Amigas y amigos,
Qué tal todo?
Hoy me voy a ver el fútbol. Es una información de mierda que les doy por si les interesa.
Vamos a hablar en este bonito post de una gran decepción. No de una decepción a secas, ni de una decepción a medias: de una grande.
Ya saben (porque he hablado aquí mucho de ello) que soy un grandísimo fan de El encargado. Es una serie que descubrí por sorpresa y me dejó fascinado; luego me pasó lo mismo con Nada. Y luego con Coppola.
Las tres salen del mismo sitio: las cabezas de unos argentinos llamados Mariano Cohn y Gastón Duprat.
Viendo estas tres series pensabas, ‘joder, qué talento’.
Por eso cuando anunciaron otra serie suya llamada, ‘Bellas artes’, empecé a fregarme las manos. Encima la habían rodado en España. Explicaba la historia del director de un museo de arte contemporáneo y sus problemas para dirigir ese museo por culpa de factores diversos.
En el fondo, decían sus creadores, se escondía una crítica feroz a la imposición de la corrección política y la cultura de la cancelación. En fin, que todo me interesaba.
La serie ya empezaba mal. Básicamente porque el actor protagonista me transmitía entre cero y nada y también porque el planteamiento me obligaba a hacer un acto de fe que me costaba mucho ejecutar.
He aquí el gran problema de Bellas artes: es una serie perezosa. No encuentro adjetivo mejor: los personajes están a medio hacer, el protagonista resulta absolutamente indiferente y la pretendida crítica es tan pedestre que da la impresión de que estos argentinos son menos afilados de lo que yo creía. O igual tuvieron una mala tarde.
Si vas a jugar a ir a contracorriente tienes que ser muy listo. Tipos como Neal Brennan, Ricky Gervais, Dave Chapelle o Larry David llevan muchos años demostrando que se puede ir a cualquier parte, pisar cualquier callo o hablar de cualquier cosa y han demostrado que se puede hacer si sabes hacerlo. Dicho de otro modo: no hay tema tabú; hay chiste malo.
En Bellas artes hay una superposición de tópicos metidos en un esqueleto endeble: un tipo de 60 años luchando contra imposiciones y reglas metidas con calzador en un mundo en el que todo se rige por las apariencias. Y sin embargo, en lo que parecía ser un terreno abonado para hablar de una forma perversa (por usar un adjetivo que me gusta cuando se asocia a la comedia), lo único que hay son chistes malos, conceptos ya toqueteados por otros de una forma mucho más atinada y topicazos servidos a bocajarro. Si precisamente lo que me gustaba de El encargado y de Nada era su capacidad para convertir tramas aparentemente planas en auténticos campos de minas.
Aquí no hay nada con aristas, ni un solo personaje poliédrico, todo parece hecho con prisas (el personaje de Sacristán es -directamente- ridículo) y al final cuesta ver un solo gramo de talento entre tanto lugar común.
Como he dicho al principio: una decepción mayúscula.
El jueves/viernes les hablaré de Civil war, que va a ser uno de los peliculones del año con una premisa pavorosamente real: Estados Unidos se ha enzarzado en una guerra civil y los dos bandos se han propuesto aplastar al otro. Al otro lado del Atlántico ya ha provocado una polémica descomunal y está haciendo mucho dinero en la taquilla y este fin de semana se estrena aquí. Como el guerracivilismo se ha convertido en un fenómeno global, creo que resultará interesante para todo el mundo.
Y nada más, ahora me voy a ver el fútbol porque de algo tiene que morir el hombre.
Abrazos,
TGR