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Aniquílenme y luego dejen propina

Queridas y queridos,

A principios 2017 vi en un festival (no recuerdo cuál), una película de animación llamada A silent voice. Explicaba la historia de una niña sorda a la que acosaban en la escuela (cuando tenía siete años, si no recuerdo mal). Era una historia durísima, tan dura que llegados a cierto punto y como pasa con las grandes películas sin importar su género, uno olvidaba la forma para ver únicamente el fondo. Me dejó muy tocado, tanto por el tema como por la sensibilidad con la que lo tocaba.

 

Luego me hice con el manga, que era también brutal. No he visto jamás un modo mejor de concienciar a alguien sobre lo que significa acosar (y que te acosen) porque lo novedoso es que la historia estaba contada desde el punto de vista del acosador y no de la acosada. Del tipo que hizo de la vida de ella un infierno, con la complicidad de muchos otros, incluidos algunos de los profesores.

 

Hay una buena cantidad de películas sobre el bulling pero pocas tan contundentes como esta. Una fábula moral (que no moralizante) sobre las consecuencias de agredir, de ser agredido y de la redención imposible que uno cree poder conseguir cuando –por fin- se da cuenta del abismo por el que ha transitado y por el que otros/as han sido arrojados.

 

Les hablo de ella porque un año y pico después he visto que se estrena por estas lares y si tienen ustedes la oportunidad de verla, no deberían dejarla escapar. Sé que la animación es un género muy particular y que no es para todo el mundo, pero venzan sus prejuicios y atrévanse. Me lo agradecerán.

 

Dicho esto, déjenme que les hablé brevemente de una película que me ha dejado turuleto: Aniquilación. De Alex Garland (guionista de 28 días después y director de la fabulosa Ex machina) y basado en la trilogía de novelas de Jeff VanDermeier.

 

La premisa es –básicamente- una zona de Estados Unidos que ha sido conquistada por un extraño fenómeno. Las plantas y los animales mutan y nadie que se aventure logra salir con vida. Podría ser un fenómeno paranormal, alienígena, o un aviso de la naturaleza. El caso es que esa anomalía se expande y antes de que se apodere del continente, alguien debe hacer algo.

 

No quiero explicar las circunstancias de la última expedición a la zona (la que relata la película) porque sería joderles la película, pero digamos que nadie está muy seguro de qué cojones van a hacer allí.

 

Lo que sigue es una película que podría haber firmado Kubrick. De precisión quirúrgica, morbosa, perversa, casi malvada, en la que los personajes son sometidos a una experiencia sensorial de una intensidad descomunal, casi como la que sufre el propio espectador, lanzado (catapultado, mejor) a un lugar oscuro y desolado en la que nada es lo que parece. Una película de ciencia-ficción orgánica que tiene escenas capaz de descoyuntarle a uno la nuca, el cuello y el tórax (la del soldado operado a estómago abierto es algo difícil de describir), que además no esconde su vocación anti-comercial con una serie de decisiones narrativas propias de un loco. Digamos que los últimos 20 minutos de 2001 serían el equivalente clásico a los últimos 20 minutos de Aniquilación.

 

Es complicado describir el axioma del filme porque el realizador lo oculta y lo disfraza, pero digamos que juega a destruir cualquier atisbo de humanidad que uno pudiera albergar respecto a los protagonistas, convirtiéndoles en simples testigos de alma robótica. Marionetas de una entidad que les corroe, les parasita y les invade, con la misma indiferencia con la que una bota pisa una hormiga. Me parece admirable que alguien haya producido algo tan sumamente lisérgico en una época en la que todo tiende a ser masticable aunque uno no tenga dientes.

 

Aniquilación es cine furioso, puro y directo. Ni una concesión al convencionalismo, ni un guiño al espectador, ni un solo brindis al sol. Y lo mejor es la cara de tonto que se le queda al espectador cuando aparecen los títulos de crédito. La expresión del que no se lo cree.

 

Yo parpadee y me pellizque un brazo, solo para asegurarme de que no estaba soñando.

 

Una barbaridad que les cabreará o les fascinará pero que no les dejará indiferentes.

 

De eso se trata, no?

 

Abrazos y abrazas,

T.G.

 

 

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