¿Qué tal señores y señoras?
No es que ande por ahí escondiéndome, aunque quizás debería.
No.
Es simplemente que hay Mundial. Acaba de debutar España (3 a 3 contra Portugal por si han escogido este blog para informarse) y el fútbol lo ha tomado todo por asalto. Vamos a hablar de que cada diez españoles/as que pongan la tele, siete pondrán el fútbol y los otros/as tres desearían ponerlo también, pero no pueden porque su pareja les mataría.
Ante este terrible panorama, los grandes estudios de cine han decidido batirse en retirada (ejemplo: Los increíbles 2, que iba a estrenarse el 22 de junio, ha pasado al 3 de agosto, así de golpe y porrazo) y esperar que las masas vuelvan a ir al cine en lugar de quedarse en casa viendo la tele o bajar al bar con los amigachos y amigachas. No me parece mala decisión.
Esta pausa obligada en el habitual desembarco veraniego de blockbusters ha animado a las pequeñas criaturas que pueblan el cine independiente a colarse por la rendija que deja el monstruo que repentinamente se aparta de la puerta. Por ejemplo, esta semana se estrena la –muy- cojonuda En tránsito. Una peli de director alemán, europea hasta la médula y que cuenta la historia de un tipo que llega hasta el puerto de Marsella huyendo de los nazis. Por el camino ha adoptado la identidad de muerto, cuyo visado le asegura llegar hasta México.
En Marsella conoce a una mujer de la que se enamora. El problema es que ella está esperando a otra persona, al hombre de su vida. Y el otro problema es que el muerto es ese hombre y el tipo que acaba de conocer es el impostor que está tomando su identidad.
Con esa premisa y bastante mala hostia, la película se te clava fuerte en la carne. A mí me parece un peliculón que –obviamente- se verá en pocos cines, pero que no deberían dejar de ver si tienen la oportunidad.
La otra cosa que podrían repescar si les apetece y tienen la suerte de andar cerca de algún cine que la proyecte es el maravilloso documental de la directora francesa Agnes Varda y el artista del mismo país, JR. Su título es Caras y lugares y es una cosa tan bonita que deberían pasarlo en las escuelas de todos los países para que los niños entendieran que no todo en la humanidad es guerra, hambre, desesperación e hijoputismo. Qué hay esperanza.
El documental sigue a estos dos personajes por pequeños pueblos donde hablan con personas que viven allí. Gente mundana, gente del terruño, gente sencilla. Alejados de lo urbanita, de la impostura, de esos sitios en los que uno se mira el ombligo en cualquier superficie mínimamente reflectante, la vida emerge como algo completamente distinto y al espectador no le queda más remedio que deponer las armas.
El concepto es tan básico y al mismo tiempo tan brillante que es difícil entender por qué no se le había ocurrido antes a nadie. Si quieren ustedes reconciliarse con la existencia y hasta conocerse un poco mejor a sí mismos, esta pieza de realidad elevada les hará un gran favor.
Es un documental al que he vuelto un par de veces y siempre consigue sacarme una sonrisa. Se lo recomiendo fervientemente. Creo que también circula por ahí de otros modos, en plataformas por streaming y demás (diría que en Filmin). Procúrensela.
Ya me lo agradecerán con unos gintonics.
Abrazos,
T.G.