Amigas y amigos,
Entramos ya en el verano de nueve meses y no puedo expresar mi alegría por este hecho. Encima ya han cambiado la hora, que es otro momento de euforia para mi persona. Nunca he entendido por qué la cambiamos y estoy seguro de que los que la cambian tampoco entienden por qué hay que cambiarla, pero adelante siempre.
Algo habrá hecho la maldita hora.
En fin, he acabado ya El problema de los tres cuerpos en Netflix y no sé si recomendársela o no. Hay muchas partes que me parecen muy interesantes y otras muchas que no, casi al cincuenta por ciento. Supongo que miraría una segunda temporada, pero no me pasaría nada si no la hicieran.
Y ahora, hablemos del gran estreno de esta semana, que es Godzilla vs Kong: el nuevo imperio.
La película ha funcionado de fábula en Estados Unidos, muy por encima de lo esperado y eso significa que habrá otra entrega de esta saga que a mi parecer ya ha agotado todo su jugo y se limita a mostrar con gran profusión de detalles y magníficos efectos especiales, batallas interminables entre monstruos gigantes. Igual a otros les sirve, pero a mí ya me aburren.
Les ahorraré los detalles del guion porque no les deseo nada malo: la tierra hueca, los titanes, los científicos, el ejército… blablablá. Es lo de siempre, pero con más colores.
Ya me pasó con Monarch, que acabó siendo una turra de dimensiones considerables por su inacabable ristra de diálogos irrelevantes y sus personajes torturados, cuando podía haber sido una magnífica serie de aventuras. Ganas de complicarse la vida.
El problema más grande con la nueva entrega de Godzila (más grande que el propio Godzilla) es que sus monstruos están bien y cada vez que se pelean dan ganas de comer palomitas, pero sus humanos son una cosa aburridísima, absolutamente insoportable. Claro, así no hay manera de llegar a buen puerto.
Así que por mí se la pueden ahorrar, pero les dejo que lo decidan ustedes porque siempre he creído en ese concepto tan aleatorio y difuso que llaman, ‘el libre albedrío’.
Para compensar, tienen también en salas una película argentina, Puan. Habla de la guerra de dos profesores de filosofía por obtener una plaza. Uno de ellos es el clásico estoico al que podrías golpear en la cara con una tubería sin lograr que se inmutase y el otro es uno de esos hípsters que te come la cabeza cada vez que puede. La trifulca entre estos dos seres humanos logra colocarse en el ámbito de la comedia amable, con tímidos viajes a la mala hostia. Amable, pero con algunas collejas por el camino. Se la recomiendo vivamente.
Y luego les hago un avance de Ripley, que se estrena esta semana en Netflix y que creo (con lo poco que he podido ver) que va a ser una serie magnífica. Adapta el mismo material literario que El talento de mr. Ripley, la maravillosa película con Matt Damon y Jude Law, basado a su vez en la novela de Patricia Highsmith sobre un camaleónico estafador que se cruza con un ricachón extraviado al que acaba… bueno, igual no han visto la película, ni leído la novela y no pretendería yo hacerles un spoiler.
Esta vez, a Ripley lo interpreta un actor tan potente como Andrew Scott (en la película era Matt Damon) y creo que el tipo está realmente increíble.
Hablaremos de él en breve. Esta misma semana.
Abrazos y buen provecho,
TGR