He vuelto, y no he tardado seis meses, ni siquiera seis días, deberían sentirse orgullosos de mí.
Ya saben que verano es tiempo de blockbusters. A vece salen bien (como en el caso de Spiderman: homecoming, de la que hablaré a continuación) y otras salen mal, o rematadamente mal (como la última entrega de Transformers, o –en menor medida- El Rey Arturo). No nos engañemos, que los estrenen en esta época del año acostumbra a querer decir que son un churro.
No es el caso de Spiderman, con la que se puede pasar un rato fantástico y que me atrevería a decir que es la mejor de todas las películas que hemos visto sobre el hombre-araña (junto con la segunda entrega de la trilogía de Sam Raimi) y que acierta en todos los momentos en los que podría tirarlo todo por la alcantarilla.
En primer lugar el protagonista, Tom Holland. Un chaval, pero uno de verdad, no como Tobey Maguire (gran actor, pero al que nadie se tragaba de adolescente). Un muchachito con cara de niño y todas las preocupaciones de –nunca mejor dicho- un chaval. Holland tiene carisma, presencia, sentido del humor y dotes de actor de verdad.
Además, el guión encaja muy bien en el universo Marvel (incluidas las apariciones de algunos miembros del equipo titular de Los Vengadores) y percuta perfectamente en las coordenadas del superhéroe casi obligado a serlo pero que jamás se olvida de que en realidad es un chaval de calle y que eso de salvar al mundo le queda muy lejos. Todas estas cosas, bastante obvias, ya se veían en Civil war, la última entrega de El capitán América, en las que Spiderman se llevaba los mayores parabienes (con todo el merecimiento).
Seguro que se van a cargar el personaje a base de machacarlo (ya saben, el axioma del cine moderno), así que disfrútenlo mientras puedan porque no va a durar mucho.
No quiero revelarles detalles de la trama porque aunque en estos casos los spoilers no serían importantes, es prioritario ir al cine con la mayor ignorancia posible. No en Spiderman, siempre.
En cuanto a Transformers, cuento con que se la salten (ordenadamente, eso sí) y que presuman de ello; El rey Arturo es una película de aventurillas bastante entretenida, pero si van a ir al cine esperando ver Excalibur, la obra maestra de John Boorman, pues mejor que no.
Y qué mas? Pues que he visto dos pilotos: el de Room 104 y el de Claws. El primero es una porquería. ¿Y el segundo? (se preguntaran expectantes): también.
Room 104 es una historia distinta en cada episodio que siempre transcurre en la misma habitación (guau, qué ideón). Claws es una cosa que pasa en un salón de manicura, y que –simplemente- demuestra que los guionistas de televisión también se están quedando secos.
Seguiré mirando Justified y Ballers que sea lo que Dios quiera.
Hala, abrazos/as,
T.G.
Este año no hay recomendación de algún libro? Me gustó Soy Pilgrim.
Pues si se ha dado prisa en hacer una nueva entrada! Tenga cuidado no nos mal acostumbramos….