He vuelto, en serio.
Ya saben (y si no saben se lo cuento) que ha habido cambios en los blogs de esta casa. Ahora hay tantos botones, cuadritos, casillas y mandos que no sé ni por dónde empezar. Si están leyendo esto, es que he logrado superar la primera etapa, cruzar el Rubicón, escalar el Everest. Etc.
Tenemos los Oscar a la vuelta de la esquina, pero ¿a quién cojones le importa? Eso sí, todas las películas (la mayoría cojonudas), son de pegarse un tiro en la cara con un trabuco. Qué se le va a hacer, supongo que si se trata de 2020 tampoco podemos pedirle mucho más.
Una joven prometedora
De lo último que he visto, pues sigo pensando que Godzilla vs Kong es cojonuda para ir al cine; Judas y el mesías negro es la mejor de las pelis a competición (con permiso de Nomadland). Y que la última de las pelis que se ha estrenado en España y que está en la terna de los Oscar, es un gran meh. Se trata de Una joven prometedora, protagonizada por Carey Mulligan y que entra de lleno en ese género, muy explotado por la serie B, de violación & venganza.
Ojo, si no saben nada de la película (o cuanto menos sepan, mejor) es bastante probable que la disfruten mucho más.
Así que, si tienen planes para verla, dejen de leer aquí.
La cosa empieza con una apabullante Mulligan que interpreta a una camarera que ha abandonado la facultad de medicina y que sobrevive limpiando mesas en un garito de mala muerte, traumatizada por algo que le sucedió en el pasado. Pero cuando las luces del bar de mala muerte se apagan, la joven se viste para matar y hace exactamente eso: sale a cazar a tipos que violan a mujeres bebidas. Se hace pasar por eso (por una mujer bebida) y se los cepilla, en el sentido más funerario del término.
La película tiene una primera hora brutal, con esta actriz británica maravillosa, que hasta ahora siempre había interpretado a mujeres dulces y tiernas, en el papel de ángel vengador. Luego se va al garete porque la directora no sabe cómo acabarla: ni más, ni menos. Es una pena, pero las cosas son así y nadie tiene la culpa. Bueno, yo no tengo la culpa.
Crock of gold: bebiendo con Shane McGowan
La otra (gran) peli que se ha estrenado este fin de semana es un documental sobre el líder de una mis bandas favoritas, The pogues. Se titula, Crock of gold: bebiendo con Shane McGowan. Para los que conozcan la banda, no hace falta explicar mucho. Formación irlandesa de borrachos que no ven ni los instrumentos (y aún así dan conciertazos), cuyo cantante bebe más que todos sus compañeros de banda juntos.
McGowan dice en el documental que en casa empezaron a darle cerveza a los cuatro años de edad, y de aquí p’arriba (o p’abajo).
La historia del tipo, de su banda y de su música, troquelan un documental acojonante, potentísimo, en la que McGowan dice cosas como que ‘nunca tuve ninguna voluntad de autodestruirme’. Bueno, Shane, igual un poquito sí, hijo mío.
Échenle un ojo a la pieza porque vale mucho la pena.
Les hablaría de alguna serie de tele y demás, pero es que solo veo mierdas.
Me gusta Falcon y el soldado de invierno, pero tampoco me parece el mejor show de la historia.
En fin, seguiremos informando.
Abrazos,
T.G.
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