Amigos y amigas,
Tal y como prometí, este glorioso domingo voy a aprovechar para hablar de John Wick 4, la mejor película de la saga desde el original y una de las mejores pelis de acción de la historia. Tres horas de bofetadas sin límite que exprimen las posibilidades del género hasta el infinito y más allá.
No nos engañemos, el guion es de papel de fumar y no importa demasiado. No estamos hablando de Ciudadano Kane y tampoco nos interesa una mierda. Lo que nos interesa es ver a un señor de casi 60 años, en un traje hecho a medida, repartiendo hostias como si no hubiera un mañana, en un apocalipsis de tortas que deja a Bud Spencer y Terence Hill, a Liam Neeson y a Stallone como si fueran los teletubies.
El gran hallazgo de John Wick es la creación de un universo propio, de una iconografía reconocible, que introduce en el espectador una sensación de familiaridad con un mundo que se rige por sus propias reglas y en las que no computan las del exterior: las monedas con las que se pagan los servicios, la mesa en la que se sientan las grandes familias criminales, el grupo de chiflados que se ocupa de retirar los cadáveres y -sobre todo- el Continental.
El hotel en el que solo se hospedan los asesinos, lugar de retiro y reflexión en el que no se permiten actos de guerra (es decir, nadie puede disparar a nadie en el establecimiento, si es que no quiere sufrir un castigo irreversible) es una de esas cosas que te sirven para todo. De hecho, está imbuido de algún modo en el núcleo narrativo de la saga y ya se ha anunciado que se está desarrollando una serie basada única y exclusivamente en el Continental.
En cualquier caso, la cuarta entrega de John Wick es una deliciosa demostración de que aún hay muchas maneras de modular el cine de acción y que hay gente ahí fuera que está ya reinventando cómo vamos a ver el género en los próximos años.
Si tienen ustedes ganas de olvidarse un rato del mundo, cojan las llaves y acérquense a un cine con la pantalla más grande posible. Cuando vean la escena de las escaleras, me agradecerán muchísimo que les haya dado este consejo.
Por otro lado, esta semana han estrenado en Prime una película de terror llamada Smile.
En su momento, la película fue recibida con división de opiniones, aunque en taquilla funcionó como un tiro. Sus detractores decían que tenía demasiado en común con It follows (una obra maestra) o que es extremadamente efectista; los fans, entre los que me cuento, argumentaban que la peli daba un miedo de la hostia.
A mí me dio un miedo de la hostia.
La cosa arranca con una psiquiatra que presencia el suicidio de una paciente y que empieza a sospechar que una presencia maligna se ha metido en su vida. No le falta razón a esta buena persona y la película es como una carretera llena de baches cuyo final es un bosque en llamas.
Échenle un ojo.
Y finalmente, hoy se estrena la cuarta temporada de Succession, un show sobre la familia de hijos de puta más repugnante de la historia de la tele y una de esas series que seguiremos recordando mucho después de que haya acabado. Si no la han visto, empiécenla ya. Y si la están viendo, hoy a las dos de la mañana tienen una cita con HBO.
Tal como está la economía y mirando al horizonte con temblores en las piernas, no se me ocurre mejor momento para entender cómo funcionan los que realmente sostienen la espada de Damocles sobre nuestras cabezas.
Cuídense y acaben de disfrutar de este bonito domingo.
Abrazos,
T.G.R.