No estoy de acuerdo con el trasfondo de este artículo tan bueno de Aurelio Arteta. Es un artículo excelente que muestra la tierra movediza, que muestra cómo se balancea sobre ella y que deja claro que el equilibrio es difícil.
Yo no estoy de acuerdo con su trasfondo porque pienso en el largo plazo. No pienso para mi vida, pienso en el ser humano dentro de 500 años. Para mejorar, el único camino es el aprendizaje y, para aprender, el único camino es la libertad.
No estoy de acuerdo con Aurelio Arteta, pero no lo estoy porque en el fondo yo soy un optimista. Creo en la capacidad de aprendizaje del ser humano. Creo, tengo fe. Probablemente, Aurelio Arteta tenga razón y no haya ningún motivo para la esperanza.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Prohibimos/toleramos/elpepuopi/20110829elpepiopi_4/Tes
¿Prohibimos o toleramos?
Aurelio Arteta
Tras la feroz matanza de Noruega, la pregunta brota inevitable: ¿debemos permitir o prohibir la difusión de las ideologías que alientan conductas criminales como esta? Ya es un paso adelante caer en la cuenta de que las ideas suscitan o modelan nuestras emociones y deseos y, por tanto, guían nuestra conducta. Porque se sigue diciendo como si tal cosa que cada cual piense como quiera, y eso solo puede proclamarse si se supone erróneamente que nada de lo que el otro haga tendrá que ver con lo que piensa o que no afectará a nuestros derechos. Es otra variante tonta del tópico de que una cosa es la teoría y otra la práctica. La observación más común se encarga a cada instante de desmentir ambos supuestos, pero ni aun así nos aprestamos a revisar las ideas que nos parecen nefastas. Pues entonces tropezaríamos con un nuevo prejuicio, el nihilismo arraigado en la mentalidad ambiental: que nadie puede arrogarse juzgar el pensamiento de nadie ni coartar su libertad de expresión, porque todos los códigos morales son relativos a las respetables creencias de sus sujetos…
Dejemos en paz esas ideas, como las científicas o las referidas a gustos culinarios, que ni orientan nuestra existencia ni suelen enfrentarnos a muerte al prójimo. Pero adviértase que las otras ideas, las morales y políticas, no son repudiables tan solo cuando incitan al asesinato. Son malas también si justifican la explotación laboral o sexual, los abusos de poder, los tribalismos identitarios, el conformismo frente a la injusticia…, tantas cosas cuya lista sería interminable. Ya es hora de abandonar ese perezoso simplismo de que lo único malo en la vida pública es la violencia y que todo lo demás debe ser permitido. «Sin violencia todas las concepciones son legítimas», se ha repetido a coro en nuestro país ante el terrorismo. Pues no: aunque él mismo no hubiera disparado un solo tiro en su vida, la concepción política del señor Breivic desbordaría ilegitimidad por todos lados.
Es decir, solo comprendemos la maldad de ciertas ideologías cuando palpamos, a posteriori, sus efectos más virulentos y sanguinarios. Solo entonces empezamos a asustarnos, nunca antes. Al parecer no importa ni el veneno previo que han ido inoculando en la sociedad en sus sectores más sensibles, ni el desarme intelectual y moral que traen consigo. Y estos últimos son estragos incluso peores que los crímenes, no solo por ser mucho más extensos y ordinarios, sino también porque pasan sin réplica y acaban propiciando aquellos mismos crímenes.
La atmósfera prenazi (y pronazi) se formó gracias a la difusión de su ideología y al conformismo de esos pasivos «espectadores» que fueron los alemanes en su mayor parte. Las mentes más lúcidas de aquel momento han reconocido que desdeñaron a Hitler, ni siquiera se tomaron la molestia de leer Mein Kampf y, en consecuencia, no sabían después hacer frente al ideario nacionalsocialista.
La atmósfera abertzale vasca se ha gestado durante 50 años de siembra sistemática de dogmas etnicistas, de tergiversación de la Historia, de sumisión por parte de una izquierda confusa… y de silencio. Todo se callaba, salvo (y eso ya en épocas tardías) el atentado mortal; solo se condenaban los medios brutales, mientras los fines y sus dogmas básicos permanecían intocables. La mayoría aún no ha entendido que el mal causado en esa sociedad por ETA no acababa en sus asesinatos ni acabará con la desaparición de la banda. ¿O es que no lo estamos viendo en sus últimos herederos?
