Antes de nada: ha muerto el gran Berlanga.
Cierto, gran parte de su filmografía postrera es morralla, una versión menor de algunos de sus clásicos más reconocibles, pero este señor hizo El verdugo y Bienvenido, Mister Marshall y con eso debería bastarnos a todos.
Descanse en paz así el tipo que fue capaz de sacarnos los colores. En este tiempo de Fernandos Leones donde por una maldita lagrimilla algunos venderían su alma al diablo está bien recordarlo.
Dicho esto, el motivo de este post se debe a un asunto muy distinto y no es otro que la sublimación del amigo extraterrestre. Sabido es que Hollywood es fan del género alienígena desde tiempos inmemoriales. Primero del buen rollo (E.T., Howard El Pato… que gran película esta última, dirigida –ojo al dato- por George Lucas) y después del malo (Independence Day, Depredador, etc, etc).
Cierto es que hay títulos que no obedecen a ninguna tendencia, como Alien o La invasión de los ultracuerpos o la mismísima La Cosa, pero normalmente Hollywood se mueve con la marea y de reojo, mirando siempre a la competencia.
La cosa es que se está preparando la secuela de Independence day (veremos como acaban con los extraterrestres belicosos esta vez, quizás arrojándoles un iphone o haciéndoles un perfil en Facebook) protagonizada por los mismos cafres, exceptuando al que hacía de piloto borrachazo, Randy Quaid, que ahora mismo está en Canadá pidiendo asilo político porque dice que le persigue un escuadrón de la muerte hollywoodiense que ya ha acabado con David Carradine y Heath Ledger.
No, no es una broma. Y sí, ahí tenemos material para una comedia desternillante, tanto o más que las elecciones catalanas. He dicho.
Ahora bien, a la espera de que llegue Independence Day 2 algunos capitostes han empezado a mover el culo y han pensado (en su inabarcable inteligencia) que había que hacer películas de marcianos.
La primera que llegará a nuestras fronteras (que es donde debería quedarse si los aduaneros fueran serios) es Skyline. Un servidor ha tenido la oportunidad de ver la película y les aconseja que se mantengan alejados de ella si no quieren sufrir en sus carnes el dolor de haberse desprendido de ocho o nueve euros para que alguien intente hacerles la manicura con una Black & Dekker.
Skyline es como ir al médico diciendo que te duele el dedo índice y que a modo de diagnóstico este saque un martillo y proceda a golpearte los demás dedos para al final decirte: “¿a que ahora le duele menos el índice en comparación con los demás?”. Uno va esperando un espectáculo –al menos eso- con multitud de efectos especiales y se encuentra que para acceder a esos efectos especiales tiene que pasar por las vicisitudes de una panda de memos a los que mataría con sus propias manos.
Resultado: se acaba sintiendo un amor inconmensurable por los alienígenas y un resquemor tremendo por los humanos.
Un ejemplo: la peli arranca –directamente- con la invasión alienígena. Brutal, desmesurada, directa.
Uno piensa: joder que bien.
Al cabo de diez minutos sale un cartelito que reza: “15 horas antes”. Y te ves obligado a contemplar las aventuras de un grupo de pijos y pijas cuya máxima preocupación es saber a que hora cierra la tienda de Louis Vuitton.
Que manera de cagarla señores/as.
La otra película tiene una pinta mucho más interesante, se llama Battle Los Angeles y parece una mezcla de Black Hawk Dawn con La guerra de los mundos.
Les dejo el trailer de ambas para que lo reflexionen.
Mientras tanto seguiré viendo The Walking Dead, que serie tan estupenda oigan.
No dejen de hacer lo que les apetezca y den buen ejemplo al personal.
T.G
P.D.: ¿su película de invasiones extraterrestres favorita?