Señoras y señores,
¿Qué tal están ustedes? No sé dónde ubicarles, yo estoy frente a una ventana en el que hay sol y todo eso. Como en un cuadro de esos de Monet con el atardecer a punto de explotarle a uno en la cara. No se preocupen, no me ha dado un ataque de poesía colorista, es simplemente que dicen que el sol nos cambia el humor y el carácter y yo –que soy un hombre de frío- estoy esperando que llegue como agua de mayo.
Si explicara aquí mi último año y medio de vida, con mis separaciones, mis funerales, mis líos de herencia, mis romances tormentosos, mis depresiones y mis días lluviosos, el propio Dickens se levantaría de su tumba para escribir un libro, uno de esos que huelen a barro y cenizas . Es un hecho que todos (y todas) hemos vivido malas rachas, y que cada uno/a tiene su fórmula, su receta (sea mágica o no) para navegarlas o –al menos- sobrevivirlas. Dicen que nunca vienen solas y la mayoría de las veces es verdad: a una mala noticia la sigue otra, y luego otra, y otra, hasta que te sobreviene el miedo al ruido del interfono o al sonido del móvil porque sabes que nada bueno puede salir de esos aparatejos del infierno. Aún recuerdo cuando te daban las malas noticias de viva voz (o al menos por teléfono), y casi tengo nostalgia de aquellos tiempos en los que le decías a alguien algo difícil con voz temblorosa. Cuando llamabas a tu novia y pasabas por el filtro de tu suegra; cuando estando en casa de un amigo tu padre te llamaba para decirte que quería hablar contigo, que sería mejor que volvieras casa. Y echabas a correr. A correr como un loco.
A lo mejor es que nos hemos vuelto demasiado cobardes. Ya lo éramos con los correos electrónicos y los malditos mensajes de texto pero lo del whatsapp es algo inexplicable. Noticias terribles aderezadas con un emoticono, eso sí, un emoticono triste. “Hey, has oído que ha muerto x? Lo acabo de ver en twitter :_(“.
Durante un mes me libré de la aplicación, me salí de twitter, de cualquier red social, y sólo atendí al correo electrónico de trabajo. Fue como si a un cocainómano le quitaran la papelina, pero de repente los amigos/as empezaron a llamarme para preguntarme si estaba bien. “Si no tiene whatsapp, ni twitter debe haber muerto, seguro”.
Creo que voy a hacer lo mismo, durante un par de meses esta vez, aunque me pierda los comentarios ingeniosos, los videos de gatitos, las grandes polémicas que duran 30 segundos, esas noticias tan importantes que olvidas en cuanto lees la siguiente noticia importante. Estoy empezando a vernos a todos/as como los protagonistas de ese gag de Woody Allen donde hay un actor que un día se da cuenta de que está desenfocado. Igual empiezo a salir más de casa, y a llamar a amigos; igual borro todos los malditos emoticonos cuando esté contento diré “estoy contento” y cuando éste jodido diré “estoy jodido”.
Es lo bueno de tener un blog como este, donde casi todos/as nos conocemos, que puedo explicarles que hay días en los que tengo la sensación de que nací en el planeta equivocado. Estoy seguro de que muchos de ustedes/as han sentido lo mismo alguna vez. Son ustedes/as libres de desmentirme y llamarme cosas feas (dentro de un orden) en la bonita sección de comentarios de este, su blog.
Por cierto, el otro día fui a ver Cenicienta (la de Kenneth Brannagh) y me encantó. Me lo pasé pipa viendo a Cate Blanchett de villana y pensé lo inteligente que resultaba actualizar una propuesta que podría convertirse una ñoñería insufrible y convertirla en una fábula moderna sobre la familia y lo bonitos que pueden resultar los vestidos de una auténtica hija de puta cuando sabe cómo llevarlos.
También podría ser que la medicación que mi amado psiquiatra me recetó con suma amabilidad me esté haciendo efecto y que de repente empiecen a gustarme cosas inenarrables. Así que –por favor- si me ven haciendo una buena crítica de la siguiente película de Isabel Coixet inviten al propietario de esta web a despedirme inmediatamente.
(Por cierto, ahora ya no hay sol, y los colores parecen los de un cuadro de Rothko. Los de la última etapa, concretamente).
Cuídense mucho,
T.G.
Pues si, quien no ha tenido una racha mala a estas alturas, creo que no hay remedio, solo analgésicos para sobrellevarlas (buenos amigos y sentido del humor, entro otros) no se sabe lo que duran (hay días que parece que uno se encuentra medio bien y de repente llega el día siguiente…) pero lo que tengo claro es que al final terminan, y es verdaremente un subidón empezar a encontrarse bien.
Buena suerte, y recuerde….
https://youtu.be/sLqKAgRD7c4
Pd. Que curioso lo de cenicienta, no me daba nada de curiosidad…
cambie vd. de coche. A un artista de un anuncio de Golf de mis tiempos le funcionó y pasó de los grises a usar más colores que Matisse. He buscado el video pero no he podido encontrarlo.
Por lo demás, animo. Es vd. un buen periodista. Y mejor comunicador. E inefable crítico.
Ni tomates podridos ni IMDBs que valgan. Cuando a mis colegas les digo que las críticas de cine las leo en un blog de coches me miran con una mezcla de pena y condescendencia. «Pobrecito», piensan. Pero luego siempre acierto, leñe.
Muchos ánimos con la mala racha y avante toda. Algo bueno tiene que salir de todo esto.
P.S.: Cenicienta? En serio??
@3 CSR,
Cuide, a ver si sus amistades piensan que lee las críticas de cine en Forocoches.
