Amigos y amigas,
He vuelto, después de una larga (pero grata) ausencia. El motivo de mis reiteradas faltas de actualización no ha sido –como siempre- mi alarmante tendencia a la procrastinación sino un largo viaje desde Barcelona a Moscú y de allí a Los Ángeles para acabar en Las Vegas, donde (aunque parezca mentira) sólo perdí 20 dólares después de un lamentable intento por entender la mecánica de una moderna máquina tragaperras. ¿Dónde quedaron aquellas maquinicas con manzanas, peras y cerezas? El cacharro me preguntaba si quería jugar a una línea, a dos o a diez. No lo sé, oiga no lo sé, no tengo ni la más mínima idea. Naturalmente le di a jugar a diez (soy un tío ambicioso) y perdí 15 dólares de una tirada. A mi lado, una mujer de rasgos asiáticos, se tomaba un mojito mientras miraba embobada una mesa de black-jack mientras mascullaba algo en chino (o quizás fuera coreano) que no entendí.
Lo de Moscú se lo cuento otro día, tan solo explicarles que mi presencia en el país coincidió con una de las cuatro fiestas nacionales por motivos militares. Esta vez era el de la marina. Pregunté si había que tomar alguna precaución ante la perspectiva de miles de marinos borrachos. “No, no se preocupe, a menos que sea negro o gay no tiene nada que temer” me dijo el recepcionista del hotel, como quitándome un peso de encima.
Lo dicho, ya se lo cuento otro día, con un par de vodkas encima.
Bueno, pues aprovechando mis viajes me vi unas pocas películas: Lucy, Life after Beth y Guardianes de la galaxia.
De la primera ya les hablo la semana que viene, cuando se estrena; de la segunda no lo sé, porque no sé si alguien va a querer comprarla (aunque me reí mucho con ella, las cosas como sean); de la tercera, una obra maestra como la copa de un pino, paso a hablarles ahora mismo.
¿Obra maestra? Dirá alguno/a frunciendo el ceño y rascándose la áxila. Pues sí., amigos, porque una película sin ínfulas de ningún tipo que acaba llegando al nivel de brillantez de Guardianes de la galaxia no puede ser calificada de ningún otro modo.
Naturalmente, la vi en Imax 3D con Atmos (dos veces) porque en Estados Unidos tienen estas cosas (en España han cerrado los Imax de Barcelona y Madrid, después de una patética trayectoria trufada de documentales sobre animales y deterioro de las instalaciones) y uno tiene la obligación de disfrutarlas por encima de cualquier otra consideración.
Supongo –les tengo a ustedes por personas inteligentes- que ya habrán ido a verla o estarán pensando en hacerlo. También supongo que otros/as dudarán de ir porque pensarán que es otra de superhéroes y ya tienen sobredosis.
No se preocupen, Guardianes de la galaxia no es una película de superhéroes. Guardianes de la galaxia es una comedia, con pinta de película de acción y disfrazada de epopeya de ciencia-ficción. El reparto es tan jodidamente mayúsculo (con Chris Pratt llamado a ser estrellón en breve) y tan bien mezclado que cuesta pensar en que algo podría haber sido mejor.
La historia, por si no la conocen: un niño es abducido por unos extraterrestres a las puertas de su casa. Veinte años después ese mismo niño se ha convertido en un contrabandista espacial metido en toda clase de líos (un Han Solo con más músculos y el mismo sentido del humor) que se verá envuelto en una guerra entre uno de los personajes más poderosos de la galaxia y algunos de sus colegas.
La banda sonora (sensacional), los efectos especiales (deslumbrantes) y el tono de la película, que nunca se toma a sí misma en serio, hacen de Guardianes una de las mejores pelis de lo que va de año: divertida, fresca, genial y corta, cortísima.
Por una vez, y aunque el sello Marvel siempre ayuda, hay que decir que la taquilla le ha reconocido los méritos y la ha empujado a una recaudación que ya supera los 400 millones de euros en todo el mundo.
En resumen, si les interesa saber lo que una señora verde, un culturista tatuado, un mapache superdotado (hablo del intelecto, pervertidos), un árbol con poco vocabulario y un contrabandista pueden hacer en la pantalla grande, ya tardan.
