Hola amigos y amigas,
Ya ven que me he abstenido de criticar nada, porque creo que es imposible gestionar esta crisis. Nadie podría. Nadie va a poder.
Así que mi aspiración (creo que razonable) es que se cometan los menos errores posibles, para que salgamos del túnel más temprano que tarde. Por eso no entiendo lo de volver al trabajo. Creo que es un error de cálculo.
Ojalá ellos tengan datos que conviertan esa decisión en algo razonable y sea yo el imbécil que no tiene ni puta idea. Ojalá.
Hasta aquí mi crítica, muy medida. Creo.
Ayer me vi de una tirada La línea invisible, la nueva serie de Movistar + sobre el primer comando de ETA, antes del final del franquismo. Ya les adelanto que la serie va a traer cola, simplemente porque hay temas que no pueden tratarse sin más y éste es uno de ellos.
He leído críticas ridículas, tipo ‘es imposible que se vistieran así, no pienso verla’. Este tipo de ‘opiniones’ son de un nivel lamentable, pero supongo que en el mundo tiene que haber todo y para esas criaturas cualquier excusa es buena.
Luego he leído otras, bastante más comprensibles, que explican que les gustaría que la serie hubiera sido más rotunda en su posicionamiento moral. Entiendo perfectamente ese argumento y hasta puedo coincidir en buena parte de la cuestión. Mi problema es que yo creo que no deben darnos todo masticado.
Me gusta pensar que las personas podemos afilar nuestro criterio viendo productos que nos obliguen a posicionarnos, o al menos que hagan que nos sintamos incómodos. Me gustan esas series, esos libros o ese cine. Que me hagan sentir que soy yo el que debo tomar ciertas decisiones, que no los van a tomar ellos por mí. No hay que confundir eso con la indolencia o una ambigüedad de tapadillo: hablo de atreverse a no sumergirse en lo obvio, porque hacerlo bien requiere inteligencia y coraje.
Yo creo que La línea invisible lo hace muy bien. Y creo que lo hace cada vez mejor, a medida que avanza y empieza a decidir qué y cómo quiere contar. Arranca con unas pinceladas de historia, Franco todavía vivo y un señor al que le gustaba torturar.
Luego se despliega con delicadeza para intentar explicar por qué un montón de chavales que militaban en la izquierda abertzale decidieron que era buena idea empezar a pegar tiros. Y lo hace bien.
(lo de tratar de apuntalar un argumento que funcione dentro del aparato narrativo de la serie; no lo de justificar que peguen tiros).
No quiero hacerles spoilers aunque si han leído un poco de la historia de España estoy seguro de que ya se conocen los detalles. Solo diré que todo encaja bastante bien en la realidad de lo sucedido y lo ficcionado parece lo suficientemente creíble.
El reparto es cojonudo y Àlex Monner, Patrick Criado y Anna del Castillo están espléndidos. No hay salidas de tono, ni dramatismos impostados. Lo que si hay es un relato sólido, sin fisuras, duro la mayoría del tiempo, retrato de una España en la que era jodido ser nada que no quisieran que fueras.
Como documento político es muy potente y como polaroid de un instante definitorio de lo que serían los siguientes 30 años en nuestro país, también. No seré yo el que vea nada extrapolable en lo que cuenta la serie, pero no dudo de que habrá quien lo vea.
Me parece obvio decir que la propuesta va a encontrarse con hostilidades y también me parece que es bastante lógico que así sea: seguimos embarrados en esta suerte de guerracivilismo que nos ha definido desde tiempos inmemoriales y tratar de contar por qué somos así no va a ser fácil, ni gratis.
Altamente recomendable.
Espero sus comentarios.
Cuídense mucho: besos y abrazos.
T.G.