Amigas y amigos,
Iba yo a hablar de The acolyte, que es la nueva serie del universo Star wars. Les juró que entre en ella con la mejor de las voluntades. Incluso adopté una postura optimista. Quería que me gustara. Necesitaba que me gustara.
Pues no. He fracasado. Aguanté el primer episodio a duras penas.
Más de lo mismo: maestros jedi, monstruitos, criaturas peludas, gente que usa mucho la palabra, ‘fuerza’ y un gran misterio que al final resultará ser el mismo misterio de siempre. Total, que no he comprado. No me ha gustado.
Creo que necesitaría un break de un lustro o dos para poder volver a apreciar cualquier cosa relacionada con La guerra de las galaxias porque ahora mismo la saturación ha embotado mis sentidos y ya no doy para más.
En Movistar tienen una tontería llamada Segunda muerte, en la que sale un Karra Elejalde convertido en emperador del sudapollismo patrio y que se limita a asentir con la cabeza y a emitir ruidos guturales. Explica la historia de una agente de policía que se enfrenta a un extraño caso y decide pedir ayuda a su padre, que también era policía y que ahora se dedica a rascarse los huevos. Repito que puede que se trate de mi cansancio vital, pero es que aquí tenemos de nuevo la clásica serie española mal dialogada, con una pésima dirección de actores y que ni siquiera se esfuerza en disimular su desprecio por el intelecto del espectador. No sé, igual hay quien la mira y piensa que tampoco está tan mal, pero a mí me parece un subproducto infecto.
Ya. Soy un tío generoso.
Tampoco he disfrutado nada de Becoming Karl Lagerfeld, la serie en la que Daniel Brühl se convierte en aquel diseñador alemán en la época, a mediados de los 70, en que trataba de conquistar París con sus diseños. El gran problema de la serie es el propio Daniel Brühl, actor magnífico que ha dado muchos recitales de interpretación en proyectos muy distintos a lo largo de su carrera, pero que aquí pincha en hueso tratando de dar con la tecla correcta para dar vida a Lagerfeld.
No me lo creo en ningún momento, me da igual lo que haga o diga.
Un poco mejor, pero no mucho es esa cosa llamada Archie, en Filmin. Cuenta la vida de Cary Grant, uno de mis actores favoritos y uno de esos tipos bigger than life que representó mejor que nadie el glamour y la clase de Hollywood. La serie cuenta en cuatro episodios la existencia de Grant en distintas etapas de su vida y aunque Jason Isaacs (que interpreta a la estrella) hace todo lo que puede para mantener el show a flote, la cosa nunca llega a despegar.
‘Pues vaya mierda’, me dirán.
Para compensarles, les ofrezco una de esas películas tan ridículas que acaba siendo graciosa: En las profundidades del Sena.
Explica la historia de un tiburón que -por razones que no voy a comentar, por no hacer spoiler- acaba paseándose por el Sena y aterrorizando a los parisinos. No me pregunten demasiado porque es todo un delirio, pero digamos que para echarse unas risas va la mar de bien.
Y no hay muchos más, amigos y amigas, porque podría ahora ponerme a recomendar documentales y películas de medio pelo, pero yo quiero ser honesto con todos/as ustedes/as, amigos de este blog. No me voy a poner a estas alturas a venderles motos y platos recalentados.
A ver si la semana que viene hay suerte y les puedo ofrecer algo en condiciones. No prometo nada, pero lo intentaré.
Hasta entonces, sean buenos. O inténtelo.
Abrazos,
TGR