Amigas y amigos,
Les tengo abandonados, pero sé que me perdonan y yo se lo agradezco mucho.
Casi puedo abrir los dos ojos a la vez y estoy feliz por ello. Odio eterno a la conjuntivitis,
Este fin de semana se ha estrenado una buena película y ahora mismo voy a hablarles de ella por si les pudiera interesar.
Se llama, The bikeriders. En España, Bikeriders: la ley del asfalto. Ya saben que aquí siempre añadimos un subtítulo explicativo por si la gente no habla inglés o no entiende bien el cartel. Bravo por nosotros.
The bikeriders cuenta la historia de uno de los primeros (quizás el primero) club de moteros de Estados Unidos. Cuando los clubs de moteros eran solo clubes de moteros y no bandas de moteros, pero justo en el momento en el que algunos de esos señores que iban en moto pensaron que juntar a 40 o 50 tipos con ganas de jarana podía servir para algo más que para salir a hacer una ruta de fin de semana y empezó la delincuencia pura y dura. Lo primero no da para película, pero lo segundo da para varias.
Aquí encima tienen un reparto de la hostia, en el que juntan a Tom Hardy, Austin Butler, Michael Shannon y Jody Comer (ahí es nada) y con eso ya tienes medio camino hecho. La peli tiene buen guion, el diseño de producción es cojonudo y le funciona todo como un reloj.
Es cierto que tiene un poco de Scorsese, un poco de Frankenheimer y hasta un poco de Dennis Hopper y que a veces se pierde un poco el foco porque tienes tanto talento que no sabes a quien darle más cámara, pero -en general- es un filme cojonudo.
Hardy está espléndido, con ese rollo suyo de hablar flojito y soltar hostias como panes, Butler sigue demostrando que tiene madera de estrella (en Dune 2 ya estaba espléndido) y Comer no falla en su rol de columna vertebral de la película a través de la cual se estructura la narración.
Lo mejor de The bikeriders es que parece una película de otra época y tiene algo en común con esa delicia que es Rebeldes, de Francis Ford Coppola: el retrato de un tiempo en el que empezaba a perderse la inocencia de lo que muchos pensaban que era el sueño americano y emergía una realidad distinta, mucho más compleja, mucho más salvaje.
No es que hasta entonces todo fuera paz y flores, pero en algunas ciudades la prole seguía creyendo que si uno hacía bien las cosas se podía llegar a cualquier parte.
Se la recomiendo vivamente.
También he visto El campeón, la película de Netflix con Dani Rovira sobre un jugador de fútbol muy problemático al que ponen en manos de un terapeuta para ver si le endereza un poco. Lo cierto es que viéndola uno se pregunta cómo es posible que se haya rodado tamaña basura. No hay ni una escena buena, todos los personajes son ridículos, el guion es de risa y la única explicación que se me ocurre es que la ha escrito un algoritmo al que ha programado una zarigüeya ebria.
Seguro que ya debe estar en la lista de lo más visto en la plataforma porque tenemos todos el cerebro hecho fosfatina y cada semana llega tal cantidad de contenido que al final lo más sencillo es ver lo que ven los demás y a tomar por culo.
Llega en unos días la tercera temporada de El encargado y les voy a dejar con esa alegría. He visto ya un par de capítulos y sigue siendo una maravilla. Hablaremos de la semana que viene.
No vamos a pedirle más a la vida.
Abrazos,
TGR