Buenos días señores y señoras,
Ya ven que mi ánimo caótico sigue gobernando este blog de alma serena.
Acabo de volver de Londres donde he estado asistiendo a la presentación del primer episodio de la tercera temporada de Sherlock. No sé si siguen ustedes esta maravillosa serie de televisión (con los no menos maravillosos Benedict Cumberbatch y Martin Freeman), pero, si no lo hacen, deberían hacerlo desde ya. Sólo son tres capítulos por temporada, de hora y media cada uno, así que no tienen excusa.
Quise escribirles antes, pero como bien dijo uno de los benditos seguidores de este humilde blog “eres un procrastinador”. Sí, lo reconozco, azótenme, soy un procrastinador. Entre ir a tomarme una pinta al pub y empaparme del olor a moqueta húmeda o ponerme a escribir en el hall de mi hotel, escogí la primera opción. Y en lugar de una pinta fueron tres.
Dispárenme (al pie por favor, que ahora parece que estoy en racha).
En fin, mientras yo estaba en Londres, se han estrenado en España dos de las pelis más esperadas del año: El hobbit y 12 años de esclavitud.
De la primera ya está todo dicho: unos la odian, otros la odian más, algunos la encuentran tolerable y muchos la adoran.
Yo soy más de estos últimos.
El hobbit: La desolación de Smaug me recordó por momentos a Indiana Jones en el templo maldito. No, no se echen las manos a la cabeza, vi esa película en el cine Urgell y, cuando leo en algún sitio las palabras “cine de aventuras”, siempre pienso en El templo maldito y como me impresionó siendo un adolescente deslenguado.
En cierto modo la segunda entrega de Indiana Jones se parece a El hobbit: la primera parte se encarga un poco de establecer el hilo conductor y el hormigón (por decirlo de algún modo) armado de la saga. Eso no sería necesario para los fans de Tolkien pero –no nos equivoquemos– una gran mayoría de los espectadores de la película no han leído a Tolkien. La idea de estructurar estas reglas para situar a la audiencia lastra de algún modo la película (la de Peter Jackson; la de Spielberg es sensacional en todos los sentidos de la palabra) y la hace algo farragosa en algunos pasajes.
En esta segunda entrega lo que prima es la aventura pura y dura. Como si nos hubiéramos subido en la vagoneta de Indiana y nos lanzaran montaña abajo. La desolación de Smaug es pura diversión descerebrada, a veces sin venir a cuento, pero diversión al fin y al cabo. Algunas escenas, como la de los enanos huyendo en barriles o la batalla con los elfos como invitados especiales, hablan alto y claro de la vocación cinéfila del director, el ínclito Jackson.
A cuenta de esto debo decir que no entiendo a algunos que ahora sostienen que el realizador neozelandés es un mal director de cine. Ya me perdonarán, pero decir eso es no tener ni pajolera idea del asunto. Dejando la trilogía de El señor de los anillos a un lado, sugiero a todos/as los que opinen que Jackson no tiene talento que miren una película llamada Criaturas celestiales. Y luego vuelven aquí y me lo cuentan.
El otro gran estreno de la semana es 12 años de esclavitud.
La nueva película de Steve McQueen (después de las brutales Hunger y Shame) es un tremendo alegato contra la intolerancia que duele de todas las formas posibles.
Cuenta la historia de Solomon Northup, un comerciante de Washington, negro pero libre (en aquellos tiempos no era demasiado habitual) que es raptado y vendido como esclavo, pasando 12 años en manos de negreros.
Huelga decir que el filme es de una contundencia desmesurada (hay un par de escenas que rozan el umbral de lo tolerable) y que uno sale del cine con los ojos a cuadros. Todos hemos leído lo que fue la esclavitud y visto algunas piezas sobre el tema pero jamás habíamos visto algo así: tan crudo y cruel y –sin embargo– profundamente humano.
La interpretación de Chiwetel Ejiofor debería llevarle directamente al Oscar. La de Fassbender también, pero éste lo va a tener más complicado.
Si hay que escoger plantéense esto: ¿entretenimiento o reflexión?
Lo dejo en sus manos, pero luego vengan y cásquenlo.
Abrazos/as,
T.G.
Criaturas celestiales fue un golpe de suerte.
Y si no, vuelva a ver King Kong y nos lo cuenta.
Querer es poder.
http://procrastinacion.org/index.php
P.D.
Gracias por lo de bendito, no lo sabe usted bien.
PJ no será un mal director, un genio desde luego que no.
Calzandome unas gafas culovaso, diré que me parecia mas gracioso cuando hacia burradas como la peli del mono rata o la de los teleñecos cabrones.
Aplicando mi propia prueba del algodon, hasta la de MJ Fox, volvería a ver todo lo que ha hecho. A partir de ahí, en pequeñas dosis.
PD: muy bonita Nueva Zelanda
Reflexión primero, que de entretenernos siempre habrá tiempo.
