Ya saben cómo soy, escribo cuando me parece y soy un maldito vago. Aprovechando que estoy en un avión a Los Angeles, he procedido a extraer el portátil de su funda (mentira, no tengo funda) y dedicarles unas palabras.
Ha ganado Trump. Yo ya lo decía.
(siempre había querido decir eso)
No, no voy a hacer análisis, todos los memos y memas del país ya lo han hecho. Es curioso que los mismos tipos que nos han dado el coñazo durante meses con el axioma “no hay absolutamente ninguna posibilidad de que Donald Trump gane estas elecciones” nos explican ahora por qué ha ganado Donald Trump.
Yo me escondería debajo de una piedra un par de años, pero oye, así es el periodismo moderno, siempre a la vanguardia del ridículo global.
Mucho me temo que nos esperan cuatro años muy entretenidos.
De momento tengo un amigo en California que ha desintonizado todos los canales de noticias. Ha dejado solo los de cine y los deportivos. No me parece una mala idea: una sociedad desinformada es una sociedad feliz.
Y dicho esto, con la profundidad conceptual que me caracteriza, déjenme que les hable de mi película favorita del año (creo que estando a mediados de noviembre ya puedo afirmarlo, aunque espero que me encante Rogue one): La llegada.
Soy un gran fan de Dennis Villeneuve, lo reconozco. Me chifló Incendies, disfruté con Prisioneros y vibré como un cerdo en un día de lluvia revolcándose en el fango con Sicario (que por cierto, tendrá un spin-off con el personaje de Benicio del Toro como protagonista. Título provisional: Soldado). Así que cuando vi el trailer de The arrival (La llegada) salivé profusamente.
El planteamiento es ya poco habitual: unas naves alienígenas (12 concretamente) aparecen en distintos puntos del planeta, pero en esta ocasión no rompen nada, ni lanzan rayos láser de forma aleatoria. Se limitan a tratar de comunicarse.
El problema (como ya sucedía con mi ex suegra) es que no les entiende nadie. Así que el ejercito estadounidense decide llamar a la mejor lingüista del planeta para que les eche un cable. La cuestión es que el asunto empieza a convertirse en urgente cuando los chinos y los rusos amenazan con bombardear a los extraterrestres a menos de que alguien les traduzca qué cojones quien decir.
Con esto, un repartazo, unos maravillosos efectos especiales y la alargada sombra de Stanley Kubrick, el realizador franco-canadiense se saca de la manga una de las mejores (y más realistas, por plausibles) cintas de ciencia-ficción de la última década.
No voy a reventarles la trama porque incluso los elementos que parecen desconectados de la columna vertebral de la película acaban adhiriéndose a ella. Solo les advierto que no lean nada de La llegada (nada más). Con lo que les he contado tienen ustedes de sobras.
Ah, y si son ustedes padres o madres les prometo que saldrán del cine realmente tocados.
Volveré pronto (ya saben que soy un mentiroso compulsivo, pero igual esta vez vuelvo de verdad).
Pórtense bien y feliz navidad.
Por si acaso.
T.G.
P.D.: se me olvidaba. Hagan el favor de ver Fleabag, una serie de humor (oscuro) que me tiene subyugado. Qué maravilla, por Dios.