Queridos y queridas,
Aquí me hallo, sufriendo los efectos de la segunda peor estación del año (solo después del verano, obviamente) y viendo porquerías en la tele. Solo me estoy divirtiendo con Rabbit hole y porque le pongo buena voluntad, no porque sea ninguna obra maestra.
Me lo he pasado muy bien con Tetris, que es una película cojonuda y tampoco me lo he pasado mal con Air. Les hablaré de ambas a final de semana.
Hoy he tenido el dudoso placer de ver una cosa llamada, Tin & Tina. Les juro que no me invento el título. Pensarán que Tin & Tina es uno de los títulos más ridículos que han leído/visto/escuchado nunca y les doy la razón. Pero es que, encima, es una de las peores películas de terror (o de cualquier otro género) que he visto en años. Es tan mala que si me pusiera a hacer una lista con las peores películas que he visto en mi vida, no me atrevería a meterla por miedo a ofender a las otras películas.
Yo no sé qué le pasa al cine español de terror, pero no recuerdo haber visto nada bueno desde Verónica y de eso ya hace un buen rato. Venus, que es esa cosa de Jaume Balaguero que he intentado olvidar, era ya francamente molesta, pero Tin & Tina es otro nivel.
Como considero este blog un servicio público, yo la he visto para que ustedes no tengan que verla.
La película arranca con una pareja que se casa justo en el momento en que ella pierde el hijo que esperaba. Sin embargo, desean formar una familia y acaban en una suerte de convento en el que adaptan a unos niños rubios que de entrada parecen gilipollas, pero son algo mucho peor.
Llegados a este momento del metraje, uno ya está pasando mucha vergüenza ajena, sobre todo por culpa del reparto. Al hombre lo interpreta Jaime Lorente, que estoy seguro de que es muy buena persona, pero es un actor con poca capacidad para convencerme de nada. Ya sea Ángel Cristo, el Cid o este señor que quiere que su mujer recupere la fe en Dios.
Ella es Milena Smit, que ya me había hecho arquear ambas cejas con aquella cosa llamada La chica de nieve y que no acabo de entender – más allá de su extrema palidez física e interpretativa- que me quiere transmitir. No me la creo, no me convence, no compro nada de lo que me está contando.
Juntarlos a los dos es una trampa letal para el espectador, porque hay más carisma en el tallo de una alcachofa que en este malogrado dueto actoral.
Lo siento, no es culpa mía.
Para compensarles, les recuerdo que esta semana se estrena Oso vicioso, de la que ya les hablé en su momento, sobre la historia real de un oso que se comió por error un lingote de cocaína que había llegado por error (por el accidente de unos traficantes) y luego empezó a sembrar el pánico en un pueblo cercano antes de morir por culpa de una sobredosis.
Obviamente, los hechos se han dramatizado/ficcionado un poquito porque la película es una comedia y no creo que en la vida real el oso se lo pasara tan bien como en la gran pantalla.
Con eso y unas palomitas ya pueden dar la semana por buena.
Abrazos y muerte a la primavera,
T.G.R.