Señores y señoras,
Este es el último post de 2013. En primer lugar (y sin cinismos de ninguna clase), les deseo un felicísimo año 2014. Espero que tengan ustedes muchísima salud y el dinero suficiente como para no tener que preocuparse por el dinero.
El resto es cosa suya. El capitalismo salvaje deparará –seguro– muchísimas oportunidades para empobrecernos aun más o –quién sabe– para hacernos ricos con alguna idea delirante.
Por mi parte, y señor Moltó mediante, sólo puedo prometerles que seguiré dando el coñazo, en este su humilde blog de cine sin coches en una web de coches y con uno que no tiene carnet de conducir.
El 2014 promete ser un año con 365 días y eso es siempre una buena noticia.
Seguramente Almodóvar firmará otra película (no será muy difícil que sea mejor que la anterior), Isabel Coixet estrenará dos (a mí no me miren, yo no tengo la culpa) y alguno de esos directores a los que no va a ver ni su madre volverá a fracasar en taquilla. Nada nuevo bajo el sol de la bendita piel de toro.
Para este cronista lo más interesante a nivel nacional del año que entra se resume en dos títulos: REC4 y La isla mínima.
La primera es la única franquicia española que ha conseguido convertirse en un fenómeno internacional, gracias a un formato que después se ha exprimido hasta la saciedad. El llamado “foundfootage” que se rueda cámara en mano y que adquirió fama mundial con La bruja de Blair.
La tercera parte fue un volantazo divertido con toques de comedia y sé de buena tinta que la cuarta va a volver al terror puro y duro. Para empezar (no voy a hacer spoilers) la acción transcurre en un barco, con lo cual se asegura ese plus claustrofóbico que ha sido siempre la llave de la franquicia. Dirige Jaume Balagueró, probablemente uno de los tres mejores directores españoles de la actualidad, y un seguro de vida para un proyecto que siempre ha ofrecido lo que prometía: pura y dura diversión.
Yo soy muy fan así que no soy imparcial.
La cosa se estrena en octubre.
Lo otro es la nueva película de Alberto Rodríguez. Rodríguez es el director de aquella película cojonuda llamada Grupo 7, que transcurría antes de la Expo del ’92 en las barriadas más conflictivas de Sevilla.
No sé si la recuerdan: la primera donde Mario Casas demostró que podía ser actor. Y otra donde Antonio de la Torre demostró que es el mejor actor de este país junto a Raúl Arévalo (los peores serían el memo de Andrés Velencoso –hay que verle en Fin, cuando se pone intenso–, Carlos Areces y el insoportable Quim Gutiérrez). En esa peli, un policíaco excelente, se vio a las claras que el realizador tenía talento. Algo que, por otro lado, ya se había intuido en After.
La isla mínima es su cuarta película, otro thriller con mala hostia con -otra vez- Antonio de la Torre, Nerea Barros y el monumental Raúl Arévalo. No sé mucho de la película, pero ya estoy entusiasmado. Entre tanto drama atormentado, nuevas promesas que ya son viejas antes de empezar, farsantes disfrazados de elitistas, pesados bibliotecarios incapaces de trazar un relato atrayente y el señor de la Mancha que se cree que es George Cukor y Douglas Sirk, todo en uno), que alguien haga una película que me interese ya es un verdadero milagro.
Dadme eso y un par de buenas comedias y ya tengo mi cosecha de cine español. No es pedir demasiado, ¿no?
Por otro lado, y en el ámbito internacional, lo que más me ha gustado de lo que he podido ver y que llegará aquí en 2014 es Her. También me gusta The fruitvale station, The inmigrant y Dallas buyers club (más que nada por la impresionante actuación de Jared Leto y Matthew McConaughey).
Creo que va a ser un buen año para el cine, o al menos esa es la impresión que tengo.
En todo caso eso es lo que les deseo: un buen año de cine.
Si es una mierda lo destriparemos aquí, como tengo por costumbre, con su habitual complicidad sibilina.
Sean buenos/as,
Su bloguero que les quiere.
T.G.
P.D.: A ti más, Di.