Señores y señoras,
¿Qué tal están?
No sé ustedes, pero servidor no recuerda un verano tan caluroso, cuando ni siquiera hemos empezado agosto. Con lo que he sudado hasta hoy se podría dar de beber a todos los niños de Somalia y sobraría agua… perdonen, me ha quedado un tanto incorrecta la hipérbole, el calor, ya saben.
Estoy seguro de que este abuso solar y las respectivas oleadas de bochorno africano no tienen nada que ver con el cambio climático, porque lo dijo el presidente Rajoy que se lo había dicho su primo. No hay nada que me tranquilice más que el nepotismo metereológico y si el primo o el hermano de alguien importante me dicen que no hay cambio climático, pues aquí paz y después gloria. No importa que en mi pueblo jamás se hubiera registrado (en 100 años) una temperatura tan alta porque el primo de Mariano dice que no hay por qué preocuparse. Ahora sólo falta que lo confirmen los Morancos y Bertín Osborne y ya podemos cerrar el asunto.
Volví a la ciudad amigos, a la ciudad. Ese laberinto de ratas estresadas que siempre llevan prisa, arrastrando sus culos en un asfalto dónde podríamos hacer huevos fritos. La echaba de menos… los cojones.
Lo bueno es que servidor vive a pocos metros del mejor cine de España (así es y así se lo hago saber), un templo llamado Phenomena, con 450 asiento, Dolby Atmos, películas en VO y en el que uno puede repetir Terminator Genesis en versión original un viernes a las cinco de la tarde. Alguna jodida ventaja tenía que tener la jodida ciudad, ¿no? Así que a falta de estímulos más apremiantes, eso es lo que hice: irme a ver de nuevo Terminator génesis y llevarme la contraria a mí mismo, una vez más.
La verdad es que mientras considero Terminator y Terminator 2 dos obras maestras, debo reconocer que no lo pasé nada mal con la tercera y la cuarta, así que esperaba obtener un mínimo de diversión que es justo lo que conseguí esta vez. Yo soy así, amigos y amigas, tengo el súperpoder de cambiar de opinión veinte veces en cinco minutos.
Eso y las expectativas…
Ay, amigos/as, las expectativas, basta con rebajarlas un poco para sumergirse en momento de intensa felicidad… bueno, rebajarlas mucho, dejémoslo así.
Terminator génesis quiere ser una película de verano y se le nota a la legua. No hay ninguna pretensión estilística ni conceptual, no trata de reinventar la saga, a no ser que su nuevo reparto tenga esa intención. Arnold Schwarzenegger sigue siendo el amo de la fiesta, tanto que el ofrece los mejores momentos de la película sin tener que hacer ningún esfuerzo. Su imagen es tan icónica y su papel quedó tan perfilado por James Cameron, que con añadir algo de humor le basta para llevarse –de calle- la función. También me convenció Emilia Clarke, que construye una Sarah Connor muy joven pero muy dinámica y que le pone empeño, joder, que al final es lo que hace que un actor sea relevante. Lo mismo se puede decir de Jason Clarke, aunque sus cicatrices parezcan el resultado de un becario (con mi respeto a todos/as ellos/as) que se ha colado en el departamento de efectos especiales. El tipo es tan sólido que da igual: te lo crees.
En cambio, el hombre que han escogido para interpretar a Kyle Reese (el impresionante Michael Biehn de la primera entrega ya está muy mayor, creo) debería pensar en dedicarse a otra cosa. Tampoco me convenció de hijo de Bruce Willis en la última entrega de La jungla de cristal y sólo me convenció ligeramente en Jack Reacher. Me ha convencido tan poco en todas sus películas que ni siquiera soy capaz de recordar su nombre, y yo me acuerdo de esas cosas. Le buscaría en google pero no se lo merece: es un actor del montón. Pobre.
¿Lo mejor de Terminator Genesis? La primera media hora, maravillosa. Los primeros cinco minutos de película tienen algunas ideas visuales absolutamente brillantes (ese niño viendo por la ventana como alzan el vuelo los misiles desde la ventanilla del avión) y si uno –como un servidor- tiene pánico a cualquier cosa que lleve ‘nuclear’ en su definición, no puede evitar sentir los efectos de un ataque de ansiedad sólo sobrellevable por el mantra ‘esficciónesficciónesficciónesficción’.
El resto es material de acción básico, con algunas piezas muy bien resueltas (como la llegada de Reese a Los Ángeles, un bonito homenaje al primer Terminator) y entretenimiento puro y duro. Los diálogos son bastante risibles pero basta con esperar que explote algo y se te olvidan. Lo peor es (como ya dije) el rollazo de ahora nos vamos a los ’90 y ahora a 2017 y ahora alBASTA YA.
Así que si quieren ustedes dos horas de diversión contenida (tampoco vamos ahora a entusiasmarnos demasiado) esta puede ser una buena apuesta. En un par de días les hablo de esa obra maestra llamada Del revés, que vuelve a poner a Pixar varios escalones por encima de todos los demás.
Abrazos míos, de mi vecino Rocky y del que toca la trompeta; observo con fervor que no soy el único que tiene vecinos con patologías mentales. Menos mal.
T.G.