He ido este fin de semana al Teatro Lara, en Madrid, a ver la obra «Días de vino y rosas«, interpretada por Silvia Abascal y Carmelo Gómez. Me ha parecido una obra con altibajos y recomendable para ir a verla.
Me parece una obra difícil de interpretar. Silvia Abascal y Carmelo Gómez la salvan con solvencia y resultan creíbles, a excepción de instantes que se recuperan enseguida. Los momentos que te sacan de la obra, que uno se da cuenta de que está en el teatro, no arruinan el conjunto. Los altibajos están en los dos intérpretes y también en el guión (o en su adaptación). Altibajos que a mí no se me ocurre cómo resolver.
Yo iría a verla. El teatro, a diferencia del cine, nunca es redondo. Esta obra tampoco lo es. Yo prefiero haberla visto. El guión está bien rematado cuando obliga al protagonista a elegir. Agradezco que no recurra a lo sencillo.
(Al espectador que se dejó el teléfono móvil encendido, a pesar de los avisos antes de empezar la obra, le deseo que le suene el teléfono a las cinco de la mañana por lo menos durante una década y que no pueda apagarlo. ¿Qué hacer cuando en un momento de tensión le suena el teléfono a un espectador? ¿Escacharle el teléfono contra el suelo, acabar de romper la obra y darle con el teléfono en el paladar? ¿Callarse, intentar no molestar más, y desearle lo peor? Creo que si hubiera estado a mi lado lo hubiera ahorcado con la bufanda)
No puedo entender que el mundo esté lleno de inhibidores de frecuencias que te impiden abrir el coche con el mando a distancia y no se haga lo mismo con los móviles en cines y teatros.
debería ser obligatorio, no creeis?
Creo que las obras de teatro en que solo hay dos actores son complicadas. Al menos me parece que es complicado mantener la atención del público durante una hora seguida con el cuasi-monólogo de dos personas.
¿Fuiste a ver «Un Dios Salvaje» de la Verdú y la Gijón?
Donde yo trabajo lo hay, pero la solución es tan sencilla como apagar el puñetero móvil. Y fíjese que aún habiendo inhibidores de cuando en cuando se escapa alguna zona del auditorio. Recuerdo que que hace no mucho en el final de la Octava de Shostakovich (en pianissimo) hubo un solo de móvil de puta madre (con perdón, pero ver como horas de ensayo y estudio se van al garete con un politono, da mucha rabia). Al menos era en do mayor, como la obra.
Yo también voto por los inhibidores.
Hola Joaquín,
Yo tampoco entiendo por qué no hay inhibidores en teatros y cines. También tendría que haber inhibidores de lengua durante las obras, por cierto.
Sí fui a ver Un Dios salvaje. No dije nada. Me dejó indiferente.
No conseguí creerme nada de lo que pasaba en el escenario. Me dio pena, porque soy fan (casi) incondicional de Maribel Verdú. Arte, también de Yasmina Reza, me pareció una obra excelente. Fui al teatro con mucha ilusión.
Hace tres o cuatro meses que vi Un Dios salvaje. No soy capaz de recordar los detalles. He tenido que esforzarme para recordar de qué iba.
si, muy divertido el inhibidor, que no se pueda llamara los bomberos asi mueren todos que ocurrencias
Jopelines, Sergio. Si se mueren todos será mejor llamar a un juez o a la funeraria. En todo caso, aunque parezca increíble, en los teatros, cines y resto de antros de perdición existen teléfonos fijos.
Pues es un poco a lo que me refería, Javier.
Despues de la expectativas creadas por una obra que se suponía interesante, asistimos a una serie de monólogos (o mas bien de diálogos de pareja acomodada o con ganas de serlo) que desde mi punto de vista no explica el exito. Recuerdo que era muy difícil conseguir entradas, y al final sali con cara de idiota (no habré entendido nada?).
En fin, a ver si lo de Carmen sale bien, porque también es difícil encontrar entradas y ni siquiera ha empezado la función.
Con cara de idiota también salí yo, pero eso no es culpa de la obra 🙂
No la he visto pero iré a verla. No creo que esté a la altura de lo que espero, pero bueno, tampoco es lo mismo pero no podré evitar que me venga a la mente la genial interpretación de Jack Lemmon en la película de igual título.
Un saludo.