Amigos y amigas,
Qué tal va el maldito verano?
Esta semana en mi pueblo ya anuncian la primera ola de calor. Hasta ahora solo habíamos tenido un bochorno espantoso e infinito, pero se ve que aquello tampoco era para tanto y que lo bueno llega en breve.
Muy contento.
Ahora pasemos a la polémica que estoy manteniendo conmigo mismo estos dos últimos días, desde que vi Deadpool 3 o Deadpool vs Wolverine o como coño la hayan llamado. Para mí, es Deadpool 3 y así la voy a llamar.
Bueno, no les voy a contar de qué va Deadpool 3. Tampoco es que les hiciera spoiler (sería spoiler si les dijera quién aparece en los numerosos cameos del filme, y eso tampoco lo voy a hacer), pero les voy a dejar ir vírgenes al cine. Ojo, el guion no es ninguna obra de arte: que lo sepan.
El motivo de esta pelea a muerte conmigo mismo se debe a que una parte de mí lo pasó muy bien con la película y si me gustaran las putas palomitas, me hubiera comido dos kilos; otra parte de mí odio el hecho de que al final, tenga que conformarme con un filme asquerosamente autoreferencial, lleno de chistes para fanboys que solo busca la satisfacción fácil y nunca eleva el tono.
Es mejor que las últimas películas de superhéroes que nos hemos comido? Por supuesto.
Alcanza el tono de las grandes películas de Marvel? Ni de coña.
Y ese me parece el mayor de los problemas: hemos llegado a ese punto en que no esperamos nada excepcional y aplaudimos con las orejas cualquier cosa que no sea una completa y total basura. Es algo que pasa ya en todos los ámbitos de la vida, el conformismo letal, la mentalidad de persona que ya no ambiciona un producto exquisito o extraordinario y que da por bueno cualquier cosa: como un filme que te haga reír con media docena de chistes de culos.
No es que Deadpool 3 sea una mierda, ni mucho menos. Tampoco es que sea ninguna obra maestra, ni mucho menos.
Es una película de bien. En ocasiones de bien-notable y en muchas otras de suficiente-bien. Algunos chistes le funcionan, otros no le funcionan en absoluto y el esqueleto de la película descansa en su totalidad en los hombros de sus estupendos protagonistas que abusan a fondo del crédito que les otorgan sus personajes porque -admitámoslo- esos personajes dan para mucho.
Ryan Reynolds y Hugh Jackman tienen una química indiscutible y con esa química uno puede pasarse dos horitas sin mirar el reloj, pensando cuál va a ser la próxima gamberrada que invente el director. La mecánica de los excesos que reina en Deadpool 3 es bastante sencilla de descifrar y no tiene nada de compleja o críptica: cada escena de acción tiene que ser más grande, más bestia y más faltona que la anterior.
Mi problema con esa filosofía es que sé que Marvel me ha traído el primer Ironman, el primer Capitán América, Infinity War, Endgame o los Spidermans de animación del multiverso. O sea, me ha demostrado que son capaces de hacer auténticos peliculones.
Luego, hemos tenido que tragar con un montón de series reguleras, películas que nunca acaban de despegar y hasta un escándalo (y ahí nadie le puede echar la culpa a Marvel de nada) que se ha llevado por delante la que iba a ser la próxima franquicia de Los vengadores: que su actor principal y el que iba a ser el nuevo Thanos, fuera condenado por una agresión doméstica.
Y ahora resulta que tiene que volver Robert Downey Jr a ejercer de villano para a ver si así salvamos los muebles.
Solo espero que la nueva entrega de Los 4 fantásticos sea una gran película (no lo tiene difícil si uno ha visto las anteriores) y que el plan B para los Avengers salga bien.
Mientras tanto, supongo que seguiré teniendo que conformarme con Deadpool y Wolverine y sus chistes de culos y sus hostias como panes.
Menos da una piedra, no?
Abrazos,
TGR