daniel_bruhl

 

Hola amigos y amigas,

 

Acabo de volver de otra de mis giras por Europa, América y los subcontinentes. Mi última parada fue Londres, bonita ciudad, donde todo es tan caro que Manhattan parece Málaga.

 

He visto que hay diversidad de opiniones respecto a Gravity y las entiendo… Bueno, no. La verdad es que no entiendo que alguien salga de esa película poco contento o disgustado. Aun concediendo que el guión es francamente mejorable, cuando uno ve 2001 no se queja de esos últimos 30 minutos llenos de lucecitas: la admira por su formidable consistencia visual y la pureza de sus planteamientos. Gravity hubiera hecho sonreír a Kubrick…

 

Ahora viene cuando me dicen que no les gusta Kubrick. No me miren así, les conozco.

 

En fin, esta semana pasada estrenaron Prisioneros, que es bastante notable, excelente en ocasiones. Me gusta mucho ese drama disfrazado de thriller que vuela muy alto, cuando es una película de personajes, y baja un poco el nivel, cuando se enzarza con la realidad en territorios más manidos. Jake Gyllenhaal se sale (¿quién me iba a decir a mí, que este chavalote acabaría convenciéndome de que tenía talento?) y Hugh Jackman está impecable. El tema se las trae y la dirección es alucinante (con una fotografía de Roger Deakins que quita el hipo). ¿Necesitan más razones para ir a verla?

 

(Tienen que responder: “Noooooo”.)

 

Vayan a verla.

 

Para contrarrestar mi optimismo inicial (casi euforia) les hablaré de una de las películas más bobas que he visto en los últimos tiempos: El quinto poder.

 

Yo creía que era imposible hacer un filme aburrido con una historia tan jodidamente interesante como la de ese pirata/bandido/liberador/genio llamado Julian Assange. Repasemos: un hacker de primera que funda una web dedicada a filtrar noticias y que acaba causando uno de los escándalos más grandes de la historia. Ya saben ustedes (en mayor o menor medida) el resto del relato: el tipo huyendo de país en país y acabando refugiado en la embajada de Ecuador en Londres.

 

Pues bueno. Bill Condon, director de esa maravilla llamada Dioses y monstruos y de esa aberración llamada Crepúsculo, hace una película que se podía haber rodado en los ’80 para contar una historia del siglo XXI. No le basta con la música machacona (electrónica, faltaría más) y los gráficos –pretendidamente– modernos, tiene que rodar con la precisión de un perro que cava un agujero en la playa. La narración es tan soberanamente aburrida que a media película dan ganas de clavarse un tenedor en la rodilla, para distraerse y eso.

 

Y es cierto, Benedict Cumberbacth es un actor increíble y su retrato de Assange es fascinante, pero con eso no basta. Además, ponle delante a Daniel Brühl (carisma cero, no sé qué le ven a este tío) y notarás el desequilibrio que genera el enfrentamiento entre un intérprete de verdad y un ficus.

 

(¿Les había dicho alguna vez que no me gusta nada Daniel Brühl?)

 

Abrazos/as,

 

T.G.