Lo sé, lo sé… “volveré pronto, lo prometo”, y luego tardo una eternidad, suelto el discurso y me las piro. Créanme, no son ustedes, soy yo. Mi personalidad disociativa me impide cumplir con mis obligaciones. Por la mañana mi otro yo me amenaza con hacerme cosas terribles a la que me duerma. Ustedes también estarían asustados.
La cosa es que, aprovechando que ayer salimos y mi otro yo está con la guardia baja, les hago un post y así dejan de quemar mi foto, poner mi nombre en un papelito en el congelador, o arrancar la placa del buzón del vecino (sí, del argentino). No lo nieguen, menuda panda de cabro… malas personas que son ustedes/as.
Bueno, no me disgusta Tipos legales, pero es que salen Alan Arkin, Al Pacino y Christopher Walken. Hay pocas películas en la cartelera que ofrezcan –al menos– eso. De lo demás me veo incapaz de recomendarles nada, pero les aconsejo, por su propio bien, que se alejen lo más posible de ese engendro llamado To the wonder. No sé qué le pasó al pobre Terrence Malick, no sé si fue el peyote, o una mala digestión, o que intentaron explicarle el caso Bárcenas, la cuestión es que –vista la película– no hay quién se aclare: ¿los protagonistas son pareja?, ¿pagan a hacienda o evaden impuestos?, ¿son de carne o verdura?, ¿saben que están siendo filmados?
Y así todo. Y encima sale Bardem vestido de cura con acento de Zamora.
Por cierto, en la sinopsis que me pasaron a posteriori, ponía que el personaje de Bardem era un cura en una profunda crisis de fe después de volver de un campo de refugiados en África. Yo entendí que se había perdido yendo desde su parroquia al Carrefour y por eso tenía esa cara de mostrenco.
En fin, que no vayan, porque van a pasar un rato muy malo y tampoco hace falta.
Mi recomendación (y es para el cupo masculino de la parroquia) es que se acerquen a ver Posesión infernal. ¿Por qué? Pues porque es una de las pelis más descacharrantes de la temporada, oigan.
Yo era un niño cuando se estrenó el original (1981) pero mis padres eran fans de las pelis de terror, así que, cuando en 1984 o 1985 salió en video, la alquilaron y un sábado por la noche me enviaron a la cama y se la pusieron. Yo pegué el oído a la puerta y me acojoné de mala manera, pero el lunes siguiente, cuando mis progenitores estaban trabajando, me la puse enterita. Creo que no dormí durante un mes.
Sólo La profecía y El exorcista han causado en mi delicada alma juvenil un efecto semejante: el acojone perpetuo ante la oscuridad, la puerta que chirría, la ventana que se queja, el viento moviendo las jodidas plantas.
Bueno, pues ahora un chavalote llamado Fede Álvarez, uruguayo por más señas, ha hecho el remake con el beneplácito del director del original, Sam Raimi, y le ha salido bastante potente. Ya se conocen el guión: unos muchachotes llegan a una cabaña aislada en medio de los bosques. Allí encuentran un libro hecho de carne humana y escrito con sangre. Al leerlo, conjuran a un montón de demonios interesados en el noble arte del descuartizamiento.
Lo de luego es un festival de cabezas cortadas, mutilaciones varias, operaciones en vivo y demás lindezas. Pero bien dirigido, estupendamente planificado, tan salvaje que cuesta creerlo.
No se la pierdan, se lo pasarán de muerte.
(Si no les va el horror o el gore, ni se les ocurra, no acepto reclamaciones.)
Abrazos/as,
T.G.