Señores y señoras,
¿Cómo están ustedes?
A aquellos de la capital les pregunto con doble intención: ¿cómo están ustedes?
Después del lamentable espectáculo del ébola, con la ministra del vestido de ‘perdonadme, es la hora del brunch’ y el resto de inútiles cuyo máxima medida para detener al virus ha sido matar a un perro (por cierto, espero que exterminen a todos los demás perros del parque donde jugó el animal, a los niños que le acariciaron, a los ancianos que se cruzaron en su camino y a las plantas en las que meó. Ya de paso, podrían pulverizar Alcorcón con una bomba de hidrógeno (por si acaso), y echarle la culpa de todo a una persona que se ofreció voluntaria para cuidar a un misionero enfermo.
En este país la bajeza, señores y señoras, es algo muy serio.
(Y premio para ese patán gordinflón de pelo blanco que respondiendo a las quejas del médico que trató en primer lugar a la enfermera –“el traje protector me iba pequeño”- afirmó: “es que es un médico muy alto”. Claro, es que los tipos altos deberían dedicarse a otra cosa porque todo el mundo sabe que los trajes protectores están hechos para personas de 1.70)
En fin, para que no me suba la bilirrubina les voy a hablar del peliculón que se ha estrenado este fin de semana en nuestro país, ése en el que nunca se pone el sol: Perdida.
Verán que hay voces disonantes en la platea. Ayer escuché a un tipo decir que “Torrente es mejor que Perdida” (lo que me pareció raro es que no aparecieran dos señores con una camisa de fuerza y un embudo y se lo llevaran) y es sabido que el mismísimo Pedro Almodóvar aplaudió puesto en pie en el pase de Perdida para la prensa en Madrid.
Aunque me pese, estoy totalmente de acuerdo con Almodóvar: Perdida se merece un aplauso gordo.
La última película de David Fincher (el genio que dirigió El club de la lucha, Seven, Zodiac, La red social y Milllenium) adapta la novela de Gillian Flynn sobre un tipo que un buen día llega a casa para descubrir que su adorada esposa (o eso pensamos todos) ha desaparecido.
Fincher lo utiliza como recurso para fotografiar el declive de una sociedad focalizada en lo obvio, donde la frivolidad ha adquirido estatus de culto y en la que los medios de comunicación crean sus propias corrientes de opinión atendiendo (simplemente) a las curvas de audiencia.
El amor, el colapso financiero, las relaciones entre ambos, el matrimonio y la manipulación como regla de tres, ocupan un espacio narrativo que Fincher encaja en una arquitectura visual tan fascinante que uno no puede dejar de admirar sus cataplines al contar una historia tan retorcida en unos ambages tan sobrios en los que hasta la sangre parece tener un color elegante.
Perdida es el retrato del ahogo, una reflexión sobre una situación que parecía fugaz (esa crisis de valores generada por una crisis aguda) y que ha acabado convertida en endémica, representada por un matrimonio para el que la palabra disfuncional parece un elogio.
Naturalmente, y como en todas las películas de Fincher, hay más capas que en una cebolla, y el filme puede leerse también como un thriller sombrío en el que nada es lo que parece y en el que si uno respira hondo puede saborear a Hitchcock y a Kubrick, con una atmósfera que recuerda al Fincher de la mencionada Millenium.
Protagonizan Perdida la sensacional Rosamund Pike (qué papelón el de esta mujer, que meterá la cabeza en los Oscar, seguro, seguro) y un sólido Ben Affleck, empeñado en cada película en demostrar que cuando le dijimos que se dedicara a otra cosa, que el cine no era lo suyo, nos equivocamos de cabo a rabo.
En resumen, y mejor aún si no han leído ustedes/as la novela, Perdida es uno de esos filmes en los que los cinéfilos van a ponerse las botas y los que no lo son, también.
Hala, no olviden ustedes sus guantes, sus trajes y sus mascarillas, y si son altos se joden. ¿Estamos?
Abrazos/as,
T.G.
Me ha convencido, habrá que ir a verla, a ver si la ponen en mi pueblo y no tengo que bajar al centro.
Pues si que la fui a ver y me gustó. Mucho. Pena que sea un poco demasiado larga, dos horas y media no hay quien las llene manteniendo un nivel de atención adecuado. Pero el guión está a años luz de lo que se suele utilizar en Hollywood, en donde ya sabes desde el principio quien es el asesino. Pero insisto en que con 120 minutos había de sobra. Y si le sumas los 20 minutos de anuncios que te cascan, resulta que te pasas tres horas en el cine. Demasié.
Llámenme retorcido. O sea con un teléfono fijo no inalámbrico.
Pero cuando el Excmo. Sr. Consejero de Sanidad de la Comunidad Autónoma de Madrid, el camarada/mandarín «Soy médico y afortunadamente tengo mi vida resuelta» (como los médicos que llevan emigrando más de 10 años) abrió la boca para mostrarnos su falta de empatía y hasta de respeto a quienes sí hacen sacrificios personales (la vida) para ayudar al prójimo, a la par que su gran habilidad para hacer de la palabra «popular» algo contrario a su aparente significado en castellano, yo escuché un suspiro huracanado de alivio de la ex-esposa del alcalde que susurraba a los jaguares. O’Shea, doña Mato.
Y me imaginé al camarada Mariano repitiendo aquella frase de Franco al conocer la muerte de su jefe de gobierno: «No hay mal que por bien no venga».
Porque, efectivamente, todo el tiempo dedicado por los periodistas a explicar cuántas cepas tienen las viñas de la ribera del Ébola, porqué las cuevas africanas no debieran ser visitadas y cuántos días pasa cada voluntario de MSF para aprender a vestirse con un traje especial, todo ese tiempo no lo hemos dedicado a hablar de qué vamos a hacer cuando hayamos echado a los empleados bancarios del PP y del PSOE de los órganos legislativo y ejecutivo. Que ya toca, después de estos 39 años de falangistas travestidos de socialistas antisociales y de populares impopulares.
Porque gusten o no Podemos, IU, UPytambiénD, Ciudadanos, EQUO, etc, etc, etc. esos son los que quedan. Los otros dos, PP y PSOE, ya los hemos probado y sabemos lo que hacen: Politicas thatcherianas desde González hasta ahora. Devaluar el trabajo, el ingenio, el ahorro y hasta la inversión y dárselo todo a los que viven de la especulación.
En fin, les dejo, que el Nikkei ya parece haberse decantado por las ventas. Hoy toca comprar almas. }XD