Bueno, en primer lugar feliz año a todos/as, gracias por escribir aquí de vez en cuando y por leerme cuando toca. Les deseo un 2011 provechoso y agradable, sin apuros.
En segundo lugar, les advierto que este no va a ser un post riguroso, no he consultado Wikipedia ni buscado nada en Google así que probablemente esté lleno de errores. Además, me tomaré muchas licencias y utilizaré analogías, metáforas e incluso puede que alguna hipérbole. Además, siempre digo lo que me da la gana y cuando escribo consumo grandes cantidades de alcohol por lo cual sería mejor que intentaran colarse una noche en el zoo para abusar de una grulla (o un pelicano) que tratar de sacar algo útil de mis palabras. Espero que con esta declaración de intenciones quede claro que no tengo ni la más mínima intención de intentar cambiar la orientación de este blog, que no es ninguna en absoluto.
Dicho todo esto y emplazando a los irrefrenables buscadores de la verdad a buscarla en otra parte, vamos al meollo de la cuestión…
Durante mi vida he tenido multitud de discusiones sobre cuestiones relacionadas con actores donde destacan tres nombres: Charlton Heston, Mel Gibson y John Wayne.
Del primero he tenido que oír que era un mal actor, y que el motivo principal de esta afirmación se debe a que era un fascista porque militaba en la Asociación Nacional del Rifle (lo cual no tiene porque ser mentira, pero –francamente- me importa un pito, no tengo que casarme con él y este hombre protagonizó Ben-Hur, un puto clásico, maravilloso y rotundo clásico). De Gibson lo mismo, poniendo hincapié en lo desordenado de su vida personal y su racismo exacerbado, da igual que el tipo sea un director de narices y un actor cojonudo (su última película, Al límite, era estupenda).
De John Wayne también se habla.
Un millón de tipos creen que como el hombre era más de derechas de Fraga tienen la obligación no solo a llamarle de todo sino a defenestrarle como artista. A mi (lo repetiré una vez más) me importa un pito la vida personal de este hombre o sus simpatías políticas. De cuando en cuando disfruto metiéndome el dedo en la nariz pero sinceramente no creo que eso defina la calidad de mi escritura.
Todo esto viene a cuenta de Valor de ley (en inglés True grit), remake de la película de Wayne que firman los hermanos Coen y que está arrasando en Estados Unidos. La película, protagonizada por Jeff Bridges es una western de pura cepa (se estrena en España el 12 de febrero) que ha vuelto a poner sobre el tapete a mi admirado Wayne.
Esto es porque al amigo John le han tachado de “mal actor” desde muchos frentes: críticos, blogueros, internautas varios, columnistas, etc. Ya se sabe, los argumentos son los de siempre, incluyendo el hecho de que dirigió esa cosa llamada Boinas verdes, que es una de las películas más reaccionarias jamás filmadas.
Tal hecho –que le ataquen siempre por lo mismo y con los mismos argumentos ignominiosos- me mosquea profundamente, ¿cómo puede un tipo que ha hecho El hombre tranquilo, El dorado, El hombre que mató a Liberty Balance o Centauros del desierto ser un mal actor?.
Les dejo con esa reflexión y con la advertencia que les he venido haciendo durante estas últimas semanas: si por cualquier razón sienten la tentación de ir a ver El turista enciérrense en casa, den las llaves a su mejor amigo/a y díganle que vuelva cuando se encuentre usted mejor. También se puede optar por una táctica más invasiva pero igualmente efectiva: pidan a su compañero/a que les golpee las tibias con un martillo hasta que el hecho de caminar les resulte insoportablemente doloroso.
Disfruten de esta noche y de las siguientes y no dejen de ir al cine. La semana que viene les hablaré de Valor de ley, un peliculón inmenso.
Feliz año señores/as, pórtense bien.
T.G.
P.D.: además, John Wayne es el actor favorito de mi padre, y mi padre bien vale un post.
P.D.2: de acuerdo J, igual me pasé un poco con Tron Legacy…