Podremos dudar entre tolerar y prohibir la exhibición pública de ideas tóxicas. Lo que no podemos es aplaudirlas ni desentendernos de ellas; pero entre nosotros han sobrado aplausos y prudencias harto interesadas. En casos extremos no cabe descartar la prohibición de una doctrina, programa o agrupación políticas que vomitan abiertamente contra los valores democráticos primarios y, por tanto, contra la libertad e igualdad de los ciudadanos o de un grupo particular de estos.
Ni el derecho a la vida es el único del catálogo ni el «prohibido prohibir» deja de ser un lema tan enfermizo como incoherente. Nada más estúpido que invocar el pluralismo para permitir decálogos o partidos que pregonan sin tapujos su intención de acabar con ese pluralismo. El pluralismo no tiene por qué acoger todo lo plural, por lo mismo que no todas las diferencias son valiosas. De manera que será un hipócrita quien se rasgue las vestiduras ante la menor sugerencia de censura en esta materia…, al tiempo que se despreocupa de la calidad de la conciencia ciudadana. Habrá que proponerse más bien reforzar esta conciencia si la queremos capaz de defenderse de aquellas soflamas.
Mientras no se traspasen esos límites de lo intolerable -del respeto de los derechos-, en cambio, lo habitual será la tolerancia hacia lo que nos molesta e incluso desafía. Ahora bien, tolerar no es solo reconocer el derecho de los otros a profesar una creencia o mantener una conducta contrarias a las comunes. Sería un dudoso tolerante, próximo a la mera indiferencia, quien por principio renunciara a mostrar su desacuerdo con el otro y, llegado el caso, a invitarle a discutir las discrepancias. Y es que el desacuerdo entre las gentes, claro está, exige mucho más que si entre ellas reinara la unanimidad.
El derecho del otro a ser tolerado demanda un deber legal de tolerar, pero no menos la obligación moral de afinar nuestro juicio acerca de lo que toleramos y por qué. Tampoco puede uno contentarse con reclamar el derecho a la libertad de expresión como este no venga con el deber de apoyar en argumentos las opiniones que expresa, al menos en lo que atañe a nuestra vida común. Nadie deberá pedirme cuentas de mis comentarios deportivos, pero cualquiera tiene derecho a exigirme responsabilidad por mis juicios políticos.
¿Me dejarán una coda final? De poco sirve que unos profesores exquisitos tengamos a John Rawls como pensador de cabecera, mientras no transmitamos su enseñanza a la opinión pública. Para este pensador, si en una sociedad se cultivaran ciertas doctrinas incompatibles con el ideal democrático, tarea de la razón pública sería «impedir que obtengan la suficiente difusión» como para comprometer la justicia política básica.
Y a todo esto, ¿qué responden nuestra escuela y universidad? Pues verá usted: casi nada la primera y todavía menos la segunda. Una Ética escolar que se propone la vaguedad de «educar en valores» y de hacerlo al modo de una «asignatura transversal», como si careciera de contenido propio, acepta de antemano el sambenito de maría. Aquella Educación para la Ciudadanía ya salió malparada de su batalla con los obispos, que no admiten otro adoctrinamiento que el suyo. Y en las aulas universitarias, la teoría de la democracia y materias afines se enseñan hoy a todo lo más en un par de asignaturas y facultades: para la mer-cantilización del conocimiento que busca el proceso de Bolonia ya es demasiado.
Al paso que vamos, los Breivic del futuro tal vez ya no necesiten perseguir a tiros a estudiantes, porque sus ideologías no hallarán muchos estudiantes que sepan resistirlas.
Aurelio Arteta es catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad del País Vasco.
Yo tampoco estoy de acuerdo. No por optimista, sino porque no me gustan los censores (aunque se disfracen de filósofos).
No estoy seguro de que los humanos seamos capaces de elgir bien, pero prefiero que nos equivoquemos a que elijan los iluminados.
No se trata de tolerar, sino de rebatir.
Timothy Garton Ash, apunta un par de puntos claves:
– Contra la incitación directa a la violencia debe caer, siempre y en todas partes, todo el peso de la ley.
