores, la dificultad para respirar; en resumen, el pánico. Dejé de conducir, no podía. Cuando no había más remedio, alguien tenía que acompañarme para sentirme mejor. Si estaba pendiente de alquien, no me dejaba vencer por el miedo: era demasiada la responsabilidad que tenía.
Pasaron al menos 2 años. Yo no le decía nada a nadie porque me daba vergüenza: ¿cómo una mujer lanzada y con éxito profesional como yo podía mostrar tanta debilidad? Así es que decidí coger el toro por los cuernos y me lancé. Empecé a conducir en trayectos cortos por la ciudad que iba aumentando progresivamente. Luego empecé a trasladarme en carretera, más tarde en autovía. Así hasta que retomé mis viajes de 500 ó 1.000 kilómetros en solitario. Pensaba que si me iba a pasar algo, pues que me pasara ya, que así, con miedos, no se puede vivir.
Así se me pasó la amaxofobia (ahora le puedo poner nombre), pero tengo que admitir, para mi desgracia que no la superé. Pasaron unos 10 años de normalidad, pero, en realidad, estaba latente, porque volvió a aparecer hace un año y medio. Puedo afirmar que en mi caso no se debe a efectos traumáticos porque recibí un golpe de órdago de un conductor sin carnet que se saltó un semáforo en rojo y me empotró en un edificio. A mí no me pasó nada, ni miedo; solo indignación porque se dio a la fuga, el muy piiiiiii…
Solo puedo afirmar que en mi caso volvió por el estrés. Cuando paso etapas de mucho estrés por el trabajo, cualquier actividad me cansa. Al notar el cansancio conduciendo, me agobio y ahí está. Ahora he tardado menos en darme cuenta y lo que he hecho es empezar la terapia del poco a poco desde el primer día y sin agobios automovilísticos adicionales. Sé que es un aviso de que tengo que frenar en mi vida, de que estoy asumiendo más de lo que puedo.
Mi recomendación como afectada es que hay que coger el toro por los cuernos, poniéndote metas cada día un poco (solo un poco) más complejas. La satisfacción del logro es lo que te hace recuperar la serenidad. Y, al final, no tener vergüenza de contarlo porque el que no tiene una cosa tiene otra.
Suerte