Buenas amigos y amigas,
¿Qué tal todo? Hoy leía el periódico (ya sé, no debería hacerlo) y veía que es el primer día en el que empezó la pandemia, en el que no hubo ni un solo fallecido en Londres. Esos cabrones están vacunando tan rápido que se están cargando la epidemia. O al menos eso parece, desde fuera.
No sé si es el país, el partido que gobierna, el líder o que somos todos idiotas, pero es terrible ver que no somos capaces de nada de provecho. Lo hicimos mal al principio, como todos; lo hacemos mal al final, como siempre.
En fin, también puede ser mi pesimismo vocacional.
Centrémonos en lo importante: el cine.
Digo lo importante, porque al menos ahí empezamos a tener buenas noticias.
Se acercan los Oscar, la cosecha es buena y ya se ha estrenado casi todo lo que se podía estrenar. Esta semana han caído Nomadland y Judas y el Mesías negro.
De la primera ya hablé por aquí: una obra maestra, bastante jodida de ver porque habla de esas personas a las que el sistema ha dejado de lado y que sobreviven porque vivir es muy caro.
La segunda ha tenido un estreno de lo más raro: solo se puede ver en determinadas plataformas pagando 13 euros. No entiendo muy bien la táctica: poner una película prácticamente desconocida, más cara que en un cine, sin campaña de marketing y en un fin de semana random. No el fin de semana antes de los Oscar, ni a un precio competitivo, ni apuntando a targets muy concretos. Parece la obra de un analfabeto. De hecho, me encantaría ver las cifras de recaudación con este método. Van a ser espectaculares (no).
Pero.
Judas y el Mesías negro es -probablemente- la más potente de todas las películas que compiten por el Oscar. Explica la historia de un informante (a la fuerza) del FBI, que se infiltra en los Panteras negras. El caso, un clásico en la guerra sucia de la agencia de espionaje contra cualquiera que no les cayera bien, acabó con la muerte del tipo a vigilar y es una historia brutal.
El filme es una maravilla. Dirigido por Shaka King e interpretado por dos bestias pardas, Daniel Kaluuya y LaKeith Stanfield (los dos nominados al mejor actor secundario), con un guion de hierro forjado, te lleva de la mano a una de las épocas más convulsas de la historia de Estados Unidos.
Algunos/as podrán pensar que quizás este sea un relato demasiado local, demasiado específico, y que si no les interesa la política americana no van a disfrutarlo. En realidad, la película habla de la lealtad y el precio de mantenerla y los riesgos que implican determinadas causas cuando se contraponen a un poder casi ilimitado. Habla también de lo sencillo que es convertirse en un enemigo del sistema cuando el sistema solo es capaz de ver enemigos.
No se me ocurre mejor recomendación que esta película y les aseguro que serán los 13 euros mejor invertidos de su vida, pero al mismo tiempo entiendo que esos 13 euros sean una aberración per se. Una obra así, tan pequeña, tan bien ejecutada, debería haber sido estrenada en cines y en ese caso, no hubiera costado ese precio. Hay que estar muy chiflado o darte completamente igual lo que estás vendiendo.
Sea como fuere, se la recomiendo de corazón.
Abrazos,
T.G.