– Un campo de batalla fundamental es la política, y los políticos de los grandes partidos europeos, viendo el éxito electoral de los partidos populistas y xenófobos, están dedicándose a apaciguar, en vez de levantar la voz contra los mitos extremistas. Otro terreno es el de los medios llamados convencionales. En un país como Noruega -y en Reino Unido-, la radiotelevisión pública y la prensa de calidad responsable son la garantía de que, aunque se difundan opiniones radicales, los peligrosos mitos que proponen estén acompañados de datos, reflexión y sentido común. Para quienes aún leen y escuchan esos medios, claro está.
El artículo completo: http://www.elpais.com/articulo/opinion/horror/Noruega/libertad/expresion/elpepiopi/20110801elpepiopi_4/Tes
(Yo soy repesimista, supongo que por eso al ver el vaso medio vacío tengo esperanza en el relleno)
No sé… pero lo que sí creo es que Europa se está radicalizando.
En Europa cada vez hay más fanatismo de diversos aspectos.
Religiosos (Europa es cada vez más religiosa, aunque se está pasando del cristianismo, en un nuevo auge en algunos sitios, en declive en otros; al islam, en auge en general).
Políticos (la clásica socialdemocracia se debilita, crece el liberalismo (nada malo), el conservadurismo en general, y crece la ultraderecha)
Nacionalistas (mientras por un lado la unión europea se refuerza a nivel burocrático, los sentimientos de «orgullo de la patria» se refuerzan en muchos países, ganan las elecciones los partidos ultrapatrióticos).
etc.
Vamos, que yo opino que los que creen que Europa es un remanso de paz, y que cada vez seremos más amiguitos, tolerantes, etc., se equivocan.
Creo que vamos camino de tiempos más radicales.
Parece que en los últimas semanas, meses, años: países europeos deciden inmiscuirse en una guerra, misilazo va misilazo viene y la gente ya no dice ni mú (Francia, que fue quien procuró el apoyo internacional a «los rebeldes», ya está empezando a explotar el petróleo Libio… y aquí no pasha ná); se bloquean fronteras y se vuelcan camiones; partidos xenófobos o ultranacionalistas ganan elecciones; locos armados provocan tiroteos que antes sólo veíamos en los EEUU; surgen manifestaciones violentas, etc.
Seguro que no llegamos a tiempos tan radicales y extremos como los de los años 30… pero la perspectiva no me parece halagüeña.
Redordemos una entrada de hace poco en la que se citaba a Descartes y a otro maestro pensador.
Yo decía que descartes hoy suena ridículo y lo decía por esto.
«defenderé hasta la muerte el derecho de cualquiera a decir lo que piensa».
El problema es que algunos que no quieren escucharse más que a si mismos, van a utilizar las ideas de quienes creen en la libertad para utilizarlas en su contra , pero no con palabras, con armas… y se nos quedará cara de tontos.
Y hay que respetar el derecho a defender estas ideas, las de quienes nos matan?
En mi opinión desde luego que no.
El sistema democrático tiene perversiones dificiles de atajar.
Habrá que convivir con ellas.
#4 jose Dice:
‘- Yo decía que descartes hoy suena ridículo y lo decía por esto
«»defenderé hasta la muerte el derecho de cualquiera a decir lo que piensa» ‘
Pero, ¿eso no lo dijo Voltaire?
Tengo más motivos para oponerme a prohibir la difusión de ideas «malas»: motivos prácticos. Creo que prohibir no funciona. Si quiero tratar de que nadie crea que hay que matar a los negros (por poner un ejemplo), perseguir a los que piensan eso no va a funcionar. Lo que debemos hacer es dejar que expongan sus ideas libremente, y oponernos a sus ideas tratando de convencer a la gente de que están equivocados y de que van en contra de los derechos humanos. La pluma (o las cuerdas vocales, o el teclado) es más fuerte que la espada (o las esposas, o el guante de boxeo).
Por otra parte, viene el tema del custodio de la custodia. ¿Quién decide qué se tolera decir y qué no? ¿Quién decide si se tolera hablar del suicidio, del genocidio, del aborto, de la libertad de pensamiento?
