Amigos y amigas,

Qué tal van?

Aquí seguimos.

Acabo de enterarme de la noticia de la muerte de Michael Robinson. Solo coincidí con él una vez, por cuestiones de trabajo, y me pareció un tipo estupendo. A veces veía el fútbol solo por escucharle a él. Me gustaba cómo utilizaba el lenguaje siempre a su favor, con ese acento de tipo de Liverpool que pasaba por allí. Mi padre le adoraba y espero que ahora tengan oportunidad de encontrarse y tomarse un coñac.

Para este tipo de cosas sí que agradecería que existiera un paraíso.

Supongo que con la situación que tenemos entre manos es normal que estas cosas nos afecten un poquito más. Al menos, así es en mi caso.

En fin, habrá que seguir adelante con la esperanza de que la cosa mejore en algún momento y al menos podamos tomarnos trescientas cervezas en un bar. En cualquier bar. En cualquier parte.

He vuelto porque ya llevo cuatro capítulos de El último baile, la serie sobre los Bulls de Jordan, y es una de las mejores series documentales que he visto en mi vida.

Empiezo a entender porque la cuelgan en Netflix a razón de dos episodios por semana, porque si me dejaran me la habría comido enterita en un día. Sin comer ni nada. Así a bocajarro.

Miren, yo he visto mucho cine, mucha tele y muchos documentales. Me dedico a esto desde hace unos 25 años. También he escrito algunas cosas. Unas sin acreditar; otras con mi nombre en los créditos. Hasta produje un episodio de un programa particularmente popular. Ojo, no quiero decir que lo pagara yo; quiero decir que me encargue de conseguir a los invitados, de obtener los permisos necesarios y de todo lo necesario para poder sacarlo adelante.

Con esto quiero decir que cuando veo un docu siempre tengo presente el segundo plano, el esfuerzo que hay detrás de cada proyecto y –obviamente- el dinero que se han gastado.

En El último baile se han gastado lo que no está escrito. Es bastante sencillo saberlo mirando a los dos grandes agentes involucrados: Netflix y ESPN. Los primeros son la plataforma de streaming más grande del mundo; los segundos la cadena de deportes más grande del mundo. Entre los dos pueden manejar un presupuesto bestial.

No hace falta decirlo.

No es solo la cantidad de imágenes de archivo que manejan o el acceso a tipos como Larry Bird, Magic Johnson, Isaiah Thomas o el propio Michael Jordan. Es conseguir que en tu pieza aparezcan Bill Clinton o Barack Obama, o tener la posibilidad de ir a cualquier lugar. Es conseguir un look inmaculado, un montaje al que solo pueden acceder los grandes estudios o un diseño de producción 100% hollywoodiense.

Pero no nos engañemos: nada de eso significaría una mierda sin un guion sólido y el guion de El último baile es una auténtica maravilla. Y digo esto porque es muy difícil que un proyecto así no acabe siendo única y exclusivamente sobre Michael Jordan. Es muy fácil y sería totalmente entendible.

Lo que hacen es bascular en el tiempo y los personajes de tal modo que el documental funciona como un yo-yo: parece que se aleja del núcleo, pero siempre acaba volviendo a él.

Y lo mejor es que cuando se aleja, ya sea para hablar de Pippen, Rodman o Phil Jackson, es capaz de ser tan o incluso más brillante que cuando se centra en Jordan. Es de un mérito impresionante.

Porque además entretiene como un puto blockbuster.

Me tiene entusiasmado y espero que a ustedes/as también.

Échenle un ojo y cásquenlo por aquí.

Abrazos y besos y mucha salud,

T.G.