Hola señoras y señores,
Esta semana se estrenan un montón de cosas, entre ellas Coco. Ya hablé de la película y la recomiendo con fervor. A mí me tocó el alma, pero es que últimamente es fácil tocarme el alma con lo que les pido (ruego) que acudan al cine y me cuenten si me equivoco o no.
También se estrena una película de un director griego de asombroso culto pero al que no soporto y del que no pienso hablar, porque este es mi blog y hablo de lo que me da la gana.
En cambio sí que hablaré de Wonder, que es una de esas películas que mi padre llamaría ‘americanada’ pero que me –otra vez- me ha afectado inesperadamente. Igual debería empezar a tomar Prozac antes de seguir dándoles la barrila con mi bonita prosa.
Lo pensaré. Lo prometo.
Wonder es la historia de un niño con deformidades faciales en su primer día de escuela ‘normal’. Quizás me ha gustado por mi flojera vital o porque me recuerda a Máscara, una película que me dejó huella en mi adolescencia, sobre un chaval aquejado de una terrible enfermedad facial.
Estoy convencido de que Wonder es mejor que Máscara, pero no he vuelto a ver Máscara (he dejado de ver cosas de mi niñez después de recuperar hace un par de años un capítulo de Mazinger Z) y acabo de ver Wonder, así que puede que mi percepción esté algo atrofiada.
La cuestión: Wonder es la historieta de este chaval, con todos los números para que le jodan –más- la vida en la escuela y su vida en ese entorno. Es verdad que es una feel-good movie y que está pensada para que cuando salgas mires al cielo y digas ‘meteorito, igual puedes tardar un par de días más en llegar’. Sin embargo, esa intención no oscurece el talento del niño protagonista, Jacob Tremblay, ni el repartazo que luce, empezando por el glorioso Mandy Patinkin y acabando por una tipa a la que no soporto pero que es una actriz estupenda llamada Julia Roberts. También sale Owen Wilson, al que tiraría por una colina atado a un triciclo, pero de eso no comentaremos nada.
He disfrutado Wonder y me he esforzado por creerme su axioma (que al final todos/as tenemos algo bueno en nuestro interior) y como me he esforzado tanto lo he conseguido. Por una vez voy a dejar que me convenzan de que la raza humana se merece algo más que la extinción por la vía rápida. Para que vean que también puedo ser sincero.
Así que, si sienten ustedes/as la necesidad de ser mejores personas aunque sea por un rato, les aseguro que Wonder tiene esa magia. Si quieren llorar sin ser vistos, también puede que cumplan su deseo.
Y finalmente, déjenme que les recomiende una serie que se emite por Movistar + llamada Vergüenza, y que es una de las cosas más cabronas que he visto por la tele en tiempo, con un Javier Gutiérrez en el papel de hijo de perra metepatas que todos/as tenemos en nuestras vidas. Quién sabe, hasta puede que seamos nosotros mismos/as los hijos/as de perra metepatas.
Recapitulando: Coco. Wonder. Vergüenza.
Y si necesitan algo más para llenar sus días: Sleep well beast, el último disco de The National, que es delicioso.
Abrazos/as,
T.G.
pues el último de the national a mi no me entra, y créame que lo intento.
salude vd. a groucho de mi parte con unos toquecitos en la cabeza
D.
Se refiere al director de esa mierda llamada Lobster? Esa si que me produjo ganas de matar a alguien, bueno a su director más concretamente. Vaya creído tiene que ser.
Apuntaremos wonder en la lista de los deseos.
Saludos.
Recuerdo de Máscara el baile, sonando de fondo «Girl» de los Beatles, un momento emocionante. Acabo de consultar la banda sonora de esta cosa y dan ganas de verla otra vez (no como Mazinger Z, demostración de lo poco que vale el criterio de un niño).
Si Javier Gutiérrez no hace el manido papel de «franquista cabrón, violento, feo, calvo, putero, misógino, malo malísimo y con bigote» del manual español de la cinematografía (e.g. La Isla Mínima), me la apunto también, oiga.