Estoy en Suiza, en un sitio en medio de las montañas donde lo de Internet se complica por momentos. Hoy he echado un vistazo al blog y veo que –sin comerlo ni beberlo- inicié un pequeño conflicto con trasfondo religioso y a cuenta de aquella nimiedad llamada Crepúsculo.
No era mi intención pero bueno, ahí queda. Lo que si os pido es que no perdamos los papeles: os lo dice alguien que resistió trece años de represión por parte de los hermanos maristas (ojo, no dudo que sean bellísimas personas pero conmigo no lo fueron en absoluto). Así que tengo mis propias teorías sobre el papel de la religión en la evolución del mundo pero no es este el foro para exponerlas.
En fin, Luna nueva ha arrasado (lo cual era previsible y puede ser un indicador bastante fiable de cómo están las cosas ahí fuera) pero yo seguiré esperando para ir a verla. De momento nadie me la ha recomendado… bueno, alguien lo hizo pero vi poco entusiasmo en sus palabras.
Hoy quiero cambiar de tema: esta semana se estrena –por fin- Paranormal activity.
Tuve ocasión de ver la película en el último festival de Sitges donde causó división: a todos les pareció una mierda y a mi me gustó.
No voy a engañar a nadie afirmando que es una obra maestra o algo por el estilo, faltaría más. Lo que si voy a decir es que una película cojonuda por lo que respecta a logros y pretensiones. Pensémoslo bien, Paranormal activity costó once mil dólares (o eso dicen, igual son veinte mil pero no serán muchos más) y lleva recaudados ciento ocho millones de dólares. El dinero no debería garantizar nada pero como mínimo señala que el filme ha logrado llamar la atención (que es mucho más de lo que consiguen la gran mayoría de las películas hoy en día) sin ni siquiera tener que recurrir a costosas campañas de marketing.
Para mi lo más importante es como el director, un tipo llamado Oren Peli, consigue –con cuatro elementos a priori inútiles- estructurar una película de terror que invoca a nuestros fantasmas más arcaicos, al terror más primario y simple, ese que hemos sentido todos/as alguna vez cuando estando en casa, de noche, hemos sentido que había alguien más allí.
Peli maneja esos conceptos con gran destreza y la cosa funciona: yo pasé miedo, del de verdad. A lo mejor porque llevo mal lo de las luces apagadas y los ruiditos nocturnos. No lo sé.
Eso sí, que nadie vaya esperando ver una maravilla o la creación de un nuevo género, o algo por el estilo. Lo que Peli ofrece es un filme barato sin trampa ni cartón: o entras y te lo crees todo –hay momentos de pura gilipollez a los que accedes simplemente porque si no lo haces la película corre el riesgo de desmontarse- o no entras en absoluto y piensas que has asistido a una monumental tomadura de pelo.
Yo la recomiendo sin miramientos, pero –repito- hay que acudir al cine con la mentalidad correcta: “voy a ver la peli de un pavo que con cuatro duros me va a hacer pasar miedo”.
Ya me contaréis. O eso espero.
Abrazos/as,
T.G.