Amigos y amigas,

¿Qué tal están?

Vengo hoy aquí a contarles diversas cosas de todo tipo, porque no todo van a ser monográficos de obras maestras. Por cierto, los primeros que han podido ver la última película de Clint Eastwood dicen que es la mejor película del maestro desde Sin perdón. Como es obvio, ya me he puesto nervioso.

Empiezo por una docuserie en cuatro capítulos que se llama Broken, en Netflix. Misma productora de Rotten (otra docuserie la industria de la alimentación que era una auténtica salvajada), pero esta vez centrados en el mundo del consumo. Desde una perspectiva de crítica social y ecológica muy bien construida. Lo que quiero decir es que no nos encontramos delante de un documental de Michael Moore, en los que el protagonista es solo él y el punto de vista es tan sesgado que acabas por querer largarte del cine, o del comedor de tu casa.

Broken está muy bien hecho. Te deja mal cuerpo, que supongo es lo pretendido, porque te obliga a mirar cosas que son agradables y en los que estás involucrado (aunque no quieras), que pueden ser tan sencillas como comprar un mueble en Ikea. Porque uno no se imagina que haciendo eso contribuye a la deforestación, pero si te lo dicen tiene cierto sentido.

El que más me ha sorprendido ha sido el dedicado al maquillaje, donde traza un retrato horrendo de una industria billonaria que yo siempre había considerado inofensiva. Ya saben, compras una imitación de un producto de lujo, tampoco es para tanto, ¿no? El problema es cuando empiezan a contarte que llevan esas imitaciones.

Resulta difícil de creer.

Luego empiezan a enseñarte a personas afectadas por esos productos y te dan ganas de pegarte un tiro. Cuando te dicen que la gente gasta cuatro mil millones de euros en esas cosas, entiendes muchas cosas. Quizás peco de ingenuo, o de no profundizar lo suficiente, pero, así como en el mundo de la moda siempre había sentido cierta curiosidad por el impacto en la industria, con los cosméticos no me había pasado. Por eso se me quedaron los ojos como los de un búho cocainómano. Lo recomiendo fervientemente, especialmente para ingenuos como yo.

El último de los episodios (también hay uno del vapeo que te deja igual de ojiplático) habla de la industria del reciclaje, de todos los listos que se han forrado con ella y de que está pasando realmente con ese universo. ¿Qué pasa realmente con todo eso que hacemos y que creemos que sirve para mejorar la salud del planeta? ¿Sirve de algo? Supongo que ya se huelen la parte de la respuesta.

Esto por una parte.

Por la otra, la nueva serie de Shyamalan. Creo que la segunda, pero puedo estar equivocado. La primera era tan mala que ni siquiera la recuerdo, ni su nombre. Iba de un pueblo en el que todos parecían recluidos, del que nadie podía escapar.

¿Esta? Esta es otra cosa, bastante más perturbadora. Y mucho mejor.

Explica la historia de una pareja que después de perder a su hijo deciden adoptar a un muñeco. Así como suena.

El muñeco es un artefacto guiado por inteligencia artificial, diseñado –supuestamente- a ayudar con el luto. Pero las cosas no van por donde deberían ir y la situación empieza a ponerse difícil rápidamente.

Solo he visto el primero y no puedo decir que sea una obra maestra, pero lo que sí puedo decir es que consigue ponerte muy nervioso, jugando con un terror más psicológico que real, y que te deja con ganas de ver otro episodio. Ya es mucho, para los tiempos que corren. O muchísimo.

La estrenan el jueves, si estoy bien informado, en Apple +. Broken debería aparecer mañana en sus televisores, en el menú de ‘novedades’.

Espero sus opiniones. Ingenuas o no.

Abrazos/as,

T.G.