El politólogo uruguayo Oscar Bottinelli (una de las estrellas mediáticas en cada elección, y figura muy respetada) tiene un artículo muy interesante. Creo que tienen que registrarse para leerlo. http://www.factum.edu.uy/sites/portal.factum.com.uy/wp-content/files/documentos/MYSU.pdf
Le erré de enlace, es éste: http://www.factum.edu.uy/sites/portal.factum.com.uy/wp-content/files/documentos/racismo2007.pdf
5@emprendeitor
Tiene Vd razón creo…
Quédese con la «filosofia de la idea» y olvide el nombre del autor.
Por citar de cabeza…
Coincido en que transigir en todo salvo la violencia física no es suficiente. Gracias a eso el de Noruega compró armas y explosivos. Pero es más. La libertad que todos tenemos de hacer lo que nos apetezca tiene que estar limitada siempre por el perjuicio que le causamos a los demás.
Por ejemplo, si yo monto una «empresa» de reformas sin registrarla en ninguna administración (industria, hacienda, salud laboral…) y empleo a inmigrantes ilegales (antes) y/o parados de larga duración desesperados (sin hacerles contrato), pagándoles la mitad o menos de lo que dice el convenio, sin formarles en el uso de las máquinas herramientas, ni formarles y exigirles la prevención de riesgos laborales, sin pagar el seguro médico obligatorio, puede que incluso sin pagarles pese a que hayan trabajado de firme y yo tenga el dinero acordado…
¿Y quién hace las leyes? Vaya, ahora va a resultar que cada vez que hemos votado, cada 1461 días, le hemos dado car decidiendo
¿Es que nadie va a pararme? ¿Puedo seguir haciéndolo? ¿Hasta convertirme en promotor inmobiliario y subir el precio de la vivienda de forma arbitraria aprovechándome también de los clientes? A los que además exijo que me paguen una parte en negro, porque puedo corromper al notario y al aparejador del ayuntamiento. Y si algún alcalde medio decente trata de pararme los pies (como uno del PP en Villaviciosa y otro de IU en Seseña) siempre puedo amenazarles y «comprar» a la gente de su partido, incluso a los vecinos del pueblo, si es pequeño. Hasta que ese alcalde desaparezca.
Pues esta es España. A base de no detener a los que tienen «ideas» peligrosas, pero no violentas, ahora estamos como estamos: En la resaca de una burbuja en uno de los dos monocultivos patrios.
Es imprescindible detener no solo al violento, sino al que abusa, al que roba, al que corrompe y al que se corrompe. Y eso lo hacen no extraños «custodios», sino la policía y los jueces, que para eso les pagamos.
Por supuesto, con leyes justas en la mano. ¿Se han leído ustedes la constitución? ¿Saben que la constitución garantiza la libertad ideológica, mientras no altere el orden público? ¿Y cuándo una ideología altera el orden público?
Pues eso lo decide la «autoridad gubernativa». Es decir, un político a quien nadie ha votado pero que ha sido nombrado delegado o subdelegado del gobierno. Salvo que sea un consejero de interior, como en Cataluña, al que puede que sí hayan votado.
(El trozo perdido)
¿Y quién hace las leyes que definen todo esto?
Vaya, ahora va a resultar que cada vez que hemos votado, cada 1.461 días, le hemos dado carta blanca a alguien para que siga decidiendo por nosotros que yo siga siendo un chorizo que se aprovecha de pobres desgraciados que dependen de su trabajo y de pobres tontainas dispuestos a pagar lo que sea sin regatear.
Ustedes sigan teniendo escrúpulos en limitar a los que piensan y hacen el mal. Que yo me seguiré forrando a costa de ustedes.
Aunque no sea con la construcción. ¿Cuánto pago por las joyas de oro? Pues el peso del oro, lo cual es una estafa reconocida. ¿Cuántos pisos tengo retenidos, vendiendo muy poco a poco, con cuentagotas, para que el precio no vuelva a aproximarse al valor real de las casas? Ahora tengo más, porque tengo acciones de las antiguas cajas, reconvertidas en bancos privados. ¿Qué estoy haciendo al invertir en «futuros» de la propia comida, del petróleo y demás elementos de primerísima necesidad? Pues hacer más cara la vida de todos. Para mi beneficio.
Benditos escrúpulos y bendita transigencia. Sigan así. Gracias. De verdad.