Vamos, hop hop, deprisa.
Abrazos/as,
T.G.
P.D.: descansen en paz ese tremendo actor y grandísimo actor llamado Robin Williams y mi adorada Lauren Bacall. Ojalá estén ustedes disfrutando de un sitio mejor, amigos.
Si antes dice «Las Vegas»… Hoy por un momento he creído vivir en un mundo mágico de profecías.
Hace un rato he visto un episodio televisivo (no solo de cine vive el hombre) de «Dilbert» (año 1999) en que Adams hace una metáfora para anencefálicos sobre las bases de la globalización.
Por supuesto, el país del Tercer Mundo sumido en una dictadura de los diestros sobre los zurdos (recuerden que es para descerebrados, consumistas y demás soportes vivos para el agente Smith) en que la empresa del protagonista había instalado su fábrica de muerte, miseria y productos de consumo de masas al final asciende de categoría porque, acabado el barro (ladrillos) del / en el que viven, se instalan muchos casinos con nombres de casinos de Las Vegas, cambian las leyes para favorecer el juego y van cantantes famosos por su voz (Henry Kiss Singer).
Todo cuadraría con el caso español, de no ser por la peculiar morfología de los nativos del país en cuestión, calcadita a la de los rusos de antes de las reformas del zar Pedro. Barbudos con un sombrero de piel de barba. Lo cual, junto con la diferencia de fechas, descarta toda relación con las Euro-veRgas a las que Metrovacesa (et alii) quería vender los páramos con que había especulado pensando en el ensanche Norte de Alcorcón, abortado en 2007. (Las empresas privadas lo hacen todo de rechupete, sobre todo con dinero prestado).
Y hablando de dictaduras zurdas, ¡qué diferencia entre la Rusia de Lenin y la de Putin! Ahora persiguen no solo a los zares y a los reyes, sino a los «gueyes» y a los negros. Y los homosexuales aún podrán disimular rodando «Gigante» o siendo procuradores a Cortes, pero ya me dirán Uds. cómo se disimula el nivel de melanina en piel.
Como dirían nuestros abuelos, esto con el caudillo… Lenin no pasaba.
Recuerdo el testimonio de un estadounidense de piel negra que emigró a Rusia durante los años 20 buscando empleo como ingeniero sin discriminación cromática. Y como en la Rusia de entonces había menos ingenieros que fábricas, se quedó por allí una buena temporada.
Siempre me pregunté cómo un «afroamericano» pudo estudiar Ingeniería en los EE.UU. de la segregación, el KKK y los «buenos ciudadanos». Pero, claro, entre esos criminales y Stalin, pues… Además, que las rusas estarán muy ricas, pero lo mismo no le acababan de convencer a un hombre criado entre mujeres negras. Que la patria es la infancia y nuestras mujeres. El resto son parcelas de Metrovacesa y de la suegra de Aguirre.
Llevó siguiéndole desde hace un tiempo y casi siempre estoy muy de acuerdo con sus opiniones, de hecho le agradezco recomendaciones como The perks of being a walflower o Edge of Tomorrow, por eso quería leer su opinión acera de los Guardiana de la Galaxia.
Soy un fan de la ciencia ficción y tenía MUCHAS ganas de disfrutar con los Guardianes, pero tengo que reconocer que salí del cine decepcionado. No porqué la peli no me gustase, que me gustó y mucho, sino porqué no me pareció tan cojonudamente buena como todo el mundo dice. La presentación de los personajes me parece floja, la forma en que acaban juntos (como equipo) poco creíble y, sobre todo, echo de menos algo más de fondo en el personaje de Chris Pratt. La verdad es que salí del cine mucho más satisfecho con la última de Tom Cruise que con los Guardianes. Tengo la sensación de que en busca de explosiones y bromas ochenteras se han dejado por el camino una gran historia. Espero que en próximas entregas conozcamos algo más de los personajes. Mientras tanto, mi gran película palomitera seguirá siendo Pacific Rim.
Saludos,
K.