Aún no puedo hablar de It pero me dispongo a hacerlo porque me apetece y porque sé que km77 jamás revelaría mi dirección a ningún agente de la ley. Si vienen a buscarme para meterme en la cárcel, espero que organicen ustedes un crowdfunding o cómo demonios se llame.
Me ha encantado It.
Lo podría dejar aquí, pero no voy a hacerlo, porque ustedes/as se merecen más.
Seguro que hay muchos veteranos entre ustedes que recuerdan la primera adaptación de It. Corrían los años 90, era una mini-serie y casi todos la vimos en vhs, porque en aquel entonces no había posibilidad de ver las cosas de otra manera. Ya saben, nuestra bendición y nuestra maldición.
It era la versión audiovisual de la novela del mismo nombre de Stephen King sobre un pueblo que cada cierto tiempo recibe la visita de un terrorífico ser que se oculta bajo la identidad de un payaso: Pennywise. Pennywise gusta de atormentar a los niños y adolescentes del pueblo y de llevárselos con él a un infierno de cemento y fango.
Cometí el error de recuperar la serie antes de ver la nueva adaptación. No lo hagan. Nunca.
Mi recuerdo me regalaba varias horas de tensión, sustos y una buena cantidad de hemoglobina… la siesta que me eché viéndola esta vez solo puede ser calificada de épica, aunque no tan épico como el pobre Tim Curry tratando de dar miedo.
Maldita sea, debería estar prohibido recuperar cosas que nos impactaron. Debería haberme dado una descarga eléctrica en el mismo momento en el que la puse en el dvd.
Por suerte, aquella misma noche pude ver It, que esta vez es una película, y me lo pasé tan bien que olvidé haber revisado la otra.
No hagan caso a todo lo que van a leer respecto de que It da mucho miedo o tiene mucho gore o blablabla. Hay sangre, tiene un par de sustos y ya.
Lo importante de la película es el precioso retrato de la adolescencia que nos regala el filme: esa época en la que todo parece borroso y en la que solo los amigos (el que los tiene) parecen poder mitigar esa terrible sensación de desamparo, de soledad, de desarraigo.
It ilustra a la perfección ese momento de la vida en que todo es un gigantesco cartel de ‘en construcción’.
It es entrañable (aunque parezca mentira) gracias a la delicadeza con la que están escritos sus personajes, esa banda de perdedores perpetuos que solo se tienen unos a otros. Una pandilla maravillosa de niños hasta los huevos de ser niños.
Y claro, el contrapunto a esa película de aventuras que bien podría ser Los goonies o Cuenta conmigo, es la presencia de ese villano memorable llamado Pennywise, interpretado con excelencia y carisma por un chaval de 27 años llamado Bill Skaarsgard. La escena que abre el filme, donde un niño sigue a un barco de papel hasta que éste ( el barco) cae en una alcantarilla, es pura magia cinematográfica y la aparición del payaso, terror de alto octanaje.
Se me hace difícil recordar ninguna película en la que géneros tan dispares encajen tan bien, muestra del talento de Andy Muschetti, el director de la magnífica Mama, utilizando aquí la cámara con una clase y una elegancia descomunales. Suyo es el mérito de hacer de It un filme excelente, poderoso, rotundo y –paradójicamente- pequeño y profundo, que versa más sobre vivir y dejarlo todo atrás, que sobre un payaso que se dedica a asesinar a los niños de un pueblo. En esa voluntad de dibujar un lienzo en el que todos los rostros importan donde radica el gran secreto de It: la primera gran película después de un verano insoportable.
Se estrena el viernes. Vayan.
Abrazos/as,
T.G.
coincido con tégé: el trailer del barco de papel y la alcantarilla me dejó pegado a la butaca la semana pasada.
…ayer también me quedé pegado a la butaca viendo la de la Srta. coppola, pero por otros motivos 🙁
Qué ganas de verla!
Pues si lo que Ud. describe es como yo me sentí con el telefilm de It de los 90…entonces me va a flipar la peli.
Saludos.
Para mi, «It» fue más una novela sobre la adolescencia, como bien menciona Vd, que una de terror. Leí mucho a King en esa época, pasé mucho miedo con algunos de sus libros, pero este me generó más nostalgia que miedo.
La veré en cuanto pueda.
Su identidad está a salvo aquí, ya sabe.
¿Un infierno de cemento y fango?
Así que se traía a los chavales a Madrid.
En cualquier barrio periférico de Madrid y en los pueblos circundantes entre los años 50 y los 80 se construía mucho, deprisa y mal, pero se urbanizaba poco o nada, con solo agua y electricidad. Ni asfalto, ni aceras. Solo tierra y, cuando llovía, fango.
En los 70 se abrió el mercado negro de la droga y todavía solo algún periodista ha querido indagar cuántos chicos murieron en ese infierno. Si no recuerdo mal, daba una estimación de unos 10.000 solo en la ciudad de Madrid.
Me encantan los mercados negros. Los beneficios aumentan. Vendes más coches de lujo, más chalets y áticos y haces un buen negocio blanqueando en tu sucursal el dinero que roban en la calle esos pobres diablos que tuvieron la desgracia de recibir una pésima educación en un estado desvertebrado cuyas gentes pasan de lo que le pase al prójimo, desmintiendo la ficción de ser nación. En España hace mucho que no hay naciones.
¿Quizá Portugal?