El 15 de Junio pasado coloqué, bajo el título de “El mérito del progreso”, una entrada referente al papel tan preponderante que la mal llamada industria auxiliar está jugando en el desarrollo de la automoción moderna. Hoy vuelvo sobre el mismo tema, pero bajo una óptica distinta, más subjetiva, o incluso intimista si se quiere, porque necesito desahogarme de algo que, en los últimos tiempos (digamos unos pocos años) me está haciendo sentirme “dolorosamente harto”, siguiendo una expresión que en su momento hizo fortuna. La puso de moda cierto “Colectivo Almendros” de veteranos militares (más bien conservadores, por no decir otra cosa), que publicaban columnas de opinión en el diario “Arriba” en los tiempos de nuestra no sé si superada Transición. La dichosa locución puede entenderse como que nos duele, de forma sorda pero continua, una zona íntima de nuestra anatomía. Y eso es lo que me viene sucediendo, en forma recurrente y cada vez un poco más acusada, en las conferencias de prensa de las presentaciones de nuevos modelos de coches. Ya me doy cuenta de que los “plumillas” del motor lo que tenemos que hacer es comunicar a nuestros lectores qué es lo que nos han presentado, y no darles la vara con nuestras penas; pero ya que el tema, mal que bien, roza la actualidad automovilística, por aquello de que se trata de comentar un aspecto de las presentaciones, pues voy a desahogarme.
El núcleo de la cuestión reside en que, en dos de cada tres ocasiones (creo que no exagero, o no mucho), tengo la sensación de que la conferencia la está dando el Director Comercial de Bosch, por citar a la firma que en, variedad y volumen, lidera la industria auxiliar en buena parte de las distintas facetas que voy a comentar. Como en un sueño pienso: ¿no se aburrirá este buen hombre de contarnos siempre lo mismo? Hasta que me doy cuenta de que no es el mismo hombre, sino que se transforma y oculta cada vez bajo una cara distinta, e incluso habla en distintos idiomas, aunque acabe predominando el inglés. Lo siguiente que me admira es su discreción: no para de hablar de sus productos, pero ni una sola vez cita el nombre de la firma para la que trabaja; a eso se le llama mantener un perfil bajo. Pero finalmente, el sueño se desvanece, vuelvo a la dura realidad y me doy cuenta de que estoy en la presentación del modelo X, de la marca Y, en la ciudad Z, y de que quien habla es el responsable de turno de prensa, de comercial, de marketing, de producto, de asistencia técnica, de postventa o del mismísimo gabinete de diseño de producto. Y esta realidad se confirma cuando, con frecuencia, le pasan la palabra al diseñador de carrocerías, que este sí que habla de “su” modelo X, y en ocasiones da la impresión de que no va a parar de hablar nunca, mientras nos convence de la importancia del aspecto musculoso de la aleta trasera cuando sobre ella incide el sol poniente o naciente (incluso aunque el coche no sea japonés).
Cuando ya has oído quince o veinte veces lo de que los faros giran para iluminar la curva, o lo de la chicharra que te avisa de que no des más marcha atrás porque chocas, o que la lucecita en el retrovisor te indica que hay un coche que no ves en el punto ciego (sobre todo si llevas mal regulado dicho retrovisor), te causa asombro que todas las marcas hayan descubierto, por las mismas fechas y con un funcionamiento idéntico, toda una serie de elementos de equipamiento de ayudas al conductor, de mejoras de la seguridad activa o pasiva, o de infotainment. Hasta que de nuevo se enciende una lucecita, pero esta vez dentro de tu cerebro, y te dices: esto me suena a Bosch. Pero ninguno de los conferenciantes pronunciará nunca el nombre del auténtico fabricante; la referencia a estos equipamientos, que no son diseño ni producción propios de la marca automovilística, puede fácilmente ocupar dos tercios del tiempo de la exposición, pero no hay cuidado de que se pronuncie el nombre del auténtico inventor. Esto empezó a ocurrir, hace ya décadas, con el ABS (que muchas marcas disfrazaban bajo otras siglas, para que pareciese propio), y de entonces acá no ha parado.
La verdad es que dan ganas, si estás sentado en las filas de atrás, de comentar con voz de ultratumba: “Corta el rollo, que esto ya nos lo han contado en Mercedes, en BMW, en Audi, en Volvo y en otras diez marcas antes que vosotros”. Pero te cortas, y esta es la causa de que ahora me esté desahogando en esta tribuna electrónica; tal vez, con un poco de suerte, me lean los responsables de alguna marca, lo comenten entre ellos y, con más suerte, hagan una especie de examen de conciencia y, ya con mucha más suerte, lleguen al propósito de enmienda. Y entonces, que al menos citen la procedencia del invento; lo cual, por otra parte, puede ser una garantía de fiabilidad, aunque lo ideal sería que hiciesen una enumeración rápida de los distintos equipamientos, sin explayarse en explicarnos por enésima vez su funcionamiento, resumiendo más o menos del siguiente modo: el coche lleva todo esto que, sin duda alguna, ya conocéis de sobras en los últimos meses (por no decir años). Sin duda alguna, la conferencia la da, en el noventa y tantos por ciento de los casos, gente muy preparada, pero que podría tener la deferencia de admitir que los que les escuchan también son profesionales del sector y que, por si fuera poco, su trabajo consiste en asistir de forma habitual a semejante tipo de conferencias, de manera que conocen de sobras todo este tipo de equipamientos.
Lo peor del asunto, y ahora entro en el fondo más que en la forma, es lo que antes ya he señalado: relatar con pelos y señales todo este tipo de equipamiento que cada vez va siendo moneda más corriente, ocupa la mayor parte de la presentación; es lo mismo que ocurre con los manuales del usuario que te dan actualmente con el coche: que del coche en sí no te hablan demasiado, y la ficha técnica que viene atrás cada vez es más escuálida, pero entre el espacio dedicado a los cinturones, los airbags, el asiento infantil plegable, el techo practicable, el sistema de audio y el infotainment en general (y algún otro detallito que sin duda se me olvida), se comen las tres cuartas partes del manual. Y del coche, ¿qué?; pues nada, que si se avería, lo monta en una grúa y lo lleva al concesionario.
En bastantes ocasiones todo ello se debe a que se lanza como gran novedad lo que no es más que un ligero restyling, pero que se aprovecha para poner al día el equipamiento; y claro, de lo único que hay que hablar es del avisador de cambio de carril. Pero incluso cuando hay cierta novedad en los componentes del coche como tal, cada vez se les da menos importancia; hace unos días he asistido, entre otras muchas, a la presentación de un modelo bastante renovado, del cual tenemos dossieres múltiples pre-Salón, del Salón, post-Salón y de la presentación en sí. Todo el equipamiento renovado al que acabo de hacer referencia lo tenemos por quintuplicado; pero he intentado localizar las relaciones del cambio, y brillan por su ausencia, así como el tamaño de los discos de freno. Ya que son los fabricantes del coche, deberían recordar que éste es, ante todo, lo siguiente: un motor, una transmisión, una estructura (por lo general monocasco autoportante), una suspensión, una dirección y finalmente una carrocería, en cuyo interior tiene especial interés la amplitud, el confort de asientos y climatización, la visibilidad (incluyamos los faros), la insonorización, el tapizado y la instrumentación. Y luego, además, puede o no llevar cantidad de artilugios y archiperres de todo tipo, que actualmente pueden considerarse poco menos que como imprescindibles, pero que no dejan de ser un añadido a lo básico y fundamental. Y si se da información de esto segundo, lo menos que se puede hacer es haber dado antes información de lo primero.