Icono del sitio Revista KM77

Disparar a matar ya no es lo que era

Amigos y amigas,

¿Cómo va este bonito fin de semana? En mi pueblo hace tanto calor que si no fuera porque soy pobre y la luz vale más que oro, ya habría enchufado el aire acondicionado. Es imposible resumirles aquí mi desdén por el verano, ese periodo del año en el que te pasas el día sudando, hay demasiada gente en todas partes y es imposible ver algo decente en la tele… bueno, siempre puedes volver a ver En la línea de fuego en Netflix. Siempre nos quedará Clint Eastwood.

Ayer tuve que ver (obligaciones laborales) la última película de Guy Ritchie.

Ya saben, el de Rocknrolla, Lock & stock, Aladdin, El Rey Arturo, etc. Uno de los directores más erráticos, raros e inconsistentes de la historia del cine. A pesar de todo, a mí cuando se casca sus películas de gansters de Londres, pues me mola. Así soy yo, más simple que un botijo.

Bueno, el último invento de Ritchie se llama Despierta la furia.

Empieza con un tipo (mi caradepiedra favorito, Jason Statham) que empieza a trabajar en una empresa de furgones blindados. La empresa es regulera porque les atracan cada diez minutos, pero allí están, triunfando. ¿Tú le dejarías tu dinero a una compañía que lo pierde todo el rato? Pues esta gente sí.

Total, que este señor empieza a currar allí y ya notas que algo no va bien. Notas que ese hombre que no mueve un músculo de su rostro en toda la película, no es el clásico guardián de furgón. Esa primera media hora es cojonuda. Porque no sabes qué cojones pasa (si van a verla, no lean nada de la sinopsis) y cuando el tipo se deja ir, piensas: ‘ay madre’.

Lo que sucede luego es que parece que al director le importa un pito su propia película, como que le da pereza seguir con ella. Qué cojones, el tío se ha marcado treinta minutos magníficos y ya no tiene obligación de hacer nada más. Total, puede acabarla el director de fotografía, o el operador de cámara o la tía Teresa la de Cuenca. Y efectivamente, parece que la siguiente hora la ha dirigido Teresa.

Una vez se descubre el fregado, la película pierde tanto gas que no le importa a nadie. No está mal rodada, tiene un par de tiroteos decentes y es medio entretenida, pero -coño- si empiezas así de fuerte, pues intenta no dejarme con el culo al aire. Porque yo lo que le diría al amigo Ritchie es que para rodar una película es buena idea tener un guioncejo. Nada, cuarenta paginillas. Así te evitas que, al cabo de un rato, los protagonistas empiecen a decir cosas que no tienen ningún sentido y solo quieras que mueran todos lo antes posible. Les podría hacer spoiler, pero no lo haré porque soy buena persona.

Menos mal que he visto Cruella, que me ha parecido una cosa tan punk que me ha costado darle crédito. Claro, una película de Disney pues uno tiene tendencia a pensar que va a ser bien bonita y elegante y discreta. Y bonita es, y elegante… pero es gamberra de la hostia. De hecho, en lugar de liquidarla en un párrafo, les hablaré de ella en el próximo post de este precioso blog.

Y con este merecido autobombo, les dejo por hoy.

Abrazos,

T.G.

Salir de la versión móvil