Amigos y amigas,
Buenos días.
Ya lo sé, vaya horas para ponerme a escribir un post.
Pero es que ahora es cuando mi perro ya ha salido, la casa está en calma, él duerme en el balcón y yo aprovecho para tomar un poco el aire, desayunar y escribir. Puede que sea el mejor momento del día. Cuando aún no ha empezado el despiporre de rutina y la vida parece desarrollarse de forma normal.
Luego me asomo al balcón y ya no, pero la ilusión de estos minutos no está pagada.
No les hablaré de la pandemia, ni del escandalazo de segunda división (espero que los tribunales declaren inválida toda la jornada y haya que repetirla de arriba abajo), sino de la peor noticia que podíamos tener los aficionados al cine: la cancelación del estreno de Tenet.
Para los que no pertenecen a la industria o no trabajan en este sector, la cosa podría parecer simplemente otra mala noticia. Una más. Otra pieza del dominó cuyas piezas siguen cayendo desde hace meses.
Para los que se dedican a esto, aunque sea de forma tangencial, es un desastre de dimensiones épicas.
Tenet es el nuevo filme de Christopher Nolan. Habla de un mundo en el que las cosas pueden detenerse y rebobinarse y de una agencia secreta que se dedica a explotar esa posibilidad para sus propósitos. No sabemos mucho más, porque Nolan es famoso por su opacidad. Sus proyectos rara vez se dan a conocer en su integridad antes de su estreno. Así ha funcionado siempre.
Por el (impresionante) tráiler solo sabemos que va por el mismo camino de Origen y que seguramente vamos a necesitar un mapa para entenderla.
Su estreno estaba programado para mayo. Luego paso a junio. Luego a julio. Luego a agosto.
Ayer se anunció que se retrasa de nuevo, sin fecha esta vez. Los motivos son obvios: las salas de Estados Unidos están cerradas y nadie sabe cuando volverán a abrir. Al menos lo están la mayoría de la costa Este y muchas de la costa Oeste, donde se agolpa gran parte del tejido cinematográfico del país. En China (la otra gran pata financiera de Hollywood) han reabierto unas cuantas, pero no todas. Y en el resto del mundo, estamos como estamos.
No se puede estrenar en estas condiciones una peli que ha costado 300 kilos. No tiene ninguna lógica. Tampoco se puede poner en pay-per-view porque necesitarías no solo que la vieran 100 millones de personas para empezar a ver un euro. Necesitarías -y esto se antoja imposible- que la película no se pirateara. ¿Alguien se lo cree? Yo no.
Así pues, el mayor blockbuster del verano, la peli en la que muchos cines confiaban para que la gente se atreviera a volver al cine, se ha ido al carajo. No hay ninguna otra película gorda a la vista. No se sabe nada de Dune, Mulan anda por ahí bailando, Soul ni se sabe. No hay Star wars, ni Misión imposible, ni Fast & Furious. Ni nada de nada.
Si hay suerte, quizás a finales de septiembre o en octubre veamos algo nuevo.
Pero estas semanas que vienen, sin estrenos de primera clase, reponiendo pelis de culto esperando que la gente llene los cines, van a ser una auténtica agonía. No hay otra manera de explicarlo.
Muchas salas cerrarán. No un rato, no unas semanas. Muchas salas cerrarán para siempre.
Por eso lo de Tenet es un desastre épico. Parece mentira que todo dependiera de esa carta, pero así son las cosas.
Ojalá haya un milagro y Warner (la distribuidora de Tenet) decida estrenar la peli en Europa este verano.
Oremos.
Besos,
T.G.