Queridos amigos/as,
Efectivamente lo prometido es deuda: dije que hoy hablaría de esa aberración fílmica (ustedes pueden llamarlo película si así lo desean) llamada After earth.
En primer lugar cabría reflexionar sobre la carrera de M Night Shyamalan. Recuerdo la primera vez que oí hablar de él: un amigo me dijo que debía ver El sexto sentido. Es un amigo al que nunca le gusta nada o, mejor dicho, todo le molesta. “Es cojonuda”, recalcó.
Así que fui a verla y, efectivamente, era cojonuda. Una película de terror disfrazada de drama que a veces parecía un thriller. Rodada con una cadencia casi oriental, sin sobresaltos ni sustos fáciles, era tan fascinante por lo que contaba como por la forma en que lo contaba.
M Night Shyamalan. “Joder –pensé– qué pedazo de director”.
Después llegó El protegido, una obra maestra absoluta, rodada con una elegancia tan descomunal que daban ganas de mirarla con frac: inteligente, avanzada, perfecta… un homenaje al mundo de las viñetas con momentos gloriosos. Una magistral dirección de actores, una música deliciosa y una fotografía de Eduardo Serra que quitaba el hipo (esa escena en la estación, auténtica historia del cine de género) completaban las virtudes de una película que era la confirmación de un cineasta distinto.
Entrevisté en esa época al señor Shyamalan: un tipo sencillo, encantador y muy, muy cinéfilo. Se notaba que estaba loco por el séptimo arte.
Después llegó Señales, para un servidor un auténtico peliculón, para otros menos. La cuestión es que la película arrasó en taquilla en todo el mundo y puso a Shyamalan en la lista de los más poderosos de Hollywood.
La siguiente, El bosque, aún conserva algunas de sus grandes virtudes pero adelanta –ya– muchos de sus vicios. A pesar de ello, puede ser considerada como otra de sus buenas películas.
Y de ahí, tristemente, el abismo.
La joven del agua, El incidente, Airbender y ahora After Earth.
No me cebaré en ese infierno fílmico porque no vale la pena, pero no puedo evitar hablar de After Earth: su peor película hasta la fecha y –probablemente– su esquela cinematográfica. After earth cuenta la historia de un hombre y su hijo. El tío es un memo y su hijo un botarate. Los dos ponen todo el rato una cara a medio camino entre la intensidad y el estreñimiento.
La historia es básicamente un torpe manual de supervivencia en la que los lazos familiares se verán puestos a prueba. Lo malo es que desde el minuto 15 (siendo generoso) uno está rezando para que aparezca un oso hormiguero gigante y se esnife a los dos mamarrachos (el grande y el pequeño).
La película tiene tantos tintes sectarios, y su mensaje eco-esquizofrénico es tan sumamente delirante, que funcionaría estupendamente como comedia si no fuera por la presencia de ese niño con cara de bofetada gracias al cual uno aprende a apreciar a denostados personajes históricos como Herodes.
Will Smith siempre me ha parecido un actor pasable, un tipo que puede ser divertido pero que como intérprete dramático resulta notablemente nulo. Su hijo es un castigo divino, las diez plagas de Egipto en una, un jarrón chino, una grapadora, un objeto inerte con ojos de hiena, un cactus que respira, ese vecino odioso que te encuentras en el ascensor al que sacarías los ojos con la llave del buzón… no sé si me explico.
Lo malo de todo esto es que por el camino hemos perdido a un gran director y hemos ganado a un Anticristo de 14 años. Este niño, con esa cara de estar masticando guindillas, va a estar tocando la entrepierna hasta que alguien se dé cuenta de que es un veneno para la humanidad.
Ya lo sé, piensan ustedes/as que estoy siendo muy cruel, que igual no hay para tanto: vayan a ver esa mamarrachada llamada Afert Earth y luego me cuentan.
El demonio ya camina sobre la tierra y se apellida Smith. Qué Dios nos proteja.
Amén,
T.G.
P.D.: hace un par de años volví a entrevistar a Shyamalan. Tuve que irme rápido porque entre él y su ego yo no cabía en la habitación.