Bueno señores y señoras, disculpen mi ausencia. Los que me sigan con asiduidad (MI asiduidad, que es algo particular) ya sabrán que tengo un problema en la familia y que ese problema eclosiona de cuando en cuando y entonces amigos/as hay que correr. Correr mucho. Luego hay que hablar con médicos memos (y otros que no lo son tanto) y volver a soltar el puto rollo de siempre desde el principio, como si no tuvieran el jodido historial médico delante de sus narices. Ya se sabe, en este país no nos gusta demasiado leer. Bueno, después de oír una y otra vez lo único que me apetece es atracar una armería y volver. No descarten que lo haga y acometa una reforma a fondo del sistema sanitario español. Sí, los hay buenos y buenas, pero los otros (incluidos los maleducados) deberían sufrir un dolor de estómago de un lustro.
Dicho esto, que también me conviene desahogarme de cuando en cuando, hasta hace pocos días no había mucho cine del que pueda hablarles, a menos que me hubiesen obligado a disertar sobre esa cosa del ínclito Mario Casas llamada Tengo ganas de ti, enésima demostración de que en este país nos falta un tornillo (o varios). Esa cosa (no, no es una película, es una cosa) haría que Ghandi acabara envuelto en una pelea de bar con media docena de hindúes.
Sin embargo hace unas horas me planté en uno de esos reductos de perdición que antes llamaban “salas de cine” y ahora llaman “desiertos” a ver The Amazing Spiderman. Si quieren un día de estos discutimos lo que la subida de IVA va a suponer para los cines de nuestro país. Al grano: no iba yo muy confiado al renacimiento del hombre-araña. Ya, ya sé que la gente pone a parir a Tobey Maguire, porque es muy soso y no tiene carisma y no sé cuantas cosas más, pero a mi Maguire me parecía un tipo muy competente y especialmente en Spiderman 2 me pareció fabuloso. La película –digámoslo también- era una maravilla.
Bueno, The Amazing Spiderman (no sé cómo la han llamado en español y me importa un pito) mola señores y señoras. La protagoniza Andrew Garfield, ese chaval que nos sorprendió en La red social (la peli sobre la historia de Facebook) y que tiene muy buena pinta, que parece un actor de verdad vaya. La peli arranca con el mismo tipo con pinta de tonto, tímido, acosado por los malos de la escuela, enamorado de la chica que no le ve. Todo cambia cuando una arañita mágica le pica. Hasta aquí todo bien: ya lo sabíamos todo pero no está mal recordarlo.
Las cosas distintas: 1) Las escenas de acción, impresionantes. Mucho plano subjetivo, mucho vuelo rasante, mucha calidad. Se nota que los efectos especiales corren (que no andan) y que la excelencia es indiscutible. No sólo en las escenas en el entramado urbano de Nueva York y en solitario sino también las persecuciones con el Lagarto (no hagamos spoilers). 2) La química: no es que me disgustara el binomio Kirsten Dunst-Maguire, pero es que Emma Stone es una delicia, una chica que puede ser dura como una piedra, sutil como una pluma de oca o frágil como una copa de cristal, cada vez que sale la peli crece como un buen soufflé 3) La dirección, más atrevida, arrojada, precisa que la de Sam Raimi. Es cierto, menos cinéfila, más moderna y menos auto-referencial, pero aún así brillante, rotunda y -sobre todo- natural, sin forcejeos ni salidas de tono. Con un tono menos paródico y más maduro que la saga anterior pero igualmente poderosa a nivel visual.
Ya lo sé, no es mucho después de estas semanas de ausencia pero a cambio les prometo que el miércoles (este miércoles) les contaré TODO sobre la última entrega de Batman. Este miércoles la veo y unas horas después ustedes podrán leer si tienen que ir al cine o no. Naturalmente harán lo que les de la gana (como tienen por costumbre) pero yo seguiré imaginando que soy su faro en el norte, su luz en la noche, su camino de baldosas amarillas.
La modestia, ya saben, mi único defecto.
Abrazos/As,
T.G.