Hola amigos y amigas,
¿Cómo llevan ustedes este verano eterno que amenaza con eternizarse aún más? Yo me estoy planteando irme a vivir a Islandia, lamentablemente el sueldo no me da ni para irme a vivir a Somalia, donde los alquileres están baratos y los AK47 pueden comprarse en cualquier parte.
Hablando de AK47s, no me digan ustedes que no se han reído con lo del terrorista este del tren francés. El tipo sube a bordo con un billete de primera (140 euros) y una vez allí ve una video llamando la yihad, carga su kalashnikov, se pone a mano su machete, revisa los 15 cargadores llenos de balas (270 en total, dicen) y prepara la gasolina para pegarle fuego al tren cuando acabe. Afortunadamente (para nosotros), es un patán de manual y no sabe cómo manejar el AK47, así que se le encasquilla. Le dan una buena paliza, le quitan el arma y, un rato después, le detienen.
Hasta aquí todo correcto y, en cierto modo, razonable: el clásico terrorista patoso (aún recuerdo aquel que se subió con un zapato explosivo a un avión. Lo pillaron cuando intentaba encender la mecha del zapato. O sea, llevaba un zapato explosivo con mecha. CON MECHA). Sin embargo, lo mejor viene cuando el tío va y declara: “Me sorprende que me llamen terrorista: yo sólo quería robar el tren porque soy pobre y no tengo para comer”.
Analicemos están espectaculares declaraciones.
Resulta que el tío dice que es pobre, pero aún así tiene 140 euros para cogerse un billete de primera clase. Como no hay restaurantes, ni tiendas, ni peluquerías en Francia, decide que va a atracar un tren, porque como todo el mundo sabe las rutas de escape de un tren de alta velocidad son muchas y variadas: puedes tirarte a 270 kms por hora o puedes esperar que te detengan en la primera estación. Al tipo le sorprende que le llamen terrorista, porque claro, es bastante normal que para atracar un sitio te lleves un kalashnikov 300 balas, dos granadas de mano, dos machetes y una lata de gasolina. Claro, puedes encontrar resistencia, alguien que viéndote con un AK47 y esa barba de musulmán a juego con tus ojos de psicópata decida no darte los 20 euros que lleva, ni su teléfono móvil.
Me recuerda a ese tipo que fue con una funda de puro metida en el culo al hospital. Cuando le preguntaron que había pasado dijo que antes de dormir tenía costumbre de fumarse un habano, debió quedarse traspuesto y como estaba desnudo (le gustaba dormir desnudo) pues en una de esas vueltas que se da uno en la cama se le introdujo la funda vía anal. Vamos, ¿a quién no le ha pasado algo así? Te duermes en pelotas, das unas vueltas y cuando te levantas tienes la mesilla de noche metida en el ano.
Perdónenme, pero más que ofenderme lo del terrorismo en sí (que ya es bastante penoso, tener que matar porque te dicen que lo dice un libro porque tú no sabes ni leer, sucio bastardo) me ofende que ni siquiera tenga el valor de decir la verdad: “Mire, yo soy un terrorista, su modo de vida me ofende, me ofenden su música, el modo en que se visten y su forma de hablar, así que me monte en el tren dispuesto a cumplir la voluntad de Alá, que yo creo que es matarles a todos y luego incendiar los restos, por si acaso. Soy un terrorista, me dedico a eso. Lamentablemente se me encasquilló el arma, porque yo era barbero y no tengo ni puta idea de cómo manejar un AK47. También fue mala suerte que en ese momento se encontraran en el vagón dos marines americanos, uno de metro 90, que me dio tantas hostias que hasta Alá me dijo “huye tío, huye, olvídate de mis instrucciones previas”. Y eso es todo, soy un terrorista tonto. Métanme en la cárcel y ya. No tengo nada más qué decir”.
¿No sería todo más fácil? “Mire, estaba en casa, estaba cachondo, he visto la funda del puro y me he dicho: ‘eso me lo meto yo por detrás como me llamo Jaime’. No ha salido bien. Quítenmelo, díganme cuánto necesitan para perder mi historia, y aquí paz y después gloria”.
No es que yo esté a favor de la verdad integral, ni mucho menos. Si fuera así, cada vez que me dieran los buenos días contestaría “que te jodan, lerdo/a”. Sin embargo, contesto “buenos días”. Pero coño, es que si uno tiene la jeta de coger un arma e irse a perpetrar una matanza lo mínimo que puede hacer después es echarle un poco de coraje al asunto. “No, oiga, es que yo iba a robar”.
Luego ha salido el padre del presunto terrorista diciendo que “mi hijo no tenía pan, ese es su único delito: no es ningún terrorista”. Pues mire, buen hombre, si no tiene pan lo dice. “Tengo un AK47 y quince cargadores y dos granadas de mano y no tengo pan. Vosotros mismos”.
Yo voy y le llevo pan. Y jamón ibérico. Y le abrazo.
Si alguno de ustedes/as no tiene pan y un montón de armas en casa y ya se ha comprado el billete en clase CLUB porque quiere robar el AVE que lo diga ahora y lo arreglamos entre todos.
Abrazos/as,
T.G.