@4 rv
No crea, hay un par de hilos cinefilos muy interesantes (y seriefilos)
@3.- Y yo que pensaba que era el único, no saben lo que se pierden.
@T.G.- https://www.youtube.com/watch?v=JWVshkVF0SY
Querido 4ruedas, a Vd. como a mí y a muchos que pasamos la cuarentena, le ha llegado ese momento en que pasa lo que queríamos de niños. Que ahora ya somos mayores.
Por trabajo y ocio, me relaciono con personas desde 20 a 70 años y creame, la franja de los 40 a los 50 es horrible, los mayores se nos van, los de nuestra edad empezamos con pequeñas «goteras» otros se nos van también, los hijos empiezan a volar…
A empujar coño! patrás ni pa coger impulso!.
Cenicienta?, va a ser que no, actualmente y no debido a la crisis del cine, sino a la puñetera manía de concentrar compras y ocio en enormes centros comerciales me he quedado a 80km (ida y vuelta) de un cine. Así que esperaré a algo mas interesante.
Si al final de su texto hubiera puesto mi propia firma, no sobraría ni un punto ni una coma.
Estamos con usted, y con sus anhelos. Y algunos tenemos problemas tan parecidos a los suyos que asusta. No se arreglan, pero consuela.
El mundo se ha vuelto gilipollas, y algunos divagamos sin rumbo entre la necesidad de seguir enganchados a algo que nos repugna y repele profundamente.
Aún recuerdo la expresión que debió quedar en mi rostro al interpretar erróneamente el mensaje transmitido. Fue cuando hace años una persona me contó que, en la montaña rusa que es la vida, tenía miedo a los subidones. Como siempre me he liado con la metáfora de la montaña rusa y no sabía si lo complicado de la misma venía por lo lenta y chunga que se hace la subida a la cima (y las pajas mentales que vas generando hasta que llegas) o si lo realmente comprometedor era la imparable, frenética y adrenalínica bajada, respondí al comentario de esa persona diciéndole lo complicados que eran los malos momentos. Me miró con pausa y un ligero desdén mezclado con comprensión para, acto seguido, explicarme que en su realidad vital, lo que peor llevaba eran las grandes alegrías. Desconcertado, no logro recordar si respondí o sólo me salió algún tic de parpadeo rápido e incontrolable en el ojo izquierdo. Sea como fuera mi reacción, el desarrollo de su sensación era el temor a que, tras el subidón de una gran alegría no podía venir si no algo peor. O no tan bueno al menos. Me hizo reflexionar, puesto que no era un comentario triste, negativo o nihilista como tal, o al menos hecho con ese propósito. Era una secuencia lógica de hechos. Si el clímax no se puede ni tan siquiera mantener, efectivamente, la caída va a existir. Y esta persona temía a esas caídas posteriores. No a los grandes bajones, de los cuales también era consciente. Pero remontar un bajón no suele tener especial gracia, puesto que no nos llena y muchas veces ni somos conscientes que ya hemos regresado a nuestro estatus «normal». Esta persona se dedicaba a buscar pequeñas alegrías, a regocijarse en ellas, pero sin efusividad. No le pude, ni le puedo echar nada en cara, con respecto a esta forma de pensar y vivir, porque le veía cierta lógica al planteamiento. Una triste y apática lógica. Sin ser yo un Ser especialmente vivaracho ni despendolado, el único consejo que me vengo dando tras compartir esa sensación vital es que no voy a dejar de sentir regocijo tras notar cómo mi espalda se queda pegada a un asiento tras un reprís de un V12 pisado a tabla, por el contrapunto de que el siguiente Stop (o la siguiente calle de sentido prohibido, carretera cortada, roce o golpe que me dé o den), que sin duda me encontraré más tarde o más temprano, me deje musitando mirando la tonalidad rojiza de la señal y dándole vueltas al » por qué a mí «. Mirar a ambos lados, reconocer lo que llevo recorrido y avanzar, en unas ocasiones con más determinación y en otras favoreciendo un consumo moderado (ojo con la metáfora autoemotiva que me he marcado).
Señor T.G., lea o no lea mi parrafada, le valga de algo o no, el mero hecho de pensarla y escribirla se debe a los buenos ratos que sus recomendaciones cinéfilas, su escritura y pensamientos plasmados me han dado en tantas ocasiones al leerlos. Y aunque suelo ser un lector en la sombra, me ha animado su bajón. A escribir esto, quiero decir, no soy especialmente sádico. Teniendo en cuenta que mis conocimientos de cine son ultralimitados, para desgracia mía, apenas suelo traspasar la raya del Me gusta / No me gusta, pero en parte gracias a sus posts he podido ver últimamente Filth (qué animal es en todos los sentidos McAvoy; lo cual se reafirmó cuando le vi en la prueba de TopGear conduciendo un «modelo de precio razonable») y Locke [pensaba que iba del personaje de Perdidos metido en un X5, luego en la carátula de la peli me pareció el actor que hace de Hulk en Los Vengadores (ni me molesto en buscarlo en la gran G) y al final me están entrado ya unas ganas tremendas de ver a Tom Hardy en Mad Max ]
Termino el rollazo brindando por la web, los asiduos y la gente que suele ser de bien y lo que casi siempre logramos aunque no nos demos cuenta, que es disfrutar de las pequeñas alegrías.
Cuando las cosas se tuercen, a mi me funciona ir de viaje. No siempre puede hacerse, pero yo nunca soy más feliz que cuando ando descubriendo algún sitio nuevo.
Para los días que no se puede ir de viaje, funciona bien tener un descapotable en la cochera. Solete, aire fresco y una total desconexión de los problemas cuando conduzco me ayuda a mantenerme cuerdo.
Pruebe cosas nuevas; eso siempre levanta el ánimo.