El hombre

El hombre

Voy a contarles algo: me fío menos del ministro Wert que de mi vecino argentino. Ya, ustedes no conocen a mi vecino argentino, pero preferirían que un carnicero afgano les hiciera una colonoscopia con un cactus que encontrarse con él en el ascensor.
La cuestión (se que ustedes son gente de bien y ya lo han pillado) es que el citado ministro ya me daba mala espina cuando andaba por las tertulias de medio pelo soltando mamarrachadas pero ahora que tiene cartera es aún peor. El señor en cuestión es el titular de Deportes, educación y cultura, que ya me dirán ustedes que esto cómo se come… vaya mejunje de materias y materiales.

Este buen hombre, gracioso sin pretenderlo, es el hombre que rige ahora los destinos de nuestra cultura. ¿Han oído ustedes algo de la cultura últimamente? Pues ahí lo tenemos. La única memez que le hemos oído desde que gobierna es que hay que recuperar a toda costa la tauromaquia porque ya se sabe que eso genera miles y miles de puestos de trabajo y (muchos) millones de euros en la venta de entradas. Ejem.

En cambio del cine nada de nada. Bueno, sí, que se acaban las subvenciones para los guiones, los cortos, el cine de animación y no sé cuantas cosas más. Y bueno, alguno dirá, pues vale, que se acaben, todos estos que han estado chupando del bote que se jodan. Y ya hasta les daría la razón, si no fuera porque no es exactamente así. Bastaría con haber remodelado de arriba abajo la concesión de las mismas con un poco de cabeza en lugar de pasar como Atila por los verdes pastos.

Y es que lo de las subvenciones sería aceptable si a cambio la desgravación fuera lo suficientemente apetitosa como para atraer al capital, ya saben, lo que llamamos inversión privada. Es algo que hacen en Francia, donde tienen un 52% de cuota de pantalla. O en Canadá, donde a unas desgravaciones superiores al 40% suman una rapidez endiablada a la hora de devolver el maldito dinero al señor que lo ha puesto.

Aquí apuestan por una cantidad del 20% (antes había un 18 y no invertía ni el kiko, pero seguro que con ese 2% adicional todo el mundo va a venir a jugarse la pasta a España) que en ningún caso se implementara antes de septiembre. Claro, luego viene Steven Soderbergh a rodar a Barcelona y al cabo de una semana dice que está hasta los cojones y se las pira. De allí se va a Toronto, o a Vancouver, o a París, o a Berlín, donde le tratan bien y adonde piensa volver.

¿Y todo esto por qué se lo cuento? Pues porque estoy hasta la entrepierna de todos esos payasos con corbata que creen que pueden demoler una industria entera como vendetta política (“como hay actores que me caen mal pues me lo cargo todo” se podría imaginar que ha pensado alguno de esos superdotados que pueblan los pasillos del congreso cuando no tienen nada mejor que hacer). Naturalmente es todo legal pero al contrario que la tauromaquia, esta industria si genera dinero (muchísimo) y en España tenemos profesionales de la hostia que se van a quedar en la calle. Además los más perjudicados van a ser aquellos que justo empiezan a molestar, los chavales que empuñan una cámara por primera vez, los que quieren hacer un corto. A mi no me importan un pito, será porque la cultura siempre me ha parecido importante.

Jodemos la inversión publica, vetamos (de facto) la inversión privada y lo enterramos todo simplemente porque el séptimo arte en este país es (presuntamente) de izquierdas, o algo peor.
Y les voy a decir algo: los que había antes no eran mejores que los que hay ahora. Donde aquellos despilfarraban y se lo pasaban todo por el forro estos creen que hay que estrangular a la gallina y darla de comer a los lobos.

Lo único que reivindico es sentido común señoras y señores, algo que parece que se ha evaporado en este país.

Y sí, tienen razón, el cine no es lo más urgente, pero será mejor que empecemos a mover el culo por algo porque si no esto va a ser una jodida merienda de negros. Con perdón.

Abrazos/as,

T.G.