Amigos/as, estoy en Doha (Qatar).

Pero primero lo primero: muchas gracias por vuestras respuestas y reflexiones a mi anterior post. Yo sigo en mis trece pero me habéis hecho pensar un rato.

Gracias sobretodo por la educación. Siempre repito lo mismo pero es que, chavales/as, en estos tiempos se ha convertido en una rareza, en un bien en vías de extinción.

Lo dicho: no os calléis nunca nada: no pretendo pelotearos pero es un placer leéros.

Y ahora retomo el tema: estoy en Doha. Estoy aquí porque se han inventado un festival de cine (dicen que el dinero no lo compra todo, pero digo yo que casi todo sí) y han tenido la delicadeza de invitarme. Yo, como soy de buen llevar, he dicho que sí.

Y hasta aquí he venido.

Pero no os quiero hablar del lujo, ni de la pasta ni del hecho de que esta gente se pase eso de “la crisis” por el forro, porque de todo eso os hablaré el miércoles, tan pronto como aterrice en casa y me deje caer en mi sofá. De lo que quiero hablaros es de otra cosa.

Ayer vi una película que se llama Road, movie. La película no es gran cosa (o quizás debería decir que es poca cosa) pero aquí ya la venden como el Cinema Paradiso indio.

El filme explica la historia de un cine ambulante, un camión que viaja por la India proyectando películas en los lugares más insospechados. Los gurús del cine del país, que deben saber algo que yo no sé, ya pronostican que va a ser la sensación de la temporada.

Yo lo dudo mucho, pero vale: como ya he dicho, soy de buen llevar.

Ahora bien, la película en cuestión tiene una escena memorable: uno de los protagonistas (no diré cual, para que en caso de que algún día se vea la película por la península ibérica nadie pueda quejarse de que se la he jodido) se muere de un ataque de risa.

Ahora, así a primera vista, no recuerdo ninguna película en la que el/la protagonista muera debido al poder de la carcajada. (Si alguien recuerda algo igual o semejante, por favor no dejéis de decírmelo), pero lo cierto es que pensé que debía ser la forma más cojonuda de morir. ¿Quién no querría morirse riendo?

Y eso me ha llevado a pensar en muertes cinematográficas de gran calado (léase “agradables”) pero solo me han venido a la cabeza muertes trágicas, terribles, desoladoras. También las hay épicas (muchísimas), pero no he podido rescatar ninguna realmente «dulce».

No os preguntaré como os gustaría moriros (eso sería demasiado filosófico, y ya me puse filosófico en el post anterior) pero si cual es vuestra muerte favorita. Estamos hablando de cine, que quede claro.

La mía, así de buenas a primeras, es la de Kevin Spacey en L.A. Confidential.

¿La vuestra?

Abrazos/as,

T.G.

P.D.: si a alguien, de repente, le apetece confesar como querría palmarla bienvenido sea. Yo me apunto al método de Road, movie. Si tengo que estirar la pata que sea así: riéndome.