Buenas,
Les preguntaría como están pero me da miedo la respuesta.
Sin más (no porque no me apetezca lanzar dardos, pullas y lanzas a los politicuchos de turno, sino porque este pretende ser un blog de cine, aunque no siempre lo consiga) nos adentraremos en el maravilloso mundo de la cartelera, aunque éste diste cada vez más de ser maravilloso.
Aun así, esta semana –y sin que sirva de precendente- me he llevado una alegría con The crazies, esa revisitación del filme de culto de 1973, The crazies (que en España se tituló algo así como… The crazies). Aclarado esto cabe decir que si el original de Romero sigue teniendo algunas cositas memorables, empezando por su delirante mensaje político, en su gran mayoría ha perdido fuelle.
Así pues nos encontramos ante una película cuyo remake podría tener –incluso- una justificación más o menos sólida. La nueva versión la firma un tal Breck Eisner y el único mérito del tal Eisner hasta la fecha, y probablemente el motivo primigenio por el cual empezó a dirigir, es que su padre es un señor que se llama Michael Eisner.
Durante algún tiempo este buen hombre fue uno de los mandamases más poderosos de Hollywood coincidiendo con su etapa al frente de Disney (que concluyó con una deliciosa patada en el culo).
En fin, a lo que íbamos, que Breck, su hijo, parecía el típico y tópico caso de nepotismo y resultaba sospechoso de entrada. Los peores augurios se hicieron realidad cuando en 2005 dirigió esa cosa llamada Sahara (no hagan que la recuerde por favor, sólo pensar en la sonrisa de Matthew McConaughey y en Penélope Cruz mutando a heroína de acción me sube la bilirrubina).
Por eso, cuando divisé su nombre en los títulos de crédito de The crazies un sudor frío recorrió mi ajado cuerpo. Acudí a verla con todos los prejuicios a mi alcance (y unos cuantos más que me agencié para la ocasión) y –no me duele en prendas reconocerlo- tuve que tragármelos todos.
Breck Eisner ha logrado con The crazies un impecable ejercicio de estilo fundamentado en una excepcional visión del encuadre y un criterio sólido para decidir el registro en el que debe moverse la película. Dicho de otra forma, Eisner quiere que su película luzca más como un thriller que como una película de terror y cada decisión, cada giro, se encamina en esa dirección.
La primera parte del filme, en la que nos asentamos en un pequeño y tranquilo pueblo del medio-oeste estadounidense es sencillamente magnífica. Eisner dibuja los hilos que mueven a la comunidad (en un inicio que tiene algo de costumbrista) y se preocupa de ir introduciendo elementos de desazón que cada vez van ocupando más espacio (esa terrible escena en el campo de juego). Es esa lenta e inexorable descomposición de la esencia de cualquier civilización –mostrada por una cámara que parece instalada en la bondad de la pausa- la que le otorga al filme la categoría de fuerza mayor.
Es cierto que en la segunda parte de la película los volantazos abundan y que, cuando The crazies acaba convirtiéndose en un producto cercano al cine primerizo de Danny Boyle, se nota que Eisner no domina los resortes de la acción.
Tampoco es menos cierto que el mensaje global de la película (esa fábula anti-sistema que Romero se sacó de la manga) no pega en los tiempos que corren, quizás porque las teorías conspirativas hace mucho que saltaron la frontera que separa la ficción del mundo real y ya no poseemos la ingenuidad necesaria (que gran virtud, la ingenuidad, y que asco tener que renunciar a ella para no ser pisoteado) como para tragarnos todo lo que nos vendan.
No quiero dejar de destacar a un actor que siempre me ha parecido brillante, Timothy Olyphant, que, aunque no ha tenido demasiada suerte con el séptimo arte hasta la fecha, demostró en Deadwood (aquella maravillosa serie de HBO) que es un intérprete de primerísima clase. No es menos buena la actriz que da vida a la esposa de éste, Radha Mitchell, que además es una mujer deliciosa.
En fin, que creo que no miento si les digo que a este tipo (al director) habrá que seguirle de cerca y que como mínimo tiene madera de campeón. No sé si con eso le bastará para sobrevivir en Hollywood pero sería una buena noticia que lo consiguiera. De momento parece que va a tener a su cargo los remakes de Flash Gordon y 1997, Rescate en Nueva York.
Quien sabe, hasta puede que sean buenas películas.
Ya lo decía la canción: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios”.
Abrazos/as,
T.G.
La canción del final del trailer es la misma que la de la película Donnie Darko, donde el protagonista también estaba un poco zumbado. ¿Harían coincidirla a propósito?.