Amigos y amigas,
Qué tal están?
He vuelto porque tenía que volver. No dejan de estrenar naderías y este blog ha tenido, desde hace más de una década, una vocación de servicio público.
No les voy a engañar: la situación es desesperada. De las últimas diez películas/series que he visto, nada supera el suficiente. No hay ningún bien, y lo que sí tenemos es un montón de insuficientes y muy deficientes.
Maratón de cine italiano
Hoy, harto de torturarme con novedades insufribles (luego volveré a ello) he decidido pasar la tarde autolesionándome en Netflix. ¿Cómo? He hecho una maratón de películas italianas.
Por razones que no vienen a cuento, mi relación con Italia ha sido enorme. Así que hablo perfectamente el idioma, la conozco de cabo a rabo y sé siempre por dónde van a salir sus películas.
Ahora bien, hoy me han tomado el pelo.
Me he puesto (la primera) una película que se llamaba El alcalde pescador. Me imaginaba yo una tarde melancólica viendo las aventuras de un tipo que tiene un barco y decide pasarse a la política. Una comedieta transalpina, frivolona, irrelevante. Y resulta que (spoiler; el que/la que no quiera saber más, que pase al siguiente párrafo) es la historia de un alcalde de un pequeño pueblo costero al que ejecutó la mafia. Bueno, creen que lo ejecutó la mafia: nunca pillaron a los responsables.
Así que mi tarde chachi de cine italiano sin importancia, ha empezado mal.
Una de las peores pelucas de la historia del cine
Luego he visto otra, sobre una periodista que tiene que cubrir la Mille miglie, una carrera de época que se celebra en Italia desde hace 70 años. O más. No me ha quedado claro. Esta sí, no me ha engañado. Era una comedieta absurda, sin ninguna gracia, con actores de serie B, guion inexistente, dirección de medio pelo. Coño, sí. Justo lo que necesitaba.
Sin embargo, más allá del costumbrismo audiovisual, lo más destacado de esta semana pasada ha sido que Mortal kombat ha seguido reinando en la taquilla.
Los más viejos del lugar recordarán la primera versión, noventera, en la que aparecía Christopher Lambert con una de las peores pelucas de la historia del cine y música estridente-infernal. No tenía mucho más.
La versión nueva tampoco tiene mucho más: la música sigue siendo infernal, aparece otro tipo con peluca (de mejor calidad) y la película es una auténtica memez. Pero, eso sí, es entretenida de cojones.
Hay gente desmembrada, un tipo al que le arrancan los brazos, otro que pierde la cabeza (literalmente) y varios mamarrachos que se quedan sin alma. El guion no tiene más importancia: una pelea a muerte entre los campeones de la tierra y los campeones del inframundo o ultramundo o como cojones se diga. El que gane se lo queda todo, sin que sepamos muy bien qué es todo.
Para pasar un rato viendo a imbéciles romperse todos los huesos del cuerpo, no se me ocurre mejor opción.
Les juro que es verdad
La otra cosa que han estrenado con bombo y platillos es una cosa de ciencia-ficción que se puede ver en Netflix. Se llama Polizón y es una de las soplapolleces (con perdón) más grandes que se han visto nunca en el género.
Cuenta la historia de una expedición a marte que después del lanzamiento descubren que en la nave hay un señor en pijama que dice que se quedó dormido, o que se dio un golpe, y que cuando se ha despertado se ha encontrado con el marrón. Y que qué coño va a hacer él allí dentro dos años. Quele dejen bajar.
Me gustaría estar inventándomelo, pero les juro que es verdad.
Luego, encima, se ponen trascendentes.
Menos mal que no la pusieron en un cine, porque -se lo juro- le prendo fuego al patio de butacas. No diré más.
Abrazos/as,
T.G.