He vuelto. Sorpresón, ¿eh? Lo sé, lo sé, se imaginan ustedes que ya se han librado de mí y de repente: PAM, aparezco de nuevo. Así no se puede vivir, tienen razón, y sin embargo, como en la celebrada fábula de la rana y el escorpión, es mi naturaleza. Sé que un día conseguiré actualizar dos veces a la semana ante el asombro del personal, pero no se hagan ustedes/as ilusiones.
En fin, vayamos al grano: les quiero hablar de una película pequeña que me ha parecido grandiosa, pero, antes de hablarles de la película en sí, déjenme contarles algo de su título. El título original de la película en cuestión es The perks of being a wallflower, que vendría a ser algo así como Las ventajas de ser un bicho raro. Ese hubiera sido un título más o menos aceptable en español, ¿no? No es perfecto, pero tiene un punto travieso que –igual- hubiera conseguido llevar a unos cuantos chavales al cine. No es que sea el mejor título posible, pero me lo he inventado en 30 segundos.
Bueno, pues los de la distribuidora han decidido que The perks of being a wallflower se titule Ventajas de ser un marginado.
Pero, ¿qué cojones de título es ese? ¿Es que –de verdad- no había alguna alternativa mínimamente válida? Díganme lo que quieran, pero yo jamás iría a ver una película llamada Ventajas de ser un marginado. No entiendo cuál es exactamente el marketing que se puede extraer de un título así. “Si eres un marginado, esta es tu película”.
Luego, cuando nadie vaya a verla, dirán que es que en España nadie va al cine y que no la han entendido y que esto, lo otro y lo de más allá. Ya saben, la culpa es del vecino, yo no sé nada y a mí nadie me dio ningún sobre.
Vale, ya lo he dicho.
The perks of being a wallflower es una –preciosa- película sobre esa época tan jodida (menos para algunos) que es la adolescencia. Es una peli pequeña, que camina encogida al principio y luego crece hasta acabar a lo grande.
Cuenta la historia de un chaval tímido, un bicho raro (al menos para el mundo “normal”) que anda perdido desde que se levanta hasta que se acuesta, sin que el espectador sepa de dónde procede tamaña caraja juvenil. Sin embargo, a medida que se van arrancando capas a la cebolla, no sólo descubrimos qué le pasa al chaval, sino que nos obligamos a releer la película de un modo sorprendente. La razón del exorcismo emocional es el grupo de perdedores (aunque no lo sean en absoluto) que acogen al chaval y convierten su soledad en un mal recuerdo sin poder evitar –al mismo tiempo- crearle nuevos problemas.Probablemente más gordos que los anteriores.
Es un filme maravilloso de pose amargo (para que nos vamos a engañar)sobre esas cosas que nos callamos, o que nos obligan a callar, y que al final acaban consumiéndonos y pasándonos por encima como un maldito tren.
Todos los actores están esplendidos pero no puedo quitar los ojos de encima a Emma Watson, aquella niña de Harry Potter que, al menos a mí, me recuerda a Natalie Portman. Una niña que empieza a ser chica pero que tiene en los ojos la fuerza de una mujer madura. Impresionante lo de esta actriz: va a ser una grande.
Y nada, oigan, yo se la recomiendo fervientemente. Mucho. Del todo.
Y vuelvo pronto. Lo prometo.
Que les quiero hablar de Mama.
Abrazos/as,
Toni