¿O era al revés? No sé. Voy a seguir mirando al nº 13, a ver si se van ya los policías. Les apuesto a que antes de que acabe el año Ruz está tan en el alero como Silva.
#3 Nueva Zelanda podría ser la Asturias del Sur, de no ser porque la vieron antes los suizos y se la apropiaron para sus metáforas transhemisféricas.
Qué triste que haya que irse a lugares tan apartados para encontrar esa belleza.
Sin revelar nada sobre el hobbit, afirmo.
Al Jackson este, ¿ es que le pagan por minutos de metraje, por planos o qué?; ¿no le enseñaron a resumir, sintetizar y no aburrir al personal?. Hay anuncios que cuentan más en 20 segundos.
La proporción es como en otras películas de la saga. Cada elfo, que es un arma de matar patrocinada por el champú Pantene, se cepilla a entre trescientos y quinientos mil orcos antes de despeinarse. Eso sí, como con mucha elegancia.
Cada elfo lleva, así mismo, un pequeño canastillo para portar las flechas en el que, aproximadamente, llevan -cada uno- del orden de medio millón de flechas. Qué menos.
Frigo Bilbón ese se pone y se quita el anillo más que una cazafortunas divorcista de una de esas teleseries de mujeres estupendísimas y frivolísimas que muchas tratan de emular.
El dragón es que no calla. Al dragón había que llevarlo a Sálvame. Qué pesao.
El mago es una mierda en toda la saga. Ni es sabio, ni hace conjuros pa cagarse ni ná. Como si llevase un mecherito. Y además, otro pelmazo.
Los orcos son lerdos. Pero aunque abran plano y veas doscientos orcos, siempre acaban muriendo por millones, no sé para qué los ponen que den tanto miedo si son unos pringaos; el padre de Messi mete más miedo.
JM
Jotaeme: magistral.
Yo lo que me pregunto es: Si el Señor de los anillos era un tocho de más de mil páginas dividido en 3 partes, y ocupó (creo que justificadamente) una trilogía… ¿por qué el Hobbit, que es un librito de 300 páginas, y que en su origen se dirigía a un público más infantil, ocupa también una trilogía?
¿cómo se pueden dedicar los mismos recursos a una historia tan leve como un tio bajito que va a buscar un tesoro, como a la historia tan compleja del Señor de los Anillos (bueno, compleja… Siniestro Total la cantó en 2 minutos: vamos todos de excursión, va a empezar la erupción… vamos todos al volcán, allí podremos merendar…).
El Hobbit es una historia muy interesante para rodar una, UNA película. Pero, ¿una trilogía? Pues para lucirse más de la cuenta, y tratar de triplicar la facturación.
Si el tal Jackson pillara hoy «los Goonies», fijo que la contaba en 3 pelis de 3 horas cada una.
Con obras tan maravillosas (y hoy actuales) como «las uvas de la ira» de Steinbeck y dirigida de forma fascinante por John Ford, nos sacaba una serie de 6 temporadas.
John Ford (claro, está a una distancia galáctica del tal Jackson), contó de forma tan maravillosa esa tragedia familiar de los estados medios de los EEUU, en una película de, atención, 2 horas… 2 HORAS. ¡2 HORAS! Y es una historia más profunda y compleja que el Hobbit y el Señor de los anillos juntas.
(quien no la haya visto, no tiene perdón, es una de esas obras que se tienen que leer, o como poco, ver, porque el libro es genial, pero la película no le anda a la zaga).
El otro día trajo mi señora el Hobbit I en blu ray a casa.
La pusimos.
A la media hora de metraje, y después de estar aguantando 20 minutos enanos dando gritos en una mesa en la que cenaban y donde no pasaba nada, mi mujer me miró y me dijo:
– Joder, qué coñazo. ¿La quitamos?
Y yo contesté.
– Sí.
Esto de autoproducirse le está sentando muy mal a Peter Jackson. Ha perdido el sentido totalmente del ritmo cinematográfico. Serán todas las aventuras que quiera, pero es insoportable por pesado y por no contar nada.
Mis cinco céntimos.
He visto toda la saga, mas que nada por afición a Tolkien que a Peter Jackson. El señor de los anillos, bien, fiel al texto original, y como el texto largo de más. El hobbit, La desolación de Smaug:
En el cine, Borja (12 años) «Hablan mucho». Iago (17 años), «no te jo… para 3 capitulos del libro que faltan acaba así». Yo (a mis 40 y..) entretenida, simpática, pero pierde la esencia de Tolkien. Y 3 horitas para el Hobbit entero llegaban bien. Ah! la ví en 2D y me fastidian los adornos (bichitos, florecitas y demás) puestos para el 3D. Ah 2! Nueva Zelanda muy bonita, pero con Galicia, Asturias, Pais Vasco y cualquier parte de la meseta tenemos todas las localizaciones necesarias.