Estoy orgulloso de comunicarles que entro en mi cuarta semana de insomnio. Dicen que no se puede morir de ello, pero yo estoy empezando a pensar que es perfectamente posible. A veces cierro los ojos a las doce, y cuando vuelvo a abrirlos, creyendo que han pasado cinco horas, el segundero ha dado cinco vueltas. Es como vivir en un universo desdibujado, donde nunca pasa nada, no importa las vueltas que des.
En su libro Mínima moralia, Adorno decía: “Noche de insomnio: para esto puede haber alguna fórmula capaz de hacer olvidar la vacía duración, las horas penosas que se prolongan en inútiles esfuerzos pareciendo que nunca llegará el fin con el alba. Pero lo que causa esas noches de insomnio en las que el tiempo se contrae y se escapa, inútil, de las manos, son los terrores”.
Pues, sí, los malditos terrores. En forma de personas que ya no están, de voces que ya sólo residen en tu cabeza, de cómplices y confidentes que se alejaron, de lenguajes que se extinguen. En el insomnio viven todos tus errores, todas las metidas de pata, un diccionario entero de palabras pronunciadas a destiempo. En el insomnio se esconden mil criaturas de nombre familiar: la nostalgia, el miedo, la tristeza y la soledad.
Hijas de perra.
Mis amigos me dicen que me compre pastillas de plantas, que eso va bien. Así que hoy me acercaré a la farmacia a comprar las jodidas plantas aunque con la suerte que gasto estos días estoy seguro de que acabarán por hacerme vegetariano. O vegano crudívoro, de esos que no comen nada que se haya cocido a más de 80 grados de temperatura.
Lo cierto es que paso tanto tiempo estando preocupado por estar preocupado que cuando llega la noche es normal que me persigan todos los demonios. Estoy seguro de que hasta vienen de otros pueblos para conocerme.
Hasta aquí mi valoración sobre todas esas noches que me están llenando la cabeza de canas y que me acercan cada vez más al look de Keith Richards saliendo de un after. El otro día le dije a un amigo que esperaba que 2016 fuera un poco mejor y me contestó: “Es absurdo pensar que porque cambias de año todo vaya a ser diferente”.
De acuerdo, gracias.
Esta semana se estrena una película bastante interesante para aquellos de ustedes que estén interesados en el tema musical: Straight outa Compton.
Los que estén familiarizados con el universo rapero ya sabrán que ese es el nombre del temazo más popular de los NWA (Niggas with attitude), un grupo de Compton, uno de los barrios más chungos de Estados Unidos. Unos amigachos se juntaron para dar una alegría al hip-hop y vaya si lo consiguieron. Ice Cube, Dr.Dre, Arabian prince y Eazy-E (luego se unieron Dj Yella y Mc Ren) pusieron de revés el mundo de la música con letras que ofendían hasta a la vía láctea. Homófobos, racistas (sí, racistas, los negros también pueden ser racistas) y machistas, los NWA se propusieron demostrar que ser un auténtico cabrón daba buenos réditos. Por supuesto, después casi se matan entre ellos por asuntos de dinero. Que uno puede ser rebelde pero el extracto bancario es el extracto bancario.
La película se salta los detalles escabrosos, quizás porque los productores son los mencionados Dre y Cube y nadie en su sano juicio se ensuciaría a sí mismo con su propio dinero. Con el dinero de otros, puede. Con el suyo, no.
Straight outta Compton es la historia de unos chavales cabreados que ansiaban fama y fortuna y que la consiguieron. Alguno pagó con la vida, otros siguen viviendo en sus torres de cristal. Hasta hubo dos que desaparecieron en el creciente panorama del rap estadounidense. Es una muy buena película si a uno le interesa el tema en cuestión (es buena idea verla en versión original, ni me imagino cómo habrán hecho el doblaje) y simplemente curiosa si no se es fan.
Dejo a su delicado entender las consideraciones sobre el asunto.
Y ya que estamos, muy interesantes las disquisiciones sobre Dios. No entraré en el dilema existe/no existe, pero si opinaré sobre la risible base literaria que sustenta las grandes religiones monoteístas. La Biblia y el Corán son obras hilarantes, incapaces de soportar un nimio análisis formal. La una es hija de un emperador romano y contiene tantas inexactitudes históricas que es imposible tomársela en serio (para más detalles, basta con leer a Janet Malcolm, considerada la número uno en historia de las religiones). La otra es una obra de tradición oral que pasó de 200.000 relatos a 10.000, cuidadosamente seleccionados por un don nadie a sueldo. Hasta 300.000 personas solo en Emiratos árabes declaran ser parientes de Mahoma. Y en cuanto al trasfondo de la obra, mucho me temo que es algo más que oración y ayuno sin pedir nada a cambio. Nanai.
Cada uno puede creer lo que desee, pero –por favor- que nadie me diga que seré más infeliz por adoptar una u otra postura. No tenemos 11 años.
Abrazos/as,
T.G.