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Al cine que vaya su abuela…

Siguiendo el hilo que me tendió uno de los blogueros (gracias por darle cuerda a este humilde blog, la cosa no tiene gracia sin vosotros) me dispongo a hacerle la autopsia a las salas de cine de nuestro país. La coña viene porque leo en El País un desolador informe sobre el ruinoso hábito de asistencia a las salas comerciales, que está cayendo en picado.
El dato no me sorprende (creo que no puede sorprender a nadie que se arriesgue a ir al cine en los tiempos que corren) pero lo que me llama la atención es que la culpa- como siempre- es de “las descargas, la pirateria o el top manta”. No tengo ninguna duda, faltaría más, de que estos tres factores inciden directamente en muchos casos, pero me niego a aceptar que nadie se pregunte porque la gente como mis padres (que ni descargan, ni piratean, ni compran del top-manta) ya ni se acercan a los cines.
Primera cosa, la ubicación de los mismos. En los pueblos cada vez es más difícil encontrar un cine en las áreas urbanas (es decir, en el centro del pueblo) así que uno tiene que coger el coche e irse a uno de esos infumables centros comerciales que poseen uno de esos infumables multi-salas.
Segunda cosa, los mencionados multi-salas son antros de perdición: no hay maquinista (o sea, que no hay un tipo que vigile que la película esté mínimamente enfocada), no hay acomodador (alguien que se ocupe de que todos los espectadores cumplan mínimamente con los requisitos imprescindibles para ver una película con tranquilidad…lo de los móviles es el mejor ejemplo para ilustrar la anarquía que ha invadido las salas); los precios son un abuso tremendo, teniendo en cuenta lo que ofrecen: nada. Si el espectador tiene cualquier problema ya sabe lo que tiene que hacer porque nadie va a resolverlo por él.
Tercera cosa, y ya me perdonaréis. Las Coca-Colas, los Nachos, los Perritos Calientes, los Ositos de Goma…el cine se ha convertido en un restaurante low-cost. Ya tenía yo problemas con las palomitas pero lo de ahora es inaceptable.
Así que, sinceramente, ¿para que ir al cine si por el mismo precio –o un poco más- me compro un dvd y lo veo en mi casa sin que nadie me grite en la oreja o me de pataditas en el asiento o saque el móvil y se pongo a hablar con su novio/a.
Ya ni siquiera me planteo que pasaría si quisiera ir a ver una película en versión original (sí, ya lo sé, soy raro de cojones).

Obviamente todos estos lumbreras se olvidan de que todo lo que cuento está pasando ahora mismo en las salas españolas. No digo que en las salas tengan que poner policía armada pero un poco de civismo, unos precios más razonables y un servicio más detallista no harían daño a nadie.

Naturalmente siempre le podemos echar la culpa a Internet, al chino que vende pelis en los restaurantes y al señor del top-manta.

País.

T.G.

P.D.: Este es el momento y el lugar para que expliquéis los momentos más descacharrantes que habéis vivido en esa jungla que es el patio de butacas…

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