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Malditos peluches del demonio

Amigos y amigas; amigas y amigos,

Qué tal están? Ya han reventado los ventiladores y los aparatos de aire acondicionado?

No me contesten, era una pregunta retórica.

Las plataformas parecen estos días un gran desierto del Sahara audiovisual: nada a la vista y lo que parece bueno de primeras es solo un espejismo. Documentales alargados como un chicle de crímenes horribles en pueblos pequeños en los que todos son hermanos o series de mierda en las que se han gastado un pastizal inexplicable. Por cada buena película que llega a Netflix, HBO o Prime, hay 350 naderías por las uno tiene que navegar. Es totalmente insoportable.

Incluso en Apple tv que me parece una plataforma notable, tirando a excelente, han caído en el fango: hoy han puesto una mierda de la que no puedo resistirme a hablar. Está Zach Galifianakis, que es un tipo con el que siempre me lo paso pipa (si no lo han visto, les recomiendo que vean Between two ferns, en youtube. Un programa de entrevistas completamente pasado de vueltas con el que he llorado de risa. También hay una peli en Netflix, pero lo único que vale la pena de ella son las tomas falsas) pero que aquí está horrible. No sé si porque su personaje está mal escrito o porque a él le importa un pito, pero el pobre Zach no da una a derechas.

La peli se llama La fiebre de los peluches beanie y explica la historia de los malditos ositos que a finales de los 90 se adueñaron del mundo. No hay explicación alguna para el fenómeno, pero así fue: vendieron millones de esos horribles peluches y se forraron. Lo que pasa es que (casi) todo lo que sube tiene que bajar y la cosa acabó como el rosario de la aurora. O sea, mal. Muy mal.

En realidad, la película cuenta la historia de la creación del peluche y como un tipo intentó quedarse toda la pasta a pesar de que el mérito no era suyo. Vaya, un poco la historia del capitalismo feroz donde uno tiene mucho dinero, pero quiere tener más. No puedo asegurar que yo mismo no fuera así si tuviera mucho dinero. Como nunca tendré mucho dinero, nunca lo sabremos.

Lo peor es que la peli tiene un reparto increíble: aparte de Zach Galifianakis, tenemos a Elizabeth Banks y Sarah Snook, dos actrices de la hostia.

Da igual, el guion es tan plano, los personajes tan poco atractivos, la trama tan morosa, que cuando llevas media hora de películas deseas que un camión de la basura los atropelle a todos de una vez y que te dejen en paz. Yo la he acabado para que ustedes no tengan que hacerlo: ha sido mi buena obra de la semana.

Por suerte, también en la misma plataforma, tienen mi último placer culpable: Secuestro en el aire.

Ya hablé aquí de ella, con Idris Elba tratando de salvar el cuello en un avión secuestrado. La serie es un delirio, con toda clase de plot twists, malos de opereta y Elba paseándose por el avión como si estuviera en el Primavera sound con una pulserita All acces.

Obviamente, no hay quien se la crea, pero lo cierto es que me lo estoy pasando bomba viendo qué mierda van a inventarse ahora para seguir manteniendo la tensión. Hoy han colgado el penúltimo capítulo, que acaba con uno de esos cliffhangers que solo puede haber sido creado por un guionista que se ha bebido setenta chupitos de mescal y ha acabado pidiéndole a su Golden retriever que le escriba algo.

Fabuloso.

Y nada más, espero tener algo mejor la semana que viene, pero no puedo prometerles nada.

Abrazos,

TGR

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