Amigos y amigas,
¿Qué tal están?
Yo sigo aquí. No me he ido a ningún lado. No pienso irme a ningún lado.
Debo confesar que cada noche sueño que viajo. Normalmente es lejos. Para alguien que ha llegado a coger doscientos aviones al año, lo de este 2020 ha sido una experiencia que me ha devuelto a mi juventud. A mis 18. Cuando aún no había cogido un avión (miento, quizás hubiera cogido uno). A aquellos tiempos en los que no viajar era mi rutina.
Supongo que cuando te acostumbras a algo, ese algo permanece y se convierte en una especie de guardaespaldas: te acompaña y te protege. Solo puedes esperar que ese algo sea algo bueno.
A 2021 solo le pido que nos deje volver a ir a otros sitios sin miedo a joder a un tercero. No creo que sea pedir demasiado, pero no exigiremos nada.
Hoy hace frío. En Barcelona, cuando la temperatura baja por debajo de 20 grados lo llamamos ‘frío’. Si baja por debajo de 15, lo llamamos ‘círculo polar ártico’. No tenemos nombres para nada por debajo de 10. Igual ‘muerte’. Tendría que consultarlo.
Desde nuestra última conversación, he visto un par de cosas.
Una de ellas se llama Alice in borderland y es la adaptación de un manga.
Los actores son terribles, no me han impresionado los efectos especiales y en general la serie ya la había visto, mejor contada y con menos presupuesto: en Cube.
Está en Netflix, por si quieren ustedes atreverse con ello.
La otra sí me ha convencido. Se llama Manhunt y está en Filmin.
Cuenta la historia (real) de un asesino en serie que actuaba en el suroeste de Londres y la investigación que llevaron a cabo para darle caza. Lo mejor de la serie, más allá de ese maravilloso acento inglés, es un reparto magnífico. Curiosamente, lo encabeza un tipo, Martin Clunes, que siempre ha sido comediante (de los buenos) y que aquí se da el gusto de meterse de lleno en un papel a las antípodas de su carrera.
La serie está contada con calma chicha: no hay escenas de acción, todo transcurre en despachos y escenas del crimen. Y aun así, funciona como un reloj. Es un show sofisticado, inteligente, provocador en cierto modo, que siempre incide en esa parte obsesiva que se le supone a los que investigan cierta clase de casos.
Además, son solo cuatro episodios, con lo que nadie se pierde por el camino y no hay tiempo para aburrirse.
Para mí, ha sido una agradable sorpresa. Alejarme por una vez de todos los tópicos de serie policiaca y asistir a lo que supone construir un caso desde abajo, sin tremendas revelaciones ni deus ex machina.
En la siguiente entrega de este bonito culebrón (en forma de blog) les hablaré del impresionante documental de Netflix sobre Dominique Strauss-Khan, antiguo presidente del FMI. Se llama El imputado de la habitación 2806.
Tremendo.
Nos vemos antes de Navidad. Y se lo pido, por favor, sean prudentes.
Por ustedes mismos y por los demás.
No soy yo muy de ir por ahí dando consejos, pero con que alguien me lea y me haga caso, me conformo.
Abrazo grande,
T.G.
TG, está hecho un padrazo. Con lo de las reuniones familiares, sus consejos van a caer en saco roto, tenga en cuenta que el propio ministro del sector ha defendido a capa y espada que «el tener allegados», aunque sean lejanos o sin vínculos familiares claros, será razón suficiente para poder viajar a cualquier sitio. Es de suponer que el tiene si que allegados próximos sin vínculos familiares, si no, no se entiende la leonina defensa de un asunto tan peregrino (léase peligroso) desde su influyente poltrona. Porque está invitando a cualquiera a desplazarse a cualquier sitio, por el mero hecho de que a el no le afeen la conducta si se mueve en esas fechas. Un suponer.
Cuando